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En la vida, mirar no es lo mismo que ver

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Por la Hermana Victoria Incrivaglia

He aprendido que la intención con la que planeas algo no siempre da el resultado que esperas. Esto es especialmente verdadero cuando lo aplicas a la fotografía.

Actualmente estoy en un año sabático estudiando fotografía, la cual enseña muchas lecciones, incluso estar abierta al momento presente. Además de aprender la cuestión mecánica, también me concentro en la fotografía contemplativa, que es más que un proceso mecánico; es estar abierta a ver las inspiraciones naturales de nuestro alrededor. Las partes técnicas y mecánicas requieren aprender habilidades y lenguaje: desenfoque, sensibilidad ISO, apertura de diafragma, etc. El aspecto contemplativo viene a comprender y practicar la realidad de que mirar no es lo mismo que ver.

Recientemente, fui con miembros de mi comunidad a la casa de vacaciones de la Misericordia en Gulf Shores, Alabama. Una fuerza motivadora para mí fue el ir a un crucero para ver delfines y tomar fotos de alguno saltando por el agua. Me preparé para el momento leyendo artículos sobre fotografía de delfines, practicando con la cámara en objetos de rápido movimiento, y aprendiendo la velocidad correcta de obturación, ISO y F/stop para lo que estaba segura sería una foto maravillosa. Luego esperé el viaje, y mientras esperaba, recordé la Navidad de mi niñez. Cuando sabes que la Navidad está cerca al ver que sacan las decoraciones; sabías que recibirías regalos; y sabías que tenías que aguardar pacientemente para esta ocasión especial que llegaría al final.

Llegó el día del crucero con delfines y me sentí preparada. Y entonces… me di cuenta de que toda la preparación y planificación no siempre sale como quieres. Mientras navegábamos, el capitán usó el micrófono para hablar sobre la variedad de pájaros y del ecosistema acuático que estábamos viendo. Mis ojos escudriñaban la superficie, esperando a los delfines. El capitán nos explicó cómo estudiar el agua para detectar cualquier movimiento debajo de la superficie que indicara que los delfines estaban nadando. Y, de repente, ¡estaban allí!

Nadaron juntos en una manada, pero no era lo que esperaba. Los delfines rodeaban a una cría de delfín y apenas subían a tomar aire para luego regresar nuevamente al agua. Ningún delfín saltó del agua; más bien, nadaba alrededor del nuevo miembro del grupo protegiéndolo. Miré por la barandilla del barco la dinámica de esta experiencia y comprendí que lo que había planeado fotografiar no iba a suceder. Me vi reflexionando sobre las realidades de la vida y cómo nos enfrentamos a vivir de muchos modos los acontecimientos no planeados, en un nivel mucho más profundo.

El crucero continuó cerca de unos pantanos. El capitán señaló una garza azul que estaba de pie en la costa y redujo la velocidad del bote hasta casi detenerse. Cuando nos acercamos a la orilla, el ave comenzó a moverse y vi que pronto tomaría el vuelo. Con la cámara lista, esperando que un delfín saltara del agua, recibí el don de una foto de una garza azul al vuelo con las alas extendidas. Este gran regalo inesperado fue uno que valió la pena esperar.