De la agitación a la esperanza, siendo Misericordia para la gente devastada por la tormenta en Texas
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Por la Hermana María Luisa Vera, presidenta, Apostolados de la Misericordia de Laredo
«Esta es tu vida, alegrías y tristezas mezcladas, una tras otra».— Carta de Catalina McAuley a Frances Warde, 28 de mayo de 1841
La semana de las tormentas de febrero fue desafiante para nuestros dos apostolados en Laredo, Texas. Las temperaturas bajaron a rangos de entre 17º y 35º F. Este tipo de evento climático no había pasado en el Sur de Texas desde 1989, y la red eléctrica se sobrecargó rápidamente, sumergiendo a millones de tejanos en la oscuridad, sin calefacción y a menudo sin agua corriente. Todo esto a medida que avanzaba la pandemia de COVID-19. Pero esta historia tiene un final sorpresa.
Casa de Misericordia, un albergue para víctimas de violencia doméstica, estuvo sin luz, teléfono, Internet y agua; afortunadamente, el refugio no estuvo lleno en ese momento. Perdimos parte del contenido del refrigerador y del congelador, pero colaboradores y vecinos trajeron agua y comida para mantenernos en movimiento. Nuestros colaboradores fueron increíbles, trabajando doble turno y hacían lo que fuera para mantener segura a la gente a quien brindamos servicios y a los demás. Algunos tuvieron problemas y desafíos similares en sus propios hogares (pérdida de luz y agua), pero nunca fallaron en presentarse a tiempo.
Recibían llamadas a todas horas, día y noche, de personas que necesitaban ayuda y un lugar caliente para quedarse. A las personas que llaman, siempre es importante recordarles que Casa de Misericordia es un refugio de la violencia doméstica, no un refugio de emergencia, pero en situaciones como estas, nos detuvimos a preguntarnos: «¿Qué haría Catalina?». Al momento de escribir estas líneas, había seis familias en el refugio y se había restablecido la luz y el agua.
En la Clínica de Misericordia, ubicada en otro campo al Sur de Laredo, el único problema fue la baja presión del agua. Esto nos obligó a cancelar los servicios dentales y finalmente cerrar la clínica por 48 horas, pero la enfermera practicante hizo un seguimiento por teléfono de los pacientes, renovando o reabasteciendo las recetas y asegurándose de que tuvieran alimentos. Esto es especialmente importante para pacientes con diabetes y otras enfermedades crónicas.
Nos preocupa mucho la posibilidad de otra oleada de infecciones por COVID debido a los espacios cerrados donde las personas se han visto obligadas a mantenerse abrigadas, ya que las familias con electricidad y agua reciben a otras personas que necesitan refugio. En el momento de las tormentas, la cantidad de casos positivos de COVID-19 apenas comenzaba a disminuir después de dos meses de ser abrumadoramente alta.
Y entonces, en medio de toda esta agitación, sucedió algo inesperado.
Recibimos noticias del Departamento de Salud de Laredo el viernes por la tarde de que estaban asignando a la Clínica de Misericordia 100 dosis de la vacuna COVID para usarla en tres días. Llamamos al equipo de vacunación y nos preparamos para abrir nuestras puertas a la mañana siguiente para vacunar. El viernes por la noche, Hermana Rosemary Welsh y yo repartimos comida y mantas donadas. Un hombre nos dio dinero y dijo: «Sabía que las Hermanas de la Misericordia sabrían qué hacer». La temperatura volvió a bajar a 25º, pero para el día de la clínica de vacunación prometía estar en los 40 y soleado. ¡Estábamos listas!
Esa mañana fue fría pero la energía era alta, y el espíritu de la Misericordia era palpable cuando la Clínica de Misericordia – Colaboradores de Laredo se presentaron a trabajar a las 8 a. m. Tuvimos una breve orientación y los trabajadores recibieron sus asignaciones para la clínica “drive-thru” de vacunación COVID-19. El equipo estaba formado por 30 miembros del personal, dos voluntarios y un guardia de seguridad contratado. Había evaluadores, sustitutos, vacunadores, corredores, observadores de reacciones adversas y salidas seguras, y registradores de datos que tenían que informar sobre los datos dentro de las 24 horas posteriores a la administración de la vacuna.
Ese día se administraron un total de 96 vacunas, y las últimas dosis se administraron el lunes temprano por la mañana. Algunos pacientes tomaron el autobús, algunos caminaron, otros los trajeron amigos o vecinos, pero llegaron a la clínica para sus citas.
«Fue un verdadero esfuerzo en equipo», dijo Issa Arredondo, enfermera titulada y asociada de la Misericordia. Agregó: «Los pacientes estuvieron muy agradecidos». Fernandina Martinez, directora de operaciones de la clínica, dijo: «El espíritu de cooperación de todos fue verdaderamente el espíritu de la Misericordia».
Hay mucho en estos días en que detenernos y reflexionar mientras nos preguntamos si hemos sido fieles a nuestra misión, la misión del Sistema de Salud de la Misericordia: «Como las Hermanas de la Misericordia antes que nosotras, damos vida al apostolado de sanación de Jesús, con una atención compasiva y un servicio excepcional».