Por la Hermana Pat Kenny
Esta pregunta planteada por Pilato hace siglos ha perseguido a lectores de la Biblia. ¿Fue aquella una pregunta honesta? ¿Fue formulada con ironía? ¿Le importaba la respuesta? ¿Se trata de una pregunta que todo el mundo se hace en algún momento de la vida cuando se enfrentan los hechos y las mentiras?
La verdad –la abstracción, no un hecho concreto– es a la vez sólida y resbaladiza. Se apoya en la percepción, la comprensión, la apertura de mente, la voluntad de aceptar nueva información y el impulso humano innato subyacente de ser honesto y esperar honestidad a cambio.
El respeto a la verdad ha soportado los más brutales vaivenes. La literatura de todas las épocas refleja las vidas de héroes y traidores que jugaron con la verdad a su antojo; algunos sobrevivieron, muchos no, y los lectores a menudo se debaten entre personajes que admiran por su firme compromiso con la verdad tal y como la conocen y los que se batieron en duelo con la verdad según sus conveniencias.
En nuestra época, atrapados en una pugna entre los hechos válidos y fundamentados, La Gran Mentira y las vacunas del COVID, nos preguntamos cómo entendemos lo que hemos visto y oído de forma tan diferente y por qué. ¿Qué mecanismo de la mente retuerce la información que hemos visto, oído o sentido en direcciones tan opuestas? ¿Qué necesidades subyacentes y quizás no reconocidas se pueden satisfacer únicamente adaptando los hechos a lo que necesitamos que sean?
Miramos hacia adelante y nos preguntamos qué clase de distopia hemos creado al caer en este misterio mortal. Al igual que una tejedora cuyo hilo se ha enredado en algún punto del camino hacia las agujas, tenemos que detenernos y encontrar el origen del problema o éste detendrá efectivamente cualquier intento de progreso. Es una tarea onerosa y, al desenredarlo, el hilo inevitablemente se dañará de alguna forma, pondrá a prueba la paciencia de la tejedora y quizás tenga como resultado un fracaso.
Desentrañar nuestras razones profundas y muy personales para querer creer en nuestra verdad, es decir, en los hechos que conocemos, es como hacer un juicio interno. Tenemos que plantearnos preguntas críticas cuyas respuestas predicen las razones por las cuales nos aferramos a lo que creemos saber. ¿Cómo apoya mi creencia en este «hecho» lo que quiero creer sobre mí como persona? He aquí algunas preguntas que me hago:
- ¿Cómo mejora mi aceptación/apoyo de este «hecho» algún aspecto de mi vida?
- ¿Es la imagen que tengo de mí misma o de mi pequeño mundo un factor que influye en mi apoyo a este «hecho»?
- ¿Qué puedo ganar o perder con mi aceptación o negación de este «hecho»?
- ¿Tengo alguna duda al aceptar o negar este «hecho»?
- Si las nuevas pruebas no apoyan lo que creo, ¿estoy dispuesta a cambiar de opinión?
Si la verdad es realmente importante para mí, me debo a mí misma el reconocer las implicaciones de mis respuestas.