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Una reflexión para Pentecostés

glass window church dove in Cori lazio
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Por la Hermana Peg Sullivan

¿Has pensado alguna vez cómo debió ser estar presente en aquel primer Pentecostés? Los apóstoles se llenaron del Espíritu Santo cuando las lenguas de fuego se posaron sobre ellos y enseguida comenzaron a proclamar lo que Jesús les había enseñado. Eran las mismas personas que se habían acobardado por el miedo poco antes y que ahora estaban llenas de un valor que les superaba. ¿Y qué hay de las personas de diversas tierras que les oyeron hablar en sus propias lenguas? ¿Cómo se sintieron? No podían hablar entre sí debido a sus variadas lenguas, pero podían entender a estos hombres extraños que les hablaban de Dios. ¿No es raro?

Reflexionando sobre este primer Pentecostés, pienso que podemos parecernos mucho a estos dos grupos de personas en diferentes momentos de nuestras vidas y ministerios. Sé que yo me parezco. Confiando en el amor incondicional que sabemos que Dios nos tiene, a veces podemos tener el valor de hablar contra las injusticias o en nombre de los necesitados. En otras ocasiones, nuestro valor puede decaer y decimos: «Que lo haga otro» o «No haré una diferencia».

También luchamos en nuestra vida personal, comunitaria y ministerial para comprendernos realmente unos a otros y a aquellos con quienes y a quienes servimos. Podemos reconocer las diferencias de edad, procedencia, lengua y cultura, pero el reto es ir más allá, desde el conocimiento hasta la verdadera aceptación y comprensión. Para mí, esto es parte de lo que estamos viviendo ahora mismo mientras participamos en nuestros Círculos de Conversación y nos preparamos para reunirnos como comunidad en el Capítulo 2023, y mientras nos esforzamos por vivir y actuar realmente como un solo Instituto.

En cierto sentido, Pentecostés fue un punto de partida para la iglesia primitiva. Llenos del Espíritu Santo, los discípulos salieron de esa experiencia para predicar y enseñar la Buena Nueva a personas de muchos orígenes. No todos tenían los mismos dones: ¿Recuerdan las disputas sobre judíos versus gentiles o quién debería predicar y quién debería servir a las viudas? Ninguno de estos miembros de la iglesia primitiva veía el panorama completo o tenía la capacidad completa de llevar el mensaje de Jesús a todas las personas. Sin embargo, sus diferentes dones manifestaban el mismo Espíritu con el mismo mensaje del amor incondicional de Dios y juntos pudieron llevar a cabo su misión a todas las personas. Envalentonados por la promesa de Jesús de que el Espíritu Santo estaría siempre con ellos, juntos tuvieron la valentía de ir donde se les enviaba, de ir más allá de sus zonas de comodidad, de viajar a tierras extranjeras.

En muchos sentidos, creo que este Pentecostés nos ofrece, como Misericordia, un punto de partida único para profundizar nuestras propias reflexiones sobre dónde y cómo podríamos ser enviadas a llevar a cabo el mensaje de amor incondicional de Jesús dentro de nuestras realidades actuales. Las necesidades de nuestro mundo dolido reflejan ciertamente nuestros asuntos críticos: la guerra hace estragos en Ucrania; los refugiados que huyen de la violencia en sus propios países esperan en condiciones terribles en la frontera sur de Estados Unidos; miles de personas, entre ellas muchas mujeres y niños, viven en la pobreza sin alimentos ni refugio adecuados; y millones de personas han muerto de COVID, dejando a millones de personas de luto por su muerte. Sin embargo, la mayoría de nosotras no vamos a establecer programas ni a viajar al extranjero para abordar estas cuestiones. Seguiremos llevando a cabo nuestros ministerios cotidianos, sirviendo a los necesitados que vemos cada día y rezaremos.

Pero quizás también se nos llama a mirar de nuevo los dones que se nos han dado y a preguntarnos si los estamos utilizando o cómo podríamos utilizarlos de nuevas maneras. ¿Nos hemos vuelto demasiado cómodas en la forma de ejercer nuestros dones? ¿Podríamos, como los discípulos, ser llamadas más allá de nuestras propias zonas de comodidad? Mientras nos preparamos para el Capítulo, ¿cómo podemos reconocer y reunir nuestros variados dones para, en palabras del tema del Capítulo 2023, Explorar de nuevo la Misericordia?