Un ministerio difícil pero gratificante en un Sudán del Sur devastado por la guerra
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Por Hermana Winnie Njuguna
En mis tiempos de estudiante en la Universidad de las Indias Occidentales, escuché una charla de Hermana Marylin Lacey a las Asociadas de la Misericordia, en Jamaica. Mientras hablaba de su ministerio de educar a niñas sursudanesas, me sentí llamada a servir de forma similar.
Año y medio después, puedo decir que ha sido una experiencia desafiante. Pero Dios siempre ha estado realmente presente, incluso en los momentos difíciles. La población sursudanesa ha vivido décadas de guerra, lo que les ha convertido en un pueblo traumatizado. He aprendido a ser paciente, tolerante y a perdonar. Cada mañana, me levanto y dejo que Dios sea el compás que me guíe.
Sirvo en un instituto católico de formación para la salud que prepara a mujeres y hombres de todas las diócesis de Sudán y Sudán del Sur para trabajar en la enfermería y la obstetricia. Como administradora del instituto, transmito la compasión de la Misericordia a mis estudiantes y al personal.
Mi oficina también se encarga de educar al personal y a sus estudiantes sobre la vida sostenible. Plantamos árboles porque la mitad del país se enfrenta a la deforestación y hemos empezado a criar cabras para producir carne. Hablamos de seguridad alimentaria y yo animo a mis estudiantes a cultivar lo que comen y a comer lo que cultivan. También me dedico a sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas de la mujer, incluyendo la violencia de género. Además, gestiono la recaudación de fondos para evitar la corrupción y mala gestión.
Vivo en una comunidad con cuatro personas de todo el mundo. Hermana Bindu, que es de la India y es la directora; Hermana Brygida es de Polonia y es la consejera del colegio; y nuestro capellán, Padre David, que es camerunés.
Mi comunidad forma parte de un proyecto dirigido por la Conferencia Episcopal de Sudán y Sudán del Sur y es gestionado por Solidaridad con Sudán del Sur, un proyecto de la Conferencia de Superioras/es Generales. El grupo incluye sacerdotes, hermanos y hermanas de diferentes congregaciones de todo el mundo. Nos reunimos anualmente para dialogar sobre los retos que amenazan a nuestros ministerios de educación, agricultura, salud, retiros y formación de catequistas.
La población de este país necesita estabilidad, paz y desarrollo. Muchas ONG están haciendo todo lo posible para educar y sanar a la población, pero el gobierno debe implicarse más en la creación de una solución a largo plazo.
Muchas ONG están abandonando el país debido al cansancio de sus donantes y al temor a una escalada de violencia. Ha habido personas muertas y heridas y centenares de personas desplazadas. Se ha retirado la ayuda humanitaria y la protección de la población civil de los campos de desplazados internos. La mayor parte de quienes regresan a sus hogares lo hacen sin alimentos, sin casas, sin escuelas y sin instalaciones médicas.
Necesitamos que más religiosas/os vengan a vivir entre los sursudaneses para darles esperanza. También es necesario el desarrollo rural para que la gente pueda cultivar y crear pequeñas empresas.
Las jóvenes necesitan protección frente a los matrimonios forzados, y escuelas primarias y secundarias adecuadas si quieren valerse por sí mismas.
Las Hermanas de la Señora de las Misiones vinieron a visitarnos y fuimos a enseñarles dónde fabricamos nuestros muebles en la casa de los Salesianos de Don Bosco… El Padre Francis nos acogió.
Estoy donde Dios me necesita en este momento. Soy los pies, las manos y el corazón de Dios para cuidar de su pueblo. Espero tener muchos más días felices con mis estudiantes antes de que mi contrato expire en 2024. Me animan y hacen que mi carisma de la Misericordia esté vivo cada día.