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Una pandemia para los pájaros, con copiosas semillas de sabiduría

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Por la Hermana Sheila Carney

Hace unos años, una familia de petirrojos se instaló en las vigas de mi terraza. Me encantó compartir mi espacio, pero ellos habiéndose instalado en mi lugar, no fueron muy agradecidos. Esperaban que yo abandonara mi propiedad hasta que ellos hubieran completado con su temporada de puesta, incubación y vuelo. Cualquier movimiento que yo hiciera alrededor de la terraza era recibido con muchos aleteos, chillidos y otros atrevimientos para manifestar su desagrado.

Sin embargo, cuando la mamá ave se iba a traer alimentos, yo disfrutaba observando libremente sus pequeñas cabecitas y picos que se asomaban al lado del nido. Un día, un polluelo se cayó y fue a dar de golpe en la terraza. Pensé que definitivamente estaba herido, pero después de examinar la situación por un tiempo, se paró, tambaleó un poco y luego se cayó de un lado. Cuando fui a verlo, allí estaba, alrededor de un metro más abajo, rodeado de pájaros adultos que lo motivaban y consolaban en su caminar.

Los petirrojos regresaron durante dos años y después se fueron a otro vecindario diferente. Con el propósito de acoger a más pajaritos, compré una casa para ellos, sin embargo, no atraje a ningún comprador. Entonces, a principios de la pandemia, comencé a poner alpiste para atraer cardenales, azulejos y otras especies coloridas que adornaran mi terraza, brindaran compañía sin las restricciones del distanciamiento social. Acababa de colocar las semillas cuando los pajaritos empezaron a llegar: estorninos ruidosos, agresivos, posesivos con muy malas costumbres sanitarias. Cualquier otro visitante era expulsado rudamente, y ¡arruinaban mi terraza!

Un día, en medio de mi rutina de limpieza, murmurando sobre cómo los estorninos ya se habían instalado, acaparado los recursos disponibles y causado un desastre, pensé: «Me pregunto ¿es así cómo la Tierra nos ve?» ¿Nos «ve» como seres agresivos, posesivos y desordenados en nuestra Casa Común? Esa pregunta me atormentó hasta que acabé con la primera bolsa de alpiste. Cuando se acabó la bolsa, compré una combinación diferente de semillas y, mirabile dictu, como a los estorninos no les agradó la nueva dieta, se alejaron. Fueron reemplazados por una bandada más gentil de gorriones y palomas con sus polluelos, a veces llega un cardenal o azulejo y, el otro día, ¡un colibrí! Esta nueva bandada aún deshecha algunas semillas, pero son más respetuosas con las demás aves, menos chillonas y más tolerantes conmigo. Me permiten estar en mi terraza otra vez. Otra lección: Tuve que hacer solo un pequeño cambio de mi parte, seleccionar una nueva marca de semillas, para mejorar el medio ambiente con resultados medibles.

Ahora, cuando me siento al aire libre con mis amigos plumíferos y rezo mi oración matutina, incluyo una reflexión sobre el pequeño cambio que podría realizar ese día para producir un efecto más positivo en nuestra Casa Común y crear un entorno más acogedor, saludable e inclusivo. Esta pandemia ha sido definitivamente para los pájaros, con copiosas semillas de sabiduría.