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En este tiempo de prueba no estamos indefensas

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Por la Hermana Cynthia Serjak

La pandemia ha invadido nuestras vidas con toda su fuerza. Hemos experimentado un revés en nuestras vidas, lamentamos nuestra creciente cifra de muertos, estamos asustadas y no sabemos qué sucederá. Sobre todo, nos sentimos indefensas. No puedes bombardear un virus, ni dispararle; puedes gritarle y no te escuchará. Quizás nuestro sentimiento de impotencia se presente como ira inexplicable, incluso cólera. Quizás se exprese como culpa e incluso maldiciendo los supuestos orígenes de la pandemia. O tal vez, como me sucedió en medio de una videoconferencia, un ataque de risa sirve para liberar emoción acumulada.

Cuando nos sentimos indefensas, buscamos algo que nos ayude a sentir que estamos un poco en control. Cortar el césped podría ayudar, lavar la ropa o, con lo mejor de nosotras, llegar a los necesitados incluso más de lo que ya solemos hacer. Ayudar a entregar comidas, coser máscaras, poner en Internet nuestro arte o música y, sobre todo, ser obedientes a las normas que nos dicen ayudará. Parece poco, pero es lo que podemos hacer.

Los cristianos creen que en Pentecostés, el Espíritu vino de una manera poderosa y ayudó a que los discípulos tuvieran vida nueva. Todo lo que hay que hacer, para convencerse de esto, es leer el final del evangelio de Lucas y luego seguir leyendo los Hechos de los Apóstoles. La diferencia con los apóstoles es asombrosa. Son personas completamente nuevas, son valientes, sanadores y maestros proféticos.

Estamos en el mismo molde, tú y yo, y tenemos hoy el desafío de seguir creyendo que algo bueno vendrá de este tiempo de prueba, que la comunidad internacional decidirá vivir de manera diferente, de una manera que asegure la atención de quienes están más necesitados, de que por fin se atenúen las terribles inequidades subrayadas por la propagación de este virus. Al final, no estamos para nada indefensas. Tenemos el poder de decidir cada día cómo seremos en el mundo. ¿Dejaremos que nos controle nuestro miedo o seremos valientes, no para enfrentar el virus, sino para enfrentar los problemas que nos revela el virus?

Si bien debemos guardar distancias, podemos fortalecer nuestras conexiones espirituales entre nosotras y con las demás personas del planeta, particularmente con quienes sufren. En la quietud de nuestra cuarentena, podemos dedicar tiempo reflexionando sobre lo que consideramos importante para el futuro. Podemos determinar cómo cambiaremos y cómo podemos alentarnos mutuamente para la vida nueva a la que estamos invitadas a causa de esta terrible tragedia. Podemos cambiar nuestras leyes, nuestros sistemas, nuestras economías, finalmente podemos vivir la doctrina social católica en su plenitud, respetando la dignidad de cada persona en la Tierra.

Por eso, pensemos qué poder tenemos ahora y cómo podemos usarlo. Tal vez no podamos detener este virus, pero podemos asegurarnos de que sea el último que necesitamos para despertar finalmente a nuestros desafíos.