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Nos vemos obligadas a reflexionar profundamente sobre lo que hemos escuchado de las personas y comunidades más afectadas por las violentas intrusiones del extractivismo. Hemos escuchado el llamado a descentrarnos. Ahora pasamos a ocuparnos de las perspectivas teológicas que surgen de las tierras en las que el extractivismo está causando heridas increíbles. Estas teologías se oponen a las teologías antropocéntricas y androcéntricas opresivas que provienen del norte global. Las lentes teológicas sirven para ayudarnos a ver de otra manera. Pretenden descentrarnos para que podamos escuchar más profundamente las voces que pueden resultar desconocidas para nosotras, que están comprometidas con nuestra propia forma de ver y entender. Así que, además de nuestra conocida lente de la Misericordia, pasamos a utilizar una lente de liberación ecológica, una lente ecofeminista y la lente de la ecología integral del Papa Francisco. Estas lentes teológicas nos guiarán para responder al clamor de los que han sido empobrecidos y al clamor de la Tierra.

Para nuestro proceso de reflexión teológica, por favor, lee a través de la(s) siguiente(s) lentes. Aunque todas utilizaremos la lente de la Misericordia, se te pide que elijas y reflexiones sobre una lente adicional:


Lente de la Misericordia: Una visión hacia la armonía y la correcta relación en nuestro mundo sufriente

[Versión abreviada aquí]

Antecedentes: El Instituto de las Hermanas de la Misericordia de las Américas abraza la tradición de Catalina McAuley. Su visión y su compromiso evangélico de caminar con los que sufren en la pobreza ha sido un ejemplo para nosotras. Siguiendo sus pasos, nos comprometemos a estar al servicio de las personas empobrecidas, de las personas enfermas y de las personas sin educación. Hemos seguido profundizando nuestra tradición de la Misericordia en estos tiempos contemporáneos. En el transcurso de nuestros tres últimos Capítulos del Instituto (2005, 2011, 2017), hemos intensificado nuestro deseo de vivir en solidaridad con nuestro mundo sufriente y con toda la creación de Dios. Buscamos continuamente transformarnos hacia una mayor integridad de palabra y obra.

«El Dios de la Misericordia, la Sabiduría y el Misterio nos llama, como Hermanas de la Misericordia de las Américas, una comunidad internacional e intercultural, a profundizar nuestra relación con Dios y entre nosotras, y a intensificar nuestro trabajo en comunión con otras personas que buscan un mundo más justo e inclusivo»

Renovado Compromiso del Capítulo 2017: Llamadas a una Nueva Conciencia(Haz clic aquí para ver los documentos del Capítulo)

Mediante un compromiso expreso con nuestros Asuntos Críticos, prestamos especial atención a cinco áreas de necesidad interrelacionadas en nuestro sufrido mundo: la Tierra, la Inmigración, la No violencia, el Racismo y la Mujer. Entendemos que nuestro compromiso con estos asuntos críticos debe considerarse dentro de un contexto más amplio y en relación con los demás. (Haz clic aquí para ver los Asuntos Críticos)

Llamado a una Nueva Conciencia

Durante el Capítulo del Instituto de 2017, profundizamos nuestro compromiso de escuchar el clamor de las personas, la Tierra y las comunidades más profundamente afectadas por las industrias extractivas y de responder con «integridad y clara intención» a su demanda de justicia y florecimiento de la vida para todos.

Como Misericordia, estamos llamadas a considerar más profundamente nuestras responsabilidades con la Madre Tierra. Buscamos vivir en armonía e interrelación con la Tierra, y apoyar el derecho de la Tierra y de sus comunidades interrelacionadas a cumplir sus importantes funciones en los procesos siempre renovados de la vida (Berry 1999). La «exigencia de abrazar nuestros Asuntos Críticos a través de la lente de la no violencia» nos obliga a escuchar a las personas y a las comunidades, y a la Tierra, que han sido brutalmente afectadas por el extractivismo. Como Misericordia, estamos llamadas a escuchar a las comunidades de color y a las comunidades indígenas, que siguen sufriendo un impacto desproporcionado y violento de las industrias extractivas.  Trabajar para convertirnos en una congregación antirracista y para hacer frente a nuestra emergencia climática, requiere volver a centrarnos en las historias y experiencias que impulsan nuestra toma de decisiones.  Estamos llamadas a explorar lo que significa hoy que la Misericordia se solidarice con las comunidades perjudicadas por las industrias extractivas. Con un corazón que escucha, nos esforzamos por escuchar lo que estas comunidades nos dicen sobre las acciones necesarias para sanar la Tierra. Intentamos comprender de qué forma, como individuos y como comunidad, somos cómplices de la crisis climática que se está desarrollando en nuestro tiempo.

«Llamadas en este momento a actuar», estamos obligadas a responder al impacto de las industrias extractivas sobre las personas, las comunidades y la Tierra. Al comprometernos con una forma descentrada de escuchar, ver y tomar decisiones, nos comprometemos a realizar análisis descolonizados de nuestras propias estructuras y prácticas. Buscamos la relación correcta y la armonía con la comunidad de la vida, en la que nos esforzamos por adoptar una administración recíproca, cooperativa y no dominante con toda la creación de Dios.

«Escuchamos el clamor de nuestro mundo que sufre. El empobrecimiento de los pueblos, la devastación de la Tierra y normas sociales y sistemas opresivos nos llaman hoy a actuar… A intensificar esfuerzos para alinear nuestras inversiones con nuestros valores y, especialmente hoy, necesitamos educarnos y actuar contra las industrias extractivas que están destruyendo personas, comunidades y la Tierra».

Declaración del Renovado Compromiso del Capítulo 2017

Puntos clave en el uso de la lente de la Misericordia:

  • Servimos al sufrimiento de nuestro mundo con un compromiso especial con los Asuntos Críticos.
  • Trabajamos por la transformación de una mayor integridad de palabra y de obra.
  • Escuchamos el clamor de las comunidades que exigen justicia desde su lugar y en su propia experiencia.
  • Buscamos la relación correcta y la armonía con la comunidad de vida de la Tierra mediante relaciones recíprocas, cooperativas y no dominantes.
  • Escuchamos las historias y experiencias de otros desde un lugar descentralizado y descolonizado.
  • Alertamos contra el desequilibrio y las fuerzas destructivas perpetradas por el dominio de la perspectiva poderosa, privilegiada, blanca, patriarcal y capitalista/imperialista.

Preguntas de reflexión

  1. ¿Qué te queda de esta descripción de la lente de la Misericordia?
  2. ¿Hay algún concepto o elemento en la descripción que necesites aclarar? Si es así, ¿cuál?
  3. ¿Cuál es la palabra clave que más te dice sobre el uso de la lente de la Misericordia para analizar el extractivismo?

Una lente teológica ecofeminista: Dios es relacionamiento, Dios está presente en todas partes

[Versión abreviada aquí]

La perspectiva ecofeminista de Ivone Gebara nos proporciona una lente con la cual examinar los valores y supuestos en juego y en tensión con las teologías antropocéntricas. Esta perspectiva desafía la noción patriarcal de que los humanos tienen el mandato de Dios de someter y dominar la Tierra. Explica que el lenguaje sobre Dios no sólo forma nuestras teologías sobre Dios, sino que también moldea nuestro comportamiento hacia la Tierra y sus comunidades vulnerables. Cuando las metáforas se literalizan, el misterio de Dios es sustituido por el absolutismo y la rigidez de las verdades que creemos. Gebara propone una forma metafórica de conocer a Dios que se expande más allá de las imágenes. Dios es «relacionamiento». Relacionamiento significa que la experiencia es un valor y una forma de conocer el misterio de Dios. El relacionamiento expresa la presencia, pero «no es algo que pueda disminuirse a una forma de ser». A través de esta lente teológica, añade Gebara, se puede «encontrar a Dios en una variedad de expresiones».

Dios no está apartado en algún reino trascendente y se relaciona con nosotros desde lejos con ocasionales y limitadas incursiones encarnadas (la visión tradicional de los sacramentos). Utilizando la metáfora de Sallie McFague del universo como cuerpo de Dios, Gebara une la inmanencia y la trascendencia de Dios. «Todos y todo se convierten potencialmente en un sacramento de Dios». Las metáforas de Dios como relacionamiento y del universo como cuerpo de Dios nos obligan a ver la Tierra, la creación y a nosotras mismas de forma diferente en relación con los demás. Dios está en todo y todo está en Dios. No podemos localizar a Dios. No podemos decir que Dios está aquí y no allí. Dios no es una esencia pura que exista en sí misma, sino que Dios se simboliza mejor como relacionamiento o parentesco. Cuando hablamos de Dios, es por medio de las relaciones y de la relatividad. Cuando hablamos de Dios, lo hacemos desde nuestra experiencia personal.

Gebara plantea otro punto teológico, que estamos obligados a experimentar a Dios como presencia. El lenguaje de la presencia y la ausencia de Dios es dualista. ¿Cómo es que Dios está ausente? Decir que Dios está ausente de la creación, o que está fuera de la creación, sitúa a Dios en un espacio etéreo. Estas verdades que creemos dualistas y jerárquicas son nociones patriarcales de Dios. Han dado lugar a todo tipo de teologizaciones como la de por qué este Dios «remoto» responde o no a las súplicas de los pobres o se preocupa por el sufrimiento de la «humilde creación».

Gebara nos insta a superar las teologías antropocéntricas dualistas que elevan el sufrimiento humano por encima del sufrimiento de otras criaturas y de la propia creación. Señala que muchos de nosotros hemos estado tan arraigados a los valores antropocéntricos que las opiniones ecofeministas pueden parecernos extrañas, incluso panteístas. Pero, de nuevo, no podemos localizar a Dios ni aquí ni allí. Cuando oramos como si Dios estuviera ahí fuera, situamos a Dios en algún lugar fuera de nosotros. En cierto sentido, objetivamos a Dios. Cuando no hemos sentido la integración, la interconexión y la interdependencia de todas las cosas, nos resulta más difícil imaginar a Dios si no es a nuestra imagen y semejanza.

La Biblia está llena de imágenes no antropocéntricas de Dios, pero nos hemos aferrado a la imagen humana porque nuestra visión del mundo está arraigada en formas patriarcales de ver. La idea de una divinidad, explica Gebara, que impregna todos los seres, tiempos y lugares, ha sido descartada por las voces patriarcales como primitiva y mítica. Para someter y dominar a la creación, los puntos de vista patriarcales sostienen la idea de que debemos ser mejores y tener un estatus superior al de la creación. Pero Gebara objeta que ya no podemos hablar de que Dios existe antes de la creación, como si hubiera una ordenación lineal de Dios primero y la creación después. No hay ninguna brecha entre la atemporalidad de Dios y la temporalidad de la creación. Dios no existe como un ser separado de la creación: Dios está presente siempre y en todas partes. Al separar radicalmente a Dios de la creación, mantenemos a Dios como una «reserva moral» intocable que permite a los seres humanos abandonar un dominio o acciones malvadas. En efecto, con la ayuda de Dios, podemos alejarnos de lo que hemos destruido y dejarlo atrás, o con una noción apocalíptica moderna, podemos creer que todo será sustituido por una Tierra nueva y mejorada.

¿Por qué es importante la lente ecofeminista de Gebara? ¿Por qué cambiar nuestra forma de percibir a Dios? Gebara dice que no resolveremos los problemas de la angustia y el sufrimiento humano con los discursos dualistas tradicionales que separan la presencia de Dios de la creación. Necesitamos una perspectiva unitaria y muy realista. Intentamos comprender y aliviar el sufrimiento de la Tierra, de los animales y de los humanos, sin creer que un sufrimiento sea superior o inferior al otro. El relacionamiento no es un discurso sobre el «ser» de Dios, sino sobre lo que percibimos del misterioso cuerpo del universo al que pertenecemos. Esta forma de ver desafía los discursos tradicionales sobre Dios y recupera las metáforas de Dios de los rígidos nichos literalistas y dogmáticos. Podemos ampliar nuestras imágenes de Dios, compartir experiencias de Dios y alejarnos de las imágenes de Dios que ya no tienen sentido.

Gebara explica que la invitación al amor y a la misericordia no procede de una realidad externa a nosotros; más bien es un impulso que está presente en nuestra propia humanidad. Dentro de nuestro propio ser late una increíble atracción hacia otros seres, hacia la creación. Debemos permitir que nuestras experiencias vitales sean nuestro primer maestro.

Preguntas de reflexión

  1. ¿De qué forma tu familia y las experiencias de tu infancia moldearon tu perspectiva de Dios? ¿De qué manera tu perspectiva de Dios ha configurado tus interacciones con la creación y las criaturas?
  2. ¿De qué manera la comunidad ha moldeado tu relación con Dios y la Tierra? ¿De qué te has desprendido? ¿Qué inspiró tu cambio? ¿Cómo han cambiado tus valores?
  3. ¿Qué es lo que te ha resultado desafiante de la lente teológica de Gebara?  ¿Qué aspecto de la perspectiva teológica de Gebara inspiró o afirmó tu propia experiencia de Dios?
  4. ¿De qué manera es relevante la lente ecofeminista de Gebara para tu debate sobre el extractivismo?
  5. ¿Qué valores ecofeministas crean tensión en tu interior al haber escuchado profundamente las experiencias traumáticas? ¿Qué ha surgido en ti?

Una teología ecológica de la liberación: La opción preferencial por los pobres y el problema del saqueo

[Versión abreviada aquí]

El teólogo Daniel Castillo nos capta a través de la influyente lente de la teología de la liberación de Gustavo Gutiérrez, pero la desarrolla con una lente ecológica.  También desafía, al igual que Gebara, las teologías antropocéntricas y androcéntricas opresivas del norte global, pero sitúa estas teologías en su contexto del Antropoceno.

El trabajo de Daniel Castillo nos proporciona un contexto al explicar cómo el Banco Mundial y los países desarrollados, como Estados Unidos y las naciones europeas, colaboraron para trasladar las industrias sucias al sur global. América Latina y África se convirtieron en los vertederos de residuos tóxicos y recursos extraídos. Castillo explica que estamos en medio de la sexta extinción masiva. El extractivismo está devastando los ecosistemas de la Tierra a niveles sin precedentes, y el envenenamiento del suelo, del aire y del agua de la Tierra se está produciendo a un ritmo sin precedentes. Los pueblos indígenas, que viven de forma sencilla y en armonía con la Tierra, sufren enormemente los efectos del extractivismo. Se les ha confiscado el agua y la tierra, incluso a costa de sus propias vidas. La violencia perpetuada por poderosas fuerzas económicas y empresariales suele estar sostenida por fuerzas gubernamentales opresivas.

Para Castillo y otros liberacionistas, responder a los males del extractivismo requiere que nos replanteemos nuestra perspectiva cosmológica. La visión idílica de que formamos parte del gran esquema del proceso creativo de Dios contrasta fuertemente con la perspectiva evolucionista en la que los humanos evolucionan como criaturas complejas mediante comportamientos triunfalistas.

Castillo sostiene que, en efecto, podemos experimentar una mayor sensación de conexión con la creación cuando vemos que todo está compuesto de polvo de estrellas, pero este gran sentimiento unificado no nos ayuda a afrontar las realidades más duras. ¿Cómo respondemos a los genocidios, al cambio climático y a los virus, ya que también forman parte de la creación y están compuestos de polvo de estrellas? La historia del universo no es sólo una bella historia de la cosmología; consiste en el proceso de evolución que puede ser brutal a medida que la vida evoluciona de simple a compleja. La aparición de formas de vida superiores detalla un relato triunfalista de la historia en el que surgen los vencedores, y es su historia la que se celebra. El clamor de la Tierra y de aquellos que fueron empobrecidos han sido y siguen siendo enterrados en los relatos triunfalistas. La realidad histórica de la evolución es mucho más cruda y desordenada de lo que se presta nuestra visión idílica de la cosmología. Castillo insta a un enfoque político-ecológico que busca iluminar el abuso de poder en el mundo.

Comienza con los prejuicios antropocéntricos heredados del cristianismo de la época medieval. Castillo señala la creencia cristiana común de que Dios ordenó a los humanos que explotaran la naturaleza para su uso (una interpretación errónea común de Génesis 1:26-27). Las teologías medievales también desacralizaron el mundo natural con llamados a los cristianos para que se separasen de las cosas mundanas y se centrasen en la búsqueda de otro mundo. El secular se hizo pasar por sucio e impío. Se consideraba a los humanos como redimibles, con almas que podían salvarse y elevarse, mientras que el mundo natural carecía de alma y sólo existía para servir a los humanos (desechando la idea de que la creación da gloria a Dios por su ser). Según Castillo, este proceso desacralizador ha sancionado y catalizado la explotación y la dominación de la naturaleza, lo que a su vez ha conducido a nuestra actual crisis ecológica. Con estos puntos de vista antropocéntricos, no podemos ver que los humanos somos responsables ante Dios de nuestros actos. Debemos actuar con una comprensión de quién es Dios y de lo que Dios desea. Estamos llamados a reevaluar las viejas teologías y soteriologías que perduran en nosotros para evaluar si hemos visto lo que Dios realmente desea. Castillo apunta a la comprensión de la auto-revelación de Dios en nuestra tradición cristiana (la Biblia, la doctrina y otras fuentes de la tradición), pero también afirma que la naturaleza es una fuente de la revelación de Dios (como lo dilucida el Papa Francisco en Laudato Si). Según Castillo, Jesús encarna los deseos de Dios cuando ofrece una buena nueva a los pobres y da esperanza a los cautivos, y exhorta a sus seguidores a ocuparse de los más pequeños (Mt 25:35-40) (897). Las bienaventuranzas hablan del deseo de Dios de bendecir a los vulnerables (Mateo 5:3-12 // Lucas 6:20-25). Jesús proclama la buena nueva de Dios a los pobres (Mateo 11:5 // Lucas 4:16, 7:22).

En los decenios de 1950 y 1960, la influencia de la teología de la liberación se impuso en América Latina. Su principio fundamental es la creencia de que la «opción preferencial por los pobres» obliga a las comunidades a responder a las injusticias que oprimen y matan a los pobres y a otros pueblos marginados. Castillo explica que empezaron a surgir dos concepciones divergentes de la teología de la liberación y su énfasis en la «opción preferencial por los pobres». Por un lado, la teología de la liberación instaba a una llamada a la transformación radical por parte del pueblo de Dios que exigía la participación en la lucha contra las fuerzas psicológicas, políticas, culturales y económicas (908). Por otra parte, el apoyo a las causas de los pobres y marginados no requería necesariamente una conversión de vida. Se puede permanecer en una posición de apatía, pero también en un lugar de no implicación respecto a la transformación estructural (908). Castillo sostiene que, en el fondo, la teología de la liberación requiere que una comunidad de creyentes practique obras de caridad y misericordia, pero también, y de forma importante, que se enfrente y transforme las fuerzas socioeconómicas, políticas y culturales que producen las injusticias, la pobreza material y la opresión (919). Si el amor de Dios y el deseo de Dios han de vivirse mediante el compromiso de una opción preferencial para los pobres, ello exige la conversión, que requiere una reorientación de nuestras vidas y comunidades hacia el servicio de la transformación del mundo (919). ¿Cómo puede producirse la conversión si no despertamos y tomamos una conciencia más profunda de nuestra propia participación en la opresión y las injusticias que afectan a los pobres? Estamos llamados a ver cómo nuestras propias ideologías contribuyen a estas injusticias. Estamos llamados a una nueva conciencia.

Castillo explica cómo el colonialismo y la ideología del saqueo dieron forma a las relaciones entre los dos hemisferios globales. En resumen, el norte ha saqueado al sur global durante más de 500 años, impulsado por la Doctrina del Descubrimiento y las Bulas Papales. Añade que este saqueo fue perpetuado por la ideología del saqueo que incorporaba el racismo, la misoginia y la superioridad cultural. Y fue sancionado de diversas maneras por la teología cristiana. Tras la Segunda Guerra Mundial, el colonialismo tal y como lo conocíamos empezó a derrumbarse, pero una nueva forma de colonialismo estaba en auge, y estaba siendo impulsada por el mito del progreso (938). Aunque Castillo no lo menciona, el auge del Evangelio de la Prosperidad y sus teologías afines influyeron en el trasfondo de los valoresculturales estadounidenses que hasta hoy siguen saqueando el sur global. Mientras el sur global acogía el declive del viejo colonialismo, Castillo escribe que el presidente Harry Truman (1945-1953) instó a una era de desarrollismo. Abogó eficazmente por la mejora de las regiones subdesarrolladas llevando a ellas los avances científicos y el desarrollo industrial. En efecto, inauguró una era neocolonial antes de que el sur global pudiera construir e instituir nuevos paradigmas para sí mismo (949). Su efímera bienvenida a la liberación del viejo colonialismo se convirtió en un nuevo tipo de colonialismo en el que el norte global utilizó el desarrollismo y la modernización para enmascarar el saqueo de los recursos del sur (en mano de obra, en tierra, en minerales y otros recursos).

Fue dentro de esta nueva era de neocolonialismo y en respuesta a la violencia y devastación que la caracterizaba, que Gustavo Gutiérrez, filósofo y teólogo peruano, elaboró y expuso por primera vez las ideas de la teología de la liberación (1971). Esencialmente, pidió un cambio radical hacia la liberación e instó a romper con el desarrollismo. Castillo nos recuerda cómo Gutiérrez reveló los engañosos y peligrosos trasfondos legitimados y ofuscados por la retórica del desarrollo y la modernización (981). Ayudó a plantear cuestiones críticas. ¿Qué es lo que ocurre realmente en nombre del desarrollo y la modernización, y cómo estos conceptos de progreso impiden las transformaciones reales?  Y además, ¿quién se beneficia realmente de estos conceptos instituidos por el norte global? El llamado de Gutiérrez a la liberación de las estructuras sociopolíticas y culturales del desarrollo requiere una conversión inminente, no un retraso en el futuro lejano (981).

Hay tres puntos esenciales expresados en la lente liberacionista de Gutiérrez.

El primero es su concepto de salvación. Explica que la salvación no es exclusivamente una realidad de ultratumba, sino que se experimenta en la historia y en la comunión con Dios. La salvación no es sólo la liberación del pecado, sino también la experiencia de la gracia. La salvación se produce mediante experiencias de comunión y solidaridad con los vulnerables y marginados.

En segundo lugar, Gutiérrez hace hincapié en lo que entiende por «prójimo». El prójimo incluye sobre todo a los pobres y oprimidos, porque, como explica, el amor de Dios se expresa a través de un profundo amor a «los más pequeños».

En tercer lugar, Gutiérrez subraya que la solidaridad con los pobres requiere un compromiso para transformar las estructuras y fuerzas que producen la pobreza, la opresión y la muerte. El pecado cultural y estructural, sobre todo en la forma de desarrollo, debe ser confrontado con una ruptura radical (993).

Castillo desarrolla la teología de la liberación de Gutiérrez con una lente ecológica al vincular el clamor de los pobres con el clamor de la Tierra. El mito del progreso persiste porque atrae con la idea de una forma de vida mejor, pero en realidad sólo se benefician unos pocos. Por ejemplo, cuando las empresas multinacionales se apoderan de los derechos sobre la tierra y el agua para desarrollar proyectos que requieren mucha mano de obra (por ejemplo, centrales hidroeléctricas), suelen traer a trabajadores y contratistas externos. Una vez terminados los proyectos, la gente se queda sin trabajo y sin tierra, con toda su forma de vida trastocada. Castillo cita al Papa Francisco al decir que no podemos separar el mundo humano del mundo natural, porque todo está conectado. (nº 16, Laudato Si). Se necesita un enfoque integral de la ecología. La transformación debe darse a nivel cultural/psicológico y a nivel socio-estructural.

Como dice el Papa Francisco, necesitamos una visión del ordenamiento «correcto» para que se atienda lo que es mejor para el bien común. Requerirá una aceptación personal y social de la limitación, la restricción y la humildad (Laudato Si). Para responder al clamor de la Tierra y de los pobres, se necesitan cambios de paradigma a muchos niveles. La política, la economía, las formaciones sociales, culturales y religiosas deben alejarse de las estructuras de explotación. Estamos llamados a una praxis de cuidado orientada a los deseos de Dios. En concreto, se nos insta a percibir la creación como un «tú» en contraposición a un «ello». La forma en que vemos la creación informa nuestra praxis. Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. [En cambio,] si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo. (nº 11, Laudato Si). Dios desea que cuidemos, protejamos, conservemos y supervisemos, y que vivamos en comunión con Dios, el prójimo y la Tierra. Si vivimos cuidando de la Tierra, nos encontraremos solidarios con la opción preferencial de Dios por los pobres.

Preguntas de reflexión:

  1. ¿Qué formas diferentes de ver surgieron en ti? ¿Cómo desafió Castillo tu propia perspectiva de la creación? ¿De qué manera se afirmaron tus propias perspectivas de la creación?
  2. Ampliemos nuestras preguntas… ¿Cómo nos instaría Jesús a abordar el problema del extractivismo, sobre todo porque arrasa con el cuidado de la Tierra y de los pobres? ¿Y el consejo de Catalina? ¿Qué diría ella?

La lente de la ecología integral: La interconexión de toda la vida y la Tierra como nuestra sustentadora y cuidadora

[Versión abreviada aquí]

Para ver el documento completo con varias opciones de idioma, haz clic aquí… Encíclica del Papa Francisco, Laudato Sí’.

El 24 de mayo de 2015, el Papa Francisco compartió con el mundo una carta encíclica, Laudato Sí’. Siguiendo la tradición de la Doctrina Social Católica, habló de las diversas causas humanas del deterioro del medio ambiente y llamó al mundo a actuar en unidad para el cuidado y la salud de la Tierra.

El Papa Francisco comienza alabando la belleza de la Tierra, nuestra casa común, y nombrando a la Tierra como nuestra sustentadora y nuestra cuidadora. La Tierra produce flores, alimentos y otros bienes que benefician a las criaturas de la Tierra. Nuestros propios cuerpos están formados por la Tierra. Somos interdependientes con la Tierra. Pero la Tierra, afirma Francisco, está enferma. El agua, el aire y el suelo han sido envenenados. Y la Tierra, como los que han sido empobrecidos, ha sido abandonada y maltratada y sus ecosistemas tiene deficiencias. El propio Papa Francisco afirma que no es el primer Papa que aborda las inquietudes ecológicas. En 1971, el Papa Pablo VI expresó en su encíclica Pacem in Terris una grave preocupación por la escalada global de las industrias y el aumento exponencial de la actividad humana destructiva. Los avances científicos, la tecnología y el desenfrenado crecimiento económico eran algunas de sus preocupaciones ecológicas más profundas. El Papa Pablo afirmó que la explotación de la naturaleza tendría consecuencias trágicas. Juan Pablo II en Redemptor Hominis planteó su preocupación por la producción destructiva y el consumo desenfrenado, e hizo un llamado a la conversión del estilo de vida, a abandonar el consumismo y a avanzar hacia una ecología global moral. El Papa Francisco señala a otros grupos que comparten serias preocupaciones ecológicas, como científicos, teólogos y organizaciones medioambientales, tanto de comunidades católicas y otras cristianas. Las voces de alarma aumentan y se unen para hacerse oír.

En Laudato Sí, el Papa Francisco recurrió a las palabras de Bartolomé I, el patriarca de la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Oriente. En junio de 2003, Bartolomé llamó a que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta. Los seres humanos han destruido la diversidad biológica de la creación de Dios, degradando los ecosistemas de la Tierra, arrancando los bosques naturales, destruyendo los humedales, contaminando las aguas, el aire y la tierra. Bartolomé instó al arrepentimiento, señalando que un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios  Pero va más allá al pedir un cambio en la forma en que la humanidad trata a la Tierra. Debemos abordar las raíces éticas y espirituales del problema. Las soluciones tecnológicas no son suficientes. Bartolomé nos llama «a pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, a pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios». Insta a una ascesis que «significa aprender a dar, y no simplemente renunciar». Los cristianos están llamados a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global». (LS 0.8-9).

Inspirado en san Francisco de Asís, el Papa Francisco nos recuerda la preocupación del santo por la creación de Dios, por los pobres y los marginados. Vivía con sencillez y en armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza. El Papa Francisco explica un nuevo concepto para muchos de nosotros denominado «ecología integral». ¿Qué es la «ecología integral»? Es la comprensión de que todo está interconectado y es interdependiente. Todos los sistemas ecológicos están interrelacionados. Los seres humanos deben desempeñar un papel fundamental en la reparación de los daños causados a la creación de Dios. Cada persona es la respuesta a la solución de la crisis, por pequeños que sean sus esfuerzos, tanto si aplica sus talentos para abordar un daño concreto a la Tierra como si modifica su estilo de vida para reducir o eliminar el daño a la Tierra. Todos debemos cooperar con el cuidado de la creación. El Papa Francisco señala dos elementos clave necesarios para que se produzca el cambio: la motivación y el camino educativo. (LS 1.10-15)

Lo sorprendente de la aceleración de los cambios en curso no es el elemento de cambio en sí mismo. El cambio está siempre presente en los sistemas complejos, pero la actividad humana ha acelerado la velocidad del cambio mucho más allá de la «natural lentitud de la evolución biológica». El Papa Francisco aborda las áreas clave del cambio acelerado: la contaminación, los residuos y la cultura del descarte; el agotamiento del agua saludable y del agua en general; la pérdida de biodiversidad; el efecto de la contaminación y la privatización en las comunidades humanas; las desigualdades sociales y económicas; la congestión y la pobreza de las comunidades urbanas; y la desigualdad. El deterioro del medio ambiente y de la sociedad afecta a los más vulnerables, a los más pobres de entre nosotros. El Papa Francisco insta a una respuesta global que escuche «tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres». Los acomodados viven muy alejados del clamor de los pobres. (LS 1.18, 48)

El norte global ha saqueado los recursos del sur global, lo que ha provocado una grave destrucción medioambiental y social. Francisco cita ejemplos como el uso del mercurio en la minería del oro. Los ríos y otras fuentes de agua han sido contaminados por el envenenamiento con mercurio. El norte global exige algo más que el saqueo al tomar los recursos. También deposita residuos venenosos en el sur global. Los residuos peligrosos incluyen piezas electrónicas de computadoras y teléfonos celulares. Francisco añade que el norte global no quiere esos residuos venenosos en sus propias tierras, por lo que los deposita en las tierras donde los pobres no pueden oponerse. El despilfarro de alimentos es otra cuestión preocupante. Un tercio de todos los alimentos producidos, señala Francisco, se desperdicia y nunca llega a la mesa de los hambrientos. El consumismo extremo y selectivo genera este desperdicio. El agotamiento de algunos recursos, hace que se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras. Aunque se han hecho algunos progresos, como la limpieza de los ríos y la restauración de los bosques, estos proyectos de renovación, por sí solos, no resolverán el problema ecológico global. Estamos cautivados por el mito del progreso. Creemos que nos espera un futuro mejor gracias a los avances tecnológicos, pero estos avances contribuyen por sí mismos a una cultura del descarte. En nombre del progreso y el desarrollo, la destrucción de nuestra casa común continúa a un ritmo rápido. (LS 1.50-1,58)

Una ecología integral

El Papa Francisco pide una visión que considere la interrelación de todas las cosas. En resumen, trabajar hacia una solución sostenible de la crisis mundial requiere un enfoque integrado.

Ecología ambiental, económica y social

Francisco subraya que los aspectos físicos, químicos y biológicos de la Tierra están interconectados. Nos insta a cuestionar ciertos «modelos de desarrollo, producción y consumo» que deterioran y disminuyen esta interrelación (4.138). Una ecología integral requiere un cambio en nuestras percepciones. ¿Somos únicos y especiales en la creación de Dios y, por tanto, la única criatura amada por Dios? Algunas observaciones importantes del Papa Francisco en Laudato Sí son:

Los datos científicos muestran que «buena parte de nuestra información genética se comparte con muchos seres vivos». Francisco escribe que «todo está conectado. El tiempo y el espacio no son independientes entre sí y ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas se pueden considerar por separado. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida». Al hablar de medio ambiente, se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esencialmente, Francisco cree que hay una interconexión e interrelación profundamente arraigada con toda la creación. En su opinión, «no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental». La lucha contra la pobreza y la protección de la naturaleza están interrelacionadas. (LS 4.138-139)

El Papa Francisco insta a la necesidad de una mayor investigación y educación continuas que nos ayuden a comprender los ecosistemas de la Tierra y cómo estos ecosistemas se regeneran e interrelacionan. Las cuestiones críticas incluyen la forma de fomentar un crecimiento económico que proteja al medio ambiente. Insiste en que el desarrollo no puede venir a expensas del medio ambiente. Se necesita una legislación eficaz para proteger los bosques. Se necesitan instituciones sociales para regular la actividad y las relaciones humanas (LS 4.142). Sin una legislación eficaz y el desarrollo de las instituciones sociales, continuará la grave degradación. El medio ambiente, los ecosistemas y las comunidades humanas seguirán deteriorándose por los actos de injusticia y corrupción. La violencia, la pérdida de libertad y la destrucción de vidas se intensificarán (LS 4.140-4.142).

Ecología cultural

La destrucción de comunidades en nombre del progreso tiene efectos devastadores en la herencia histórica, artística y cultural de un lugar. La identidad original se pierde cuando se reconstruyen ciudades y lugares. Reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente «poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular». «Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo». La cultura evoluciona desde su pasado y vive en el presente. Las culturas locales han desarrollado sus propios procesos, que deben ser respetados y escuchados. La actual economía globalizada, señala Francisco, tiende a «homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural». Pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas locales. Las culturas locales necesitan desarrollar nuevos procesos a través de su propia cultura para preservar su patrimonio. La desaparición de la cultura es tan grave como la extinción de una especie. Francisco insta a que se respete y se cuide a las comunidades indígenas y sus tradiciones culturales. Se está presionando a muchos indígenas para que abandonen sus tierras a fin de poder «progresar». Lo que sigue son proyectos agrícolas y extractivos que desprecian y diezman la naturaleza y la cultura (LS 4.143-4.146).

Ecología de la vida cotidiana

El Papa Francisco aborda la preocupación por la calidad de la vida cotidiana. El entorno que habitan las personas, especialmente los pobres que viven en entornos urbanos densamente poblados, puede ser «caótico o cargado de contaminación visual y acústica» y da lugar a una sobreestimulación y a la sensación de asfixia. Las personas que viven en la extrema pobreza en esas zonas a menudo no poseen armonía, amplitud y posibilidades de integración. Además, el anonimato social crea desarraigo, lo que favorece las conductas antisociales y un aumento en las conductas criminales. El Papa Francisco exhorta a una serie de formas de mejorar el entorno en el que viven las personas que son pobres. La consideración en el diseño de los edificios y la planificación de los espacios públicos son ejemplos de las formas y programas de ayuda mutua. (LS 3.147-150)

El principio del bien común

Para el Papa Francisco, la visión de una «ecología integral es inseparable de la noción de bien común». Define el bien común como el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables. El bienestar de la sociedad depende del bienestar de sus miembros y de su capacidad para vivir en paz, con seguridad y estabilidad. Los principios de subsidiariedad (por ejemplo, los procesos que se centran en la organización, la adopción de decisiones y la autoridad a nivel comunitario) y la justicia distributiva (es decir, las preocupaciones que aseguran una asignación de recursos socialmente justa) son fundamentales para el desarrollo del bien común. La búsqueda del bien común requiere un llamado a la solidaridad y una «opción preferencial por los más pobres», que son los más vulnerables de la sociedad. Donde cada vez hay más personas a las que se les niegan sus derechos humanos, donde cada vez hay más personas a las que se considera prescindibles, estamos llamados a solidarizarnos con ellas. (LS 3.156-158).

Justicia entre las generaciones

El Papa Francisco también insta a que el compromiso con el bien común se extienda a las generaciones futuras. Las crisis ambientales y económicas del mundo están teniendo efectos perjudiciales en nuestro destino común. Estamos obligados a dejar a las generaciones futuras un mundo justo y sostenible. No podemos dejarles un planeta inhabitable, lleno de escombros, desiertos y suciedad. El individualismo desenfrenado, la autogratificación instantánea, el consumo impulsivo y el despilfarro son sólo algunos de los factores que conducen al deterioro de un mundo viable para las generaciones futuras. Francisco hace un llamado urgente a la solidaridad intrageneracional para abordar estas cuestiones (LS 3.159-162).

Avanzando con un enfoque integral

A través de Laudato Si’,el Papa Francisco nos ha instado a mirar profundamente nuestra interconexión con el clamor de los pobres y el clamor de la Tierra. Nuestros estilos de vida, nuestras instituciones y nuestros procesos de toma comunitaria de decisiones y políticas siguen teniendo un profundo impacto en la vida de las mujeres económicamente pobres y vulnerables, así como en sus comunidades y culturas. Nos encontramos ante una respuesta urgente a una catástrofe que ya está en marcha. Nuestro consumo consumista, nuestro apoyo a las empresas multinacionales y nuestras estructuras institucionales están creando, en efecto, un nuevo tipo de colonialismo, un neo-colonialismo que subyuga y explota la Tierra y a las personas en beneficio de los privilegiados. En la raíz de este neo-colonialismo está la práctica del extractivismo. La compra de productos acumulados a través del extractivismo juega a favor de este neo-colonialismo. Las industrias extractivas se basan en procesos como la fracturación hidráulica y la minería a cielo abierto. Estas industrias se insertan en las comunidades, envenenando su tierra, agua y aire, destruyendo la diversidad ecológica y cultural. Estas industrias muestran en sus páginas web bellas imágenes de familias felices, niños educados y comunidades sanas, pero en realidad promueven la violencia contra las mujeres y sus familias y abren de par en par la puerta a la trata de personas. Traen a estas comunidades el horrible abuso de los derechos humanos, la supresión de la cultura y la escalada de los conflictos laborales. Las comunidades se dividen, se desfiguran y se desplazan.

Todo está interconectado e interrelacionado. Un ecosistema afecta a otro y trae la repercusión de nuestras decisiones sobre nosotros mismos.

Preguntas de reflexión:

  1. ¿Cómo nos comprometemos con el principio del bien común que protege, sirve y respeta la Tierra y toda la creación?
  2. ¿Cómo configuramos nuestros estilos de vida y la toma comunitaria de decisiones de forma que repongan la salud de la Tierra y nos hagan sentir una solidaridad significativa con las personas y las comunidades más vulnerables?
  3. ¿Cómo respondemos a la actividad más dañina de nuestro tiempo, el extractivismo?
  4.  ¿De qué manera podemos desarrollar procesos de toma comunitaria de decisiones que nos ayuden a responder con urgencia al clamor de la Tierra y de los pobres?