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Incomparable confinamiento total durante el Domingo de Ramos

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Por la Hermana Michele Aronica

Esta imagen se dibujó sola. No es una «composición» sino más bien una expresión. El inquietante nombre que continúa llegando a mi memoria es «crucifixión mundial» (además de nuestro propio caminar personal de Cuaresma).

Como todos los demás, no tuvimos palmas, ya que todo aquí es confinamiento total. Vivo en Maine, conocido como «Estado del Árbol de Pino». Durante una conversación con una amiga, pareció apropiado usar ramas del árbol de pino para acoger la Semana Santa. (Anteriormente he usado ramos de pino durante el Adviento. Con el tiempo, riégalas y le crecerán raíces. Eso ciertamente es un signo de esperanza.)

La imagen, esta representación de la «crucifixión mundial», no es sólo del virus, sino más bien de una manifestación de algunos principios básicos como comunidad humana que no hemos entendido: la codicia, la división profunda de la desigualdad y la pobreza, el ansia de poder/dominio, la ilusión de control, el entumecimiento de la conciencia de nuestra unidad como comunidad humana, el torbellino de los quehaceres y el mal uso de la tecnología que termina en desconexión y aislamiento.

En otras palabras, es la indiferencia por las cosas básicas que aprendimos en el jardín de infancia. ¿Recuerdan ese libro, escrito por Robert Fulghum, All I Really Need to Know I Learned in Kindergarten (Todo lo que realmente necesito saber, lo aprendí en el jardín de infancia)? Después de que esta pandemia haya aminorado, mi esperanza es que nos deje como una comunidad humana con una profunda, honda sed de arraigo, con un reconocimiento fundamental de la acción de encarnar lo que es realmente esencial para renovarnos (renovarme).

Como comunidad humana, estamos en un momento umbral, en una penetrante oportunidad para un nuevo comienzo, no sólo en mi corazón sino en todos nuestros corazones, como parte de nuestra humanidad común en comunidad.

El pasado Domingo de Ramos fue incomparable a los que haya celebrado. Siempre lo recordaré como el «Domingo de la Rama de Pino». Que nunca tengamos otro igual.