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Felices quienes lloran, porque recibirán consuelo

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Para Cuaresma este año hemos pedido a ocho hermanas y asociadas/asociados que reflexionen en las Bienaventuranzas y el modo en que podemos incorporar cada una en nuestro caminar personal de Cuaresma. Habrá más reflexiones publicadas el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, Jueves Santo y Pascua.

Por la Hermana Diane Swanson

Inevitablemente todos hemos sentido el dolor de las pérdidas. La enfermedad, la vejez, la ira, la muerte, la rabia y la traición. La separación y el enfrentamiento a lo desconocido. Nos angustiamos y sentimos miedo.

Pienso en Lucas 2, 41-51: «Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre parientes y conocidos. Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén. Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados…» El pasaje termina, «Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón».


Para la serie de blogs de las Hermanas de la Misericordia sobre la Cuaresma 2021, la artista y escritora Hermana Renee Yann creó imágenes que evocan el espíritu de las Bienaventuranzas y el bendito recorrido Cuaresmal, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Pascua. Aquí, ella describe su inspiración.

Estoy convencida de que Jesús también tuvo estos sentimientos. Creo que María y José debieron compartir con Él su viaje a Belén, las circunstancias que rodearon su nacimiento, la necesidad de viajar a Egipto, el miedo que sintieron cuando creyeron haberlo perdido.

Jesús experimentó la profundidad y la plenitud de las emociones humanas. Comprendió nuestro miedo y ansiedad.

¿Qué es lo que podemos aprender del miedo y la ansiedad?

Jesús aprendió a ser sensible al dolor y a las pérdidas de los demás, y también su capacidad de causarlos, En el Evangelio podemos encontrar muchos pasajes que relatan que Jesús se conmovió hasta las lágrimas.

  • En Naín, cuando se encontró con la viuda cuyo hijo iba a ser enterrado, Jesús vio su dolor, movido por la compasión trajo de nuevo a la vida a su hijo. (Lucas 7, 11-17) 
  • Antes de que Jesús fuera traicionado y entregado a las autoridades, se angustió y lloró por Jerusalén y el mundo porque no habían seguido los caminos de Dios y no conocían las cosas que logran la paz. (Lucas 13, 34)
  • Cuando Lázaro murió, Martha y María fueron golpeadas por un dolor desgarrador. Jesús no solo sintió su dolor sino que además lloró con ellas y le devolvió la vida a Lázaro. (Juan 11, 1-43)

De tiempo en tiempo, Cristo se nos muestra, encuentra a las personas en sus horas más oscuras y las halla con la más dulce misericordia y compasión de Dios.

Tanto la divinidad como la humanidad de Cristo conformaron de manera única lo que Él era. Ser Hijo de Dios e Hijo de María y José le reveló la manera en la que el amor de Dios se manifiesta en la fragilidad y la ansiedad de la historia humana.

Cuando María y José recordaron y compartieron las experiencias de esos primeros días con Jesús, su ansiedad no pudo ocultarse en el relato, pero tampoco su amor y profunda confianza en Dios. Jesús lo podría haber aprendido también para luego ofrecer sanación y consuelo a todo aquel que se encontrara.

Nuestro mundo continúa llorando la enfermedad y la muerte causadas por el COVID-19, y luchamos con la agitación política que está asolando nuestras sociedades. Confiemos en que Jesús, que lloró con los demás y que fue tentado y probado en todos los sentidos, está en medio nuestro y trae sanación y consuelo mientras tendemos la mano también a quienes lo necesitan.