Esta reflexión blog es parte de una serie continua, Orgullo en la Misericordia que comenzó durante el Mes del Orgullo 2019. Estas reflexiones brotaron de la Declaración del Capítulo 2017 de las Hermanas de la Misericordia desafiándonos a cada una/o, a responder a las personas que sufren por sistemas opresivos y para «educarnos mejor y participar en comprometidos diálogos sobre asuntos de identidad de género y orientación sexual». Les animamos a ustedes a enviar estas publicaciones a alguien que podría tener necesidad de leerlas. Que en unidad, crezcamos en nuestra tolerancia, aceptación y comprensión, y extendamos una mano de acogida a la comunidad LGBTQ+
Por la Hermana Christine Seghetti
En este mes de junio del Orgullo, nos reuniremos: Un estudiante de último año de secundaria católica, un miembro del cuerpo docente de una escuela secundaria católica (¿tal vez más?), la directora del centro local LGBTQ, un pastor luterano y yo. Tanto el pastor como yo somos aliados del centro, proporcionamos acompañamiento espiritual a las personas que utilizan sus recursos; he hecho este ministerio con ellos durante el último año. ¡Estoy tan ansiosa por este encuentro que me quita el aliento y hace que mi corazón lata más rápido!
Hace sólo cinco meses, este estudiante envió un e-mail a la directora del centro LGBTQ; para facilitar la referencia, y para no asignar un pronombre de género, le llamaré «Chris». Chris «no había salido del closet», sentía estrés y buscaba apoyo. La directora nos envió el correo electrónico al pastor luterano y a mí, pidiéndonos si podíamos estar presentes para reunirnos con Chris. Lo hicimos rápidamente.
Chris, aunque no había «salido del closet», tiene amistad con estudiantes que se identifican como LGBTQ en la escuela católica y dice: «No puedo vivir con miedo y esconderme para siempre».
«No estoy de acuerdo con el catecismo, creo que las personas tienen derecho si así lo desean», continuó Chris. «Es necesario fomentar el diálogo con una mentalidad abierta cuando se dialoga el tema en la clase de teología o en general».
Chris era una persona abierta, sentía profundamente y deseaba recibir comprensión y respeto. Chris se dio cuenta de que la escuela secundaria estaba llegando a su fin, pero aun así esperaba que las cosas cambiaran para estudiantes en el futuro.
La semana siguiente, me reuní con un consejero en la escuela secundaria católica para reflejar lo que había escuchado de Chris, para preguntar si había conciencia entre profesores de las preocupaciones de sus estudiantes LGBTQ y para cuestionar sobre lo que se podría hacer en el futuro. Para mi sorpresa, el consejero quería hablar con sus colegas y planear una reunión con el director del Centro LGBTQ.
Entonces, la pandemia ocurrió.
A medida que pasaba el tiempo, me preocupaba que Chris se graduara y que esas esperanzas y preocupaciones bien articuladas se desvanecieran con mi memoria. Así que le pedí a Chris que documentara nuestra conversación por escrito, en caso de que la reunión prevista no se produjera hasta mucho más tarde. Chris lo hizo y también incluyó una reflexión de un graduado de 2019. Chris expresó su deseo de estar presente en la reunión, si fuera posible.
Creo que, con un apoyo cariñoso y compasivo, esta joven persona llena de inteligencia, valentía, cariño y de fe tendrá una mejor comprensión de la identidad propia cuando la universidad comience este otoño.
Es el tiempo de Pentecostés y nos reuniremos a mediados de este mes. Sé que el Espíritu nos ha traído hasta este punto. Vamos a dialogar, y adónde nos lleve después, ¡no tengo ni idea!