De Hermana Elizabeth Small
El domingo de Gaudete es una pausa suave en el caminar de Adviento, un momento para dejar que la alegría se arraigue en nuestros corazones. San Pablo nos dice en Filipenses 4, 4-7: «Alégrense siempre en el Señor». Esta alegría no es una emoción fugaz vinculada a nuestras circunstancias, sino una seguridad constante anclada en la cercanía de Cristo. Es el tipo de alegría que susurra paz incluso en medio de las incertidumbres de la vida.
Esta alegría no niega nuestras luchas, sino que las transforma. Cuando llevamos nuestras preocupaciones a Dios en oración y acción de gracias, creamos espacio para su paz, una paz que supera todo entendimiento. La verdadera alegría surge de confiar en el amor inmutable de Dios y notar Sus bendiciones, incluso en los momentos más pequeños.
Mientras el Papa Francisco nos prepara para el Año Jubilar 2025 con el tema «Peregrinos de esperanza», se nos recuerda que la alegría y la esperanza van de la mano. En un mundo cargado de desafíos, este Jubileo nos llama a la renovación, invitándonos a redescubrir la alegría de caminar con Cristo y a compartirla con los demás como fuente de sanación y unidad.
Este domingo, mientras se enciende la vela rosada, dejemos que nos recuerde que la venida de Cristo es la fuente de todo gozo, un gozo destinado a ser compartido. Que ella nos inspire a ser portadoras de bondad, esperanza y luz en un mundo que anhela su amor.
Preguntas de reflexión
¿Qué momentos o bendiciones en tu vida te han recordado la presencia fiel de Dios?
¿De qué pequeñas maneras puedes compartir el gozo y la esperanza de Cristo con los demás esta semana?
¿Qué cargas llevas que puedes confiar a Dios, permitiendo que su paz llene tu corazón?