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Por las Hermanas Corrine Connelly y Johneen Owens

«Observa las palabras de nuestro Santo Señor…: ‘Amén, te digo, que en cuanto lo hiciste con uno de ellos, aun a los más pequeños, me lo hiciste a mí. ¡Oh! ¡Que inefable consuelo servir al mismo Cristo, a través del pobre y de andar en el mismo camino que él recorrió!» – Instrucciones familiares de Catalina McAuley

En diciembre de 2018, una de nuestras hermanas, Hermana Kathleen Erickson, que estuvo visitando a las mujeres encarceladas a la espera de una sentencia en nuestra prisión local, pidió voluntarias y voluntarios para que ayuden a las familias de estas mujeres en época de Navidad. Esta invitación nos sacó completamente de nuestra zona de comodidad. Decidimos que lo haríamos. Queríamos a una familia que hablara inglés, porque ninguna de nosotras hablaba español con fluidez. Llegamos a un acuerdo con una familia que estuvo hospedada con su tío. La ausencia de la madre dejó a los dos hermanos menores de 10 y 6 años de edad y de sus dos hermanas menores de 4 y otra de casi 2 años bajo el cuidado de su hija de 17 años de edad. Al retirarnos de la casa, luego de visitarles, sabíamos que desearles «una Feliz Navidad» y dejarles algunos regalos sencillos no era suficiente para nosotras. Sabíamos que el Señor nos pedía más.

Nosotras dos reunimos nuestros pensamientos y supimos que en el fondo el Señor nos pedía que hiciéramos algo que no habíamos hecho antes. Ese sentimiento de misericordia y compasión se suscitó en nuestro interior. Nos reunimos nuevamente con la joven de 17 años para dialogar la mejor manera de trabajar con ella, no solo en lo económico, sino para darle a conocer los diferentes servicios sociales que están disponibles para ella debido a sus circunstancias. Con generosas donaciones y mucha sangre, sudor y lágrimas, logramos continuar trabajando con esta familia. La joven de 17 años estaba embarazada en aquella ocasión y temía al principio, que si nos enterábamos ya no íbamos a querer seguir ayudándola. Estuvimos tan comprometidas con ella que le organizamos una fiesta de bienvenida para el bebé. Ella no pudo estar presente en esa celebración porque justamente ese mismo día dio a luz a su pequeña.

Con frecuencia les compramos alimentos, les pagamos las facturas de servicios de luz y agua, les ayudamos con el alquiler y con cualquier otra cosa que necesiten. Antes que comience el colegio, cada otoño, llevamos a los niños para comprarles zapatos y ropa. También planificamos fiestas especiales para ellos en sus cumpleaños. Lo que comenzó como una invitación para ayudar durante la Navidad sigue vigente hoy en día.

Hemos aprendido tanto en estos años, Nosotras, como Hermanas de la Misericordia somos muy bendecidas. Verdaderamente estamos muy agradecidas por lo que tenemos, y hasta que tú hayas visto cómo viven otras personas, no te vas a dar cuenta de lo que significa ser pobre.

A través de más de tres años, hemos experimentado o compartido tanto triunfos como pérdidas. Rehusamos rendirnos y tuvimos un sentido de determinación para perseverar en esta obra de Misericordia. Nosotras dos tenemos amor por la educación y hemos tratado de inculcar ese amor en la familia. Sabemos que la educación es la llave que les llevará a triunfar. Nosotras dos sentimos que nuestro logro más grande es el hecho que tres de los jóvenes mayores estén yendo al colegio y que les guste.

Como en muchos casos, el COVID 19 no ha sido bueno con nosotras. No hemos podido visitar a tantos como nos hubiera gustado, pero la situación está cambiando al igual que aquellos que están logrando vacunarse.

Esa invitación de diciembre de 2018 realmente ha cambiado nuestras vidas. Nos hace ver que la acción de dar limosna nunca toma vacaciones, ni es una palabra que exclusivamente la usamos durante la Cuaresma. Es totalmente una entrega de una misma. Nunca nos hemos lamentado de responder a tal petición con un «Sí» o hemos rehusado las gracias especiales que el Señor continúa derramando sobre nosotras cada día.

Hemos tenido aventuras que muchas Hermanas de la Misericordia aún no han experimentado. Cada vez que hacemos una visita, oímos el grito de «Abuela, Abuela», que las dos pequeñas exclaman cuando llegamos a su casa, ¡o los muchos abrazos que recibimos cuando nos demuestran lo mucho que nos quieren!

Hay bastantes familias aun como las nuestras que necesitan ayuda. Si recibes una invitación, por favor di «Sí».