Por la Hermana Anne Connolly
Mientras todos nuestros ojos están puestos en nuestra frontera sur, estoy aquí con noticias y mucha gratitud desde McAllen, Texas, punto de entrada de inmigrantes de Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Ecuador, México y Venezuela. Aquí nos solidarizamos con nuestros colegas — de la Misericordia y demás — en los puntos de entrada de San Diego, Laredo y El Paso, una solidaridad en la que nos decimos que «el caos también está aquí».
Recientemente, llevé a toda prisa a una familia a la estación de autobuses, llegué y encontré filas de familias, todas con el sobre manila grande con papeles de inmigración. De manera similar, el 4 de julio, entramos al aeropuerto para encontrar largas filas de familias con sobres manila. ¿A quién acompañar primero…?
Acontecimientos de un día: Reunificación de familia: una esposa perdida, un hermano y una hermana, una mujer embarazada de ocho meses en un mar de lágrimas al reconocer a un miembro de la familia; una llamada telefónica en la que sobrino y tío guatemaltecos desaparecen al idioma quiché; una madre con un bebé de cuatro días, otra con un hermoso bebé de una semana; y la mamá embarazada de nueve meses a la que una mañana nos negamos subirla a un avión. Nunca podré olvidar la alegría que sentí cuando escuché la ambulancia esa noche y la vi detenerse frente a su habitación del hotel. La alegría de haber tomado la mejor decisión.
La querida Hermana Renee Yann, con quien muchas de nosotras comenzamos nuestro día, nos dijo meses atrás: «Él se arrodilla sobre esta Tierra como un médico divino, y Su amor derrite lo santo en nosotras». Así se han sentido las horas y los días — convertidos en semanas y meses — en el ministerio privilegiado de caminar con inmigrantes en cuarentena/con retraso en su camino por el COVID.
Es en ese contexto que quiero avisar a todas las integrantes de la Misericordia y amigos de la Misericordia — de Este a Oeste y de Norte a Sur, que han apoyado tan increíblemente este ministerio con nuestras hermanas y hermanos que buscan una vida mejor — que me moveré a Pennsylvania, dejando a finales de agosto este ministerio con los inmigrantes. Estaré desarrollando sus historias durante los próximos meses y asesorando a quienes ya han descubierto cómo y dónde encontrar a los inmigrantes al otro lado de su camino.
Gracias a ustedes, las donaciones de cordones se convirtieron en una abundancia de ropa, de ropa interior para todas las edades, leggings para mujeres y shorts para hombres. El dinero de ayuda de la Misericordia para COVID-19 y las donaciones de tantos me han hecho posible ocupar más de $15,000 dólares en ropa para una familia tras otra en el hotel COVID. Un profundo y humilde agradecimiento a todas y cada una de las personas — que queremos ofrecer este país a otros como un hogar — que participaron en este ministerio de la Misericordia conmigo. ¡La misericordia es nuestro primer idioma!
Aquellos de ustedes que vinieron y se fueron como voluntarias/os, disfrutamos de la planificación y lamentamos cuando llegó el momento de que partieran. Siempre habrá una necesidad en cada punto de entrada para los inmigrantes. Juntas, debemos implorar tanto al gobierno federal como a Dios que se hagan cargo y le den algún sentido a una situación que parece estar muchos días fuera de control. Aquellos para quienes está fuera de control son seres humanos, muchos de ellos niños, no son papas u otros productos en diferentes etapas de transporte. Esta imagen me ha perseguido estos meses y la dejo para su consideración.
Estoy muy agradecida de poder comunicarme con todas las personas en todo el Instituto que me han honrado una y otra y otra vez, pidiéndome ser aquí sus manos y pies. De hecho, ha sido un humilde privilegio.
Nota de la autora: Por privacidad y seguridad, faltan fotografías de personas importantes de este momento histórico.