Felices quienes tienen misericordia
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Por la Hermana Rita Parks
Para Cuaresma este año hemos pedido a ocho hermanas y asociadas/asociados que reflexionen en las Bienaventuranzas y el modo en que podemos incorporar cada una en nuestro caminar personal de Cuaresma. Habrá más reflexiones publicadas el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, Jueves Santo y Pascua.
Felices quienes han recibido misericordia, porque ahora pueden ser mostrar misericordia.
¿Qué? ¡Espera un momento! ¿No es al revés?
Sí y no. A veces un poco de reorganización ofrece otra perspectiva, otra oportunidad tanto para la contemplación como para la acción.
Al explorar la primera mitad de este revés, el orar con las Escrituras facilita el recibir misericordia. Los antiguos en nuestra tradición cantaron salmos celebrando la misericordia de Dios, que comenzó antes del tiempo y continúa como una creatividad sin fin renovada «cada mañana»; la liturgia de hoy nos pide recordar la misericordia de Dios desde «los días de antaño». Los profetas también hicieron eco de la misma promesa, hablando en nombre de Dios de Israel: «Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi lealtad».
Esto, en sí, puede hacernos caer de rodillas en agradecimiento por tan gran regalo.
Sin embargo, también sabemos que Dios nunca termina de dar. Este primer derramamiento de misericordia, tan extravagante y generoso, se encarna en Jesús, la misericordia de Dios se hace humana. Jesús es Dios. Y muy a menudo en las historias de cómo sana a enfermos en el cuerpo o corazón o la mente, la misericordia sanadora que imparte es seguida por una invitación a quien se recuperó: «Ve y haz lo mismo». Ve y dale a otra persona el regalo que tú has recibido.
Lo que nos lleva a la segunda mitad del revés de la Bienaventuranza.
Nuevamente, las historias del Evangelio nos llevan al siguiente paso de la gracia ofrecida por la misericordia recibida. Me pregunto: ¿El hijo miserable perdonó a su hermano celoso del don de la misericordia que su padre le dio? ¿El viajero herido que yacía al costado del camino a Jericó restauró a alguien más que estuviera en peligro, como lo hizo su salvador samaritano? Y así como Jesús misericordioso ofreció la oportunidad de «ve y haz», ¿dieron a su vez el don de la misericordia divina recibida: el ciego que veía, los leprosos curados, la mujer encorvada sanada? El don ofrecido libremente da la opción de darlo libremente.
Hermana Pat McDermott, presidenta del Instituto, en un video mensaje reciente presentando al personal de todo el Instituto, nos recuerda que la misericordia es amable, receptiva, compasiva y acogedora. Durante este tiempo extraordinario, donde disponemos de oportunidades limitadas para entrar tan plenamente en la vida y apostolado como quisiéramos, estas formas simples pero desafiantes de ser misericordiosa pueden abrir oportunidades para la creatividad. Hoy nuestro Monte de las Bienaventuranzas es una habitación, una calle, un barrio. Es una conversación telefónica, una reunión en línea, comida preparada y compartida con un vecino, una carta a un amigo, a un periódico o alguien en el poder. Se extiende hasta donde alcance nuestro deseo. Desde nuestro Monte de las Bienaventuranzas, podemos expandir nuestra visión y abrirnos a nuestro pueblo o ciudad, nuestro país, nuestro mundo. Puesto que recibimos primero misericordia, podemos ser también misericordiosas.
Vayan y hagan lo mismo.