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Por Hermana Marissa Butler

Lo que comenzó como una visita matutina cotidiana al gimnasio finalizó como un poderoso momento de Misericordia. Mientras guardaba mis pertenencias, otro miembro del gimnasio llenaba su mochila, una manta sucia y media bolsa de Cheerios en el siguiente casillero.

Él me parecía conocido. Asumí que nuestros caminos se habían cruzado previamente en el gimnasio. Durante mi ejercicio, mi mirada lo seguía. Ya estaba saliendo, pero en vez de eso me paré en la puerta preocupada interiormente. El joven estaba sentado en el piso contra una pared, cargando su teléfono. Sentí la necesidad de responder, pero ¿cómo? Siendo hija de Catalina McAuley, imaginé lo que ella haría. Escuché su voz diciéndome que le ofreciera algo de comer, y que además orara por él para que su alma se sustentara, igualmente.

Me senté en el piso junto a él y le pregunté si necesitaba algo. Me explicó que había sido echado de la casa de sus padres y necesitaba un lugar donde ir. Sabiendo que no podía llevarlo a casa, empecé a buscar albergues cercanos. Continuamos conversando y él aceptó mi propuesta para desayunar.

Mi intención fue invitarle a desayunar y seguir mi camino. Pero en cambio, me senté mientras él comía. Compartió su historia, una de disputas con sus padres y retos financieros. Él quería cambiar. Compartí mi historia de relaciones quebrantadas y la necesidad de consejería. Se sorprendió que yo estuviera familiarizada con estas experiencias.

Le dije que al final de cada día, doy una mirada atrás e identifico dónde vi el rostro de Dios; y hoy no me cabía duda de que estaba sentada en la mesa con Jesús. Nos quedamos en la mesa compartiendo el don de nuestras lágrimas antes de intercambiar nombres y partir.

Después, cuando medité sobre la experiencia, noté cómo esto hablaba de nuestros votos:

Obediencia: Tiempo dedicado a pedir la guía del Espíritu Santo y preguntarme, «¿Qué haría Catalina?» y «¿Qué me llama a hacer mi compromiso con la misericordia?»

Celibato: El voto de celibato tiene que ver más con la libertad y menos con las restricciones. Me invita a un amor completamente inclusivo, un amor que genera vida a otras personas.

Pobreza: La pobreza no es simplemente fondos en una cuenta bancaria. Existe pobreza de tiempo. Conocí la pobreza del este joven con un corazón abierto y oídos dispuestos. Mi pobreza me llegó al sentarme en el piso y entrar en su historia. Elegí no acercarme y decir, «Párate. Consigue un trabajo». Más importante que una comida, le di mi tiempo.

Servicio: Catalina McAuley dijo, «Las tareas de la misericordia espirituales y corporales constituyen el oficio de nuestras vidas». Pueda que no le haya dado ropa para ponerse, pero lo vestí con dignidad al reconocerlo como otro ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Pueda que no haya sido encarcelado tras las rejas, pero carecía de esperanza y quizás estaba aprisionado por su situación.

Como novicia, he aprendido que los votos que profesamos como Hermanas de la Misericordia no se pueden vivir independientemente unos de otros. Este encuentro los ha unido y ha encarnado para mí su verdadero significado.


Aprende más sobre los votos de las Hermanas de la Misericordia: https://www.sistersofmercy.org/espanol/ser-una-hermana/