Por la Hermana Rosita Sidasmed
“«¿Dónde está tu hermano?» ” Esta pregunta nos interpela y llega a cada una cualquiera sea el lugar en donde nos encontremos, ¿dónde está el otro?, ¿el diferente a mí? En este sentido estaremos atentas para identificar desde dónde damos una respuesta: desde empatías, solidaridades, privilegios, prejuicios, racismos, his-torias; en fin sin duda lo haremos desde nuestras subjetividades y experiencias. ¿Dónde está tu hermano y dónde estoy yo?
Al encontrarme con cosmovisiones diferentes como son las de los pueblos indígenas hace más de veinte años, me di cuenta que tenía narrativas estigmatizantes de ellos, junto con un profundo des-conocimiento e invisibilización de los mismos a causa de una educación hegemónica y autorefe-rencial recibida durante mi niñez y juventud. Al compartir la vida con las comunidades indígenas fui descubriendo que otra manera de entender el mundo era posible a la que yo había aprendido por años y que esa manera es tan válida como la mía.
Y me pregunté: «¿Existe un distinto más o menos humano que yo?», y la respuesta fue «¡No!». Solo existen culturas, identidades y cosmovisiones diferentes, ni mejores ni peores, solo diferen-tes. Y me reconocí una entre tantas.
Sin embargo esto supuso despojarme progresivamente de miradas que consideran las desigualda-des en términos de «inferiores» y «superiores»; «desarrollados», «civilizados» o «no». Abrirnos a lo diferente es también darnos la oportunidad de aprender.
Al caminar junto a los pueblos indígenas pude experimentar que el racismo esta íntimamente li-gado a la violencia, violencias de todo tipo sobre todo violencias institucionales que despojan sis-temáticamente a los pueblos del goce de sus derechos y al decir de ellos, los despojan del «buen vivir».
¿Por qué molestan las identidades cuando se visibilizan las diferencias? Esta es una buena pregun-ta para responder con calma, sin duda se pondrá en juego la idea de poder, un poder que no se quiere perder y se retiene a toda costa por considerar la diferencia como amenaza, al mismo tiem-po que se evidencia la Antropología y Cristología que nos atraviesa a cada una.
“«No lo sé…» ” Esta es una respuesta categórica que habla más de uno que de los demás, una respuesta que desco-noce al otro como invitación a la comunión y fraternidad universal y es por ello que seguidamente se dice «¿Acaso soy el guardián de mi hermano?» Se trata del sin sabor de quien se desentiende del otro. Esta pregunta conlleva al rechazo de toda relación positiva y humanizadora que podamos construir con los demás, como es la responsabilidad ética de cuidar y proteger la vida del otro, o asumir la causa de las víctimas más allá de toda ideología o visión partidista.
Desde la invitación que recibimos con fuerza en estos tiempos a vivir la cultura del encuentro, la experiencia con el otro totalmente diferente y a la vez esencialmente semejante, abre paso a la in-terrelación e interculturalidad en la que todos estamos inmersos. Nos lleva a no sólo reconocer el valor de la dignidad del otro, sino también a pensarnos desde esta conexión sin la cual tampoco puedo ser yo misma. Nos necesitamos mutuamente para poder entender la realidad porque preci-samente el otro al ser diferente puede mostrarme aquello que quizás nunca vi.
Así el silencio, la escucha, la mirada, el gesto y la palabra se convertirán en puentes de misericor-dia superando visiones excluyentes, de descarte, discriminatorias y racistas; aprendiendo a nom-brar de una manera nueva a la solidaridad, es decir: ser con el otro, ser para el otro, ser gracias al otro.
Hermana Rosita Sidasmed vive en Clorinda-Formosa al norte de Argentina. Ella ha estado caminando con los pueblos indígenas allí por más de 20 años y es miembro de Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA) en su país.