Por la Hermana Angelina Mitre
Panamá ha logrado un hito histórico en su lucha contra la minería, gracias al ferviente impulso del pueblo panameño que, todos los días durante un mes, tomó las calles para protestar contra un controvertido contrato firmado con la empresa minera First Quantum Minerals de Canadá. Este contrato implicaba comprometerse con hasta 20 o incluso 40 años más de explotación de metales como el cobre y el oro en la región mesoamericana, el área con mayor biodiversidad del país. A pesar de la lamentable y triste pérdida de tres vidas y varios heridos, la voluntad inquebrantable del pueblo logró que el contrato fuera llevado ante la corte suprema y finalmente en noviembre 2023 declarado anticonstitucional, quedando así invalidado.
En este contexto de resistencia popular, la voz de la Iglesia católica resonó a través de una carta pastoral elaborada por ocho obispos y el arzobispo de Panamá, en colaboración con una comisión compuesta por laicos, sacerdotes, diáconos y obispos, asesorada profesionalmente. En este documento, se expresó con firmeza la postura de que “la destrucción de la Casa Común es un pecado mortal ecológico”, destacando los impactos sociales, culturales y medioambientales de los macroproyectos mineros y energéticos, así como la privatización del agua y la extracción de recursos naturales, especialmente perjudiciales para los pueblos indígenas.
La carta se estructura en tres partes significativas. En la primera, se aborda el concepto inhumano del desarrollo, identificando un modelo que sitúa la vida humana al servicio del proceso económico.
En la segunda, se resalta la riqueza de la casa común que Dios ha regalado a Panamá, subrayando su diversidad biológica única y los riesgos derivados del abuso en el manejo de sus recursos. Además, se introduce el concepto de ecología integral, que busca restablecer el equilibrio en las relaciones entre el ser humano, el prójimo, la tierra y Dios.
En la tercera parte, se presentan medidas concretas para salvar la casa común, desde compromisos personales hasta acciones institucionales. Entre ellas, se destaca el firme rechazo a la minería de “tajo abierto”, enfatizando que Panamá no es un país de vocación minera y abogando por un modelo alternativo de desarrollo integral y solidario.
En una conclusión contundente, se insta a que la economía nunca esté por encima de las personas.
Nuestras Hermanas en Panamá: Nieves Jimenez, Edith Gonzalez, Tita López, Dina Altamiranda, Mercedes Gómez y Angelina Mitre, se unieron a las voces que rechazan la actividad minera en Panamá y marcharon junto al pueblo en las calles, expresando su solidaridad y apoyo a la causa. Como Hermanas de la Misericordia manifestaron su compromiso con la búsqueda de un desarrollo integral y solidario que respete la dignidad de todas las personas y la sostenibilidad del entorno natural, en consonancia con nuestro asunto crítico, La Tierra.
Panamá se enfrenta a un momento clave que tendrá un impacto directo en la vida de los panameños y la población mundial. El próximo 5 de mayo se celebrarán elecciones nacionales que no sólo definirán el rumbo político del país, sino que también establecerán su posición en temas fundamentales como el respeto a la voluntad popular, a la constitución, a los derechos de los pueblos indígenas y otros aspectos clave como protección al ambiente que cobran mucha relevancia especialmente para las generaciones más jóvenes.
En este tiempo de incertidumbre, unámonos como comunidad para orar por el futuro de Panamá, deseando que sea un futuro en el que se respete la voluntad del pueblo y lse proteja la casa común, abogando por el diálogo y la acción pacífica en la defensa de nuestros valores y nuestra madre tierra.