Por Hermana Meg Eckart
Mientras rezo el Evangelio de hoy según el método de lectio divina, la palabra que me llega es «misterio». Me impresionan las respuestas humanas de los discípulos de Jesús: primero «tenían mucho sueño», totalmente inconscientes de la transformación que está ocurriendo en su presencia; entonces Pedro, por su limitado entendimiento, expresa su deseo de permanecer en ese momento de gracia; por último, «se asustaron» al entrar en la nube y escuchar un mensaje; al final, guardaron todo el misterio de la experiencia en el silencio de sus corazones.
También me sorprende la paciente presencia de Jesús ante las reacciones humanas de los discípulos frente a lo que estaban presenciando. El Evangelio de hoy me recuerda que el Misterio de la Misericordia está siempre presente en nuestras vidas, invitándonos a confiar en esa presencia y a reflexionar sobre las múltiples formas en que la Misericordia transforma y convierte lo ordinario en extraordinario en nuestra vida cotidiana.
Recuerdo mi propio encuentro con este Misterio de la Misericordia. Enseñaba a una estudiante particularmente difícil durante mi experiencia como candidata, trabajando en una escuela secundaria administrada por el gobierno que recibía principalmente a estudiantes con antecedentes difíciles, tanto en la familia como en la educación. Esta estudiante era muy agresiva hacia otros estudiantes, verbal y físicamente, y en casi todas las clases, ella era la fuente de por lo menos una interrupción.
A lo largo de los dos años que la tuve como estudiante, yo alternaba entre un ritmo de frustración por su comportamiento y un compromiso renovado de entablar una pequeña conversación dentro y fuera de la clase, con la esperanza de un cambio. A medida que el año escolar se acercaba al final, comencé a ver un cambio total en su comportamiento e interacción en mis clases.
En vez de encontrar excusas para dejar la clase, esta estudiante comenzó a hacer que los otros estudiantes se fueran a sus asientos cuando me veía caminando hacia el aula; en lugar de causar interrupciones durante el trabajo en clase, ella tomaba el liderazgo para mantener a sus compañeros comprometidos y atentos en el aula. Ella era la última estudiante de la que yo esperaba que hubiera hecho tal transformación.
El misterio de la Misericordia de Dios estaba presente en nuestros corazones, y me hace tomar conciencia de que el cambio manifestado en la transfiguración tiene un impacto mutuo. A menudo había sido tentada de abandonar mis esfuerzos con esta estudiante, pero estoy llena de gratitud por la obra gradual de la Misericordia de Dios y se me recuerda que debo confiar en el Misterio de esa misericordia.
El Evangelio de hoy comienza diciéndonos que Jesús llevó a tres de sus discípulos al monte con él para orar. Podría haber subido solo a esa montaña y haber experimentado su propia transformación. Sin embargo, el Evangelio enfatiza que Jesús tomó intencionalmente a tres de sus discípulos, quienes posteriormente fueron testigos de la gracia y el misterio de su transfiguración. La invitación de Jesús a encontrar y recibir esta gracia y este misterio se extiende a nosotras/os hoy.
Esta invitación nos anima a poner atención y a abrirnos al misterio de la Misericordia de Dios trabajando por el cambio y la transformación que necesitamos personalmente y que un mundo en crisis necesita. ¿Cómo te invita Dios a encontrar o recibir el Misterio de la Misericordia que cambia y reforma?