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Por la Hermana Carol Gallagher

«Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se había atado».

—Jn 13,4-5

Arte de Hermana Renee Yann

«Entonces, no es difícil de entender

        donde está el cuerpo de Dios, está

en todas partes y en todo; en la orilla y en los

         vastos campos de agua, en lo accidental y lo intencionado

          aquí, allá.  Y me hinco para

           participar con atención…».                                                    

Mary Oliver


El poema de Mary Oliver “On Thy Wondrous Works I will Meditate” («Meditaré en tus obras maravillosas») capta la convicción alegre que es el corazón de nuestra celebración del Jueves Santo, una fiesta que nos llama al amor, a la transformación y al servicio radical.

Primero escuchamos la carta de Pablo a los Corintios donde recrea el cuadro eucarístico de la noche en que Jesús fue traicionado. Jesús parte el pan y lo ofrece diciendo: «Esto es mi cuerpo entregado por ustedes. Hagan esto en conmemoración mía». Luego ofreció la copa de vino diciendo: «Beban esto, tan a menudo como lo hagan, en conmemoración mía». Jesús ofrece, en sus palabras y acciones, un recuerdo cuádruple: tomar, bendecir, partir y compartir. Jesús nos nutre en el sacramento, pero antes de hacerlo, nos alimenta en su persona.

Cuando vamos al Evangelio de Juan, comprendemos concretamente el desafío de la conmemoración. Los otros escritores del Evangelio ubican la institución de la Eucaristía en la Última Cena, Juan en cambio se enfoca en un tipo de texto eucarístico muy diferente. Juan lo describe: «…rodeado de aquellos a quienes ama, Jesús se quita el manto y comienza a lavar los pies de sus discípulos y a secarlos con la toalla que se había atado a la cintura». Con este «acto amoroso de humillación» (Raymond Brown, S.S.), Jesús revela la esencia de la Eucaristía-servicio y entrega personal. El imperativo de la Eucaristía es servir con amor y dar sin medida. A ESTO es a lo que estamos llamadas en conmemoración Suya.

El servicio, tanto de acción como de presencia, es integral a nuestras vidas como Hermanas de la Misericordia, y lo proclamamos públicamente con nuestro cuarto voto. Nuestro voto de servicio nos impulsa a responder a las necesidades por todas partes de nuestro mundo sufriente. Actuamos en nombre de los afligidos y vulnerables en Sudamérica, Centroamérica, Norteamérica, el Caribe, Guam y las Filipinas, y los acogemos con ternura.

En mi pequeño rincón del mundo –Dallas, Pennsylvania– los días de Cuaresma son largos y fríos. Incluso ahora en abril, las hojas verdes de los narcisos se levantan a través de los parches de nieve de mi jardín. Durante las semanas de Cuaresma, fuimos juntas (las hermanas, asociadas y asociados) a la plaza de la ciudad con nuestros vecinos musulmanes para lamentar la pérdida acaecida en Christchurch, Nueva Zelanda, y para rezar por la sanación de nuestro mundo quebrantado. Protestamos contra la violencia del “fracking” hidráulico que sigue contaminando el agua potable en el noreste de Pennsylvania. Sin embargo, ahora más que nunca, hemos sido convocadas al lecho de las hermanas heridas o enfermas en las salas de emergencia y hospitales. A veces esperábamos juntas por muchas horas, agradecidas de que, en medio de tanto dolor humano, teníamos mutuo consuelo, y la seguridad de la presencia misericordiosa de Dios.

En su libro “Written That You May Believe,” («Escrito para que puedas creer») Sandra Schneiders, I.H.M. expresa su convicción de que el lavatorio de los pies en el Evangelio de Juan también tiene que ver con la amistad servicial mutua, y de un intercambio de nuestros dones que evite cualquier tipo de poder o dominio. A través de esta lente, vemos cómo nuestra amistad y afecto enriquecen nuestro «Camino de la Unidad», y nos anima a descubrir, por medio de este caminar, nuevos canales de la Misericordia de Dios en nuestro mundo.

En este Jueves Santo, mientras nos encontramos en el umbral de la Pascua, continuemos celebrando nuestra amistad como hermanas, fortaleciéndonos mutuamente para servir, y deleitarnos en la Misericordia siempre presente de nuestro Dios.