Por Catherine Walsh, escritora de artículos de fondo
A medida que la primavera se escabulle y florece en el valle Champlain de Vermont, Hermana Betty Secord saborea la nueva vida a su alrededor. En los campos, los bosques, la laguna y el establo del Centro de Eco-espiritualidad de la Misericordia —su hogar durante los últimos ocho años— se asombra de que «todo esté tan vivo y saludable. Qué maravilla trabajar en este jardín nuevamente».
Hermana Betty, 81 años, se ha trasladado de Connecticut. Su ministerio anterior consistió en ayudar a las mujeres que salían de la prisión para reiniciar su vida.
En la actualidad, Hermana Betty participa en las tareas de primavera en la granja de 39 acres que pertenece a las Hermanas de la Misericordia y labora con la empleada laica, Kayla Buxton en un «Conteo regresivo para el Día de la Tierra» que implica temas relacionados a nuestra Tierra (el 1 de abril fue «Día de los Fósiles Inocentes»). Esta tarea es parte de Ecología de la Misericordia, un ministerio dedicado al sustento de la Tierra, un componente importante de la misión de las Hermanas de la Misericordia que incluye caminar con las mujeres e inmigrantes, como también trabajar por un mundo antirracista y sin violencia.
Aunque Hermana Betty recuerda bien el primer Día de la Tierra en 1970 —«Era muy joven y desconocedora» dijo— los años transcurridos en el Centro de Eco-espiritualidad de la Misericordia han cambiado mi perspectiva al respecto. «Para mí, todos los días son ahora el Día de la Tierra», explica. «Cuidar de Tierra, cuidar las criaturas. Todo es esencial».
Conectar la Misericordia y Tierra
Hermana Betty comenzó su vida religiosa como maestra en la década de 1950. Después de dedicar dos décadas en las aulas, quiso trabajar directamente con los pobres. Posteriormente continuó con varios ministerios urbanos, y en especial le gustó su labor con las mujeres ex prisioneras. «Ellas me enseñaron mucho sobre la misericordia y cómo comenzar de nuevo», expone.
Para afrontar el trabajo intenso, se hizo maestra jardinera. Con el transcurrir del tiempo, se sintió atraída a un ministerio nuevo —ayudar a administrar una granja que conecte la espiritualidad de la Misericordia con el activismo medioambiental.
Su visita a Benson, Vermont durante el verano de 2013, que era conocido en ese entonces como Mercy Farm, fue el comienzo del nuevo llamado de Hermana Betty. Se sintió muy cómoda.
«Lo que me gustó del lugar es que vivías con la naturaleza de un modo directo y profundo», manifiesta.
El antiguo centro de retiro que había sido donado por los monjes benedictinos a las Hermanas de la Misericordia de Vermont, se convirtió en un lugar donde las Hermanas de la Misericordia y sus colaboradores podían cultivar los huertos, cuidar las colmenas, ovejas y pollos; proteger los bosques y las zonas húmedas; y además ofrecer programas que exploren la sostenibilidad y la espiritualidad. En 2019, el nombre de la propiedad se cambió a Centro de Eco-espiritualidad de la Misericordia.
Como directora del centro, Hermana Betty trabaja en colaboración con Hermana Anne Curtis, directora ejecutiva y Kayla Buxton, coordinadora de programas. Ella goza acogiendo a visitantes de todo el país a medida que la pandemia disminuye; entre sus visitantes se incluye a estudiantes de los colegios y universidades patrocinados por las Hermanas de la Misericordia y otras instituciones de educación superior que sirven como voluntarias/os durante las vacaciones de primavera. «Te ayudan a ver otra vez lo que hay aquí», indica Hermana Betty.
Ella cocina comida orgánica y típica para sus visitantes y lo siente como su ministerio. «Las personas son muy agradecidas y aprecian que son atendidas y consentidas».
Tener a tres participantes del Cuerpo de Voluntarios de la Misericordia en el Centro por primera vez el verano pasado, que llegaron para una asignación de seis semanas, «¡fue formidable para esta anciana!» dice bromeando Hermana Betty. «No estaba acostumbrada a su intensa energía, no obstante, fue maravilloso pasar tiempo con ellos. Tenían una auténtica voluntad de aprender».
La cena se convirtió en una experiencia en la cual los voluntarios cocinaban juntos, utilizando productos del centro y de una granja cercana. «Estuvieron muy conscientes de los alimentos al reconocer todo el esfuerzo que llevó crearlos», señala Hermana Betty.
Más el ‘ser’ que el hacer
Su tiempo en el Centro de Eco-espiritualidad de la Misericordia ha hecho que la Hermana Betty esté más atenta a la naturaleza y a las estaciones.
«Tengo mucho más sentido de ser y menos motivada de hacer las cosas», cavila. «Soy más amante de la Tierra y más consciente de cuan poco sé de la naturaleza. Siento una mayor sensación de que sólo soy una pequeña unidad en un vasto cosmos y no soy su centro».
Vivir tan cerca de la naturaleza me ha ayudado durante mi senilidad. «Estoy más consciente de mis limitaciones, de lo que puedo realizar y de que necesito tomar un descanso», explica Hermana Betty.
Observar los ciclos de la vida y la muerte en mi alrededor es desafiante y reconfortante, añade la hermana.
«Es difícil ver cómo los halcones o los zorros matan a los pollos, pero después ves sucesos que te dan esperanza. Te das cuenta de que debajo de la nieve invernal, hay vida. Llega la primavera. Aprendes a tener fe en que lo que está sucediendo tiene que suceder».
Palabras que invitan a reflexionar en este Día de la Tierra.