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La tercera, séptima y novena estación: Jesús cae tres veces

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Por la Hermana Margaret Mary Quinlan

La antigua práctica de las Estaciones de la Cruz se difundió en la época de San Francisco de Asís. Principalmente durante la temporada de Cuaresma, las Estaciones ayudan a las personas a reflexionar sobre el sufrimiento de Jesús para poder encontrar el valor de enfrentar su propio dolor. Se representa a Jesús cayendo tres veces bajo el peso de su cruz en camino hacia su ejecución. Cada vez se para y tambalea. Se levanta. Se levanta otra vez. Sigue.

Hoy, estoy sentada en una espaciosa sala de espera en Roswell Park, un centro de investigación del cáncer en Buffalo, Nueva York. No estoy aquí como paciente, sino como conductora. Los pacientes ambulatorios van y vienen. Mientras espero, se me ocurre que algunos llegan por primera vez; perplejos ante la magnitud de su enfermedad, sus rostros son máscaras de ansiedad. Se levantan. Siguen.

Un/a paciente que quizás llegue por segunda vez se entrega cansadamente a la quimioterapia, por muchas horas, días, con bolsas de plástico colgando sobre el asiento. El goteo de los catéteres, el pitido de los monitores y los pies con suela blanda de los profesionales que van y vienen. Y a pesar del agotamiento, el rostro del/de la paciente expresa esperanza. Se levanta otra vez.

Un/a paciente de tez amarillenta regresa por lo que será su último tratamiento. Más bolsas, más catéteres, el lento avance silencioso de minutos a horas. Aquí, la resignación ha empezado a acompañar a la esperanza. Aunque no esté claro, el conocimiento de la dura realidad, «No me recuperaré; Voy a morir» exige un valor nacido sólo de la gracia. «He peleado un buen combate; he corrido la carrera; he mantenido la fe…». Se levanta. Sigue.

De algún modo, tan preocupante como el sufrimiento físico es el dolor de que un amigo, un esposo o una hija haya pecado contra ti. La primera vez, uno puede llegar gradualmente al sentimiento de amor y encontrar la capacidad para perdonar. ¿La segunda vez…? Y ¿la tercera? O, «si las cosas fueran al revés», ¿de dónde encuentra una persona la valentía para decir, «Me equivoqué. Por favor ¿me perdonas?» Se levanta. Se levanta otra vez. Sigue.

La valentía de Jesús en la vía al Calvario refleja la fortaleza de toda su vida. Él confió a quien llamó Padre. Él encontró a Dios en las largas noches de oración. Él vivió la gracia de Dios en las personas que conoció: María, José, Pedro, las prostitutas, los recaudadores de impuestos, los ciegos y los leprosos. Él supo que el poder de Dios estaba en él aun cuando Dios parecía ausente, como en el desierto del Sinaí y en el huerto de los Olivos.

Noche Oscura

Cuando llegue mi noche oscura,
solo en ésta, mi Dios, quédate conmigo.
No te veré o te escucharé ni te sentiré.
En ese vacío frío cuando los rezos son cenizas en mi boca,
coge mi mano adolorida.
Ahora sé que en aquellos
apremiantes días sombríos puedo olvidar:
Tú eres mi Amor,
mi Roca,
mi Dios en quien confío.

— Margaret Mary Quinlan, RSM —