Por Boreta Singleton, Asociada de la Misericordia y miembro del Comité Colaborador de la Oficina del Instituto para Antirracismo y Equidad Racial.
En este año del centenario de la aprobación de la 19ª Enmienda, que otorgó a las mujeres el derecho al voto en los Estados Unidos, solemos escuchar historias de las líderes del movimiento por el sufragio como Elizabeth Cady Stanton o Susan B. Anthony. Pero, ¿qué tanto escuchamos las historias de Mary Church Terrell, Susette LaFlesche Tibbles, Jovita Ivar o Mabel Ping-Hua Lee? Cada una de estas mujeres de color contribuyó de manera importante a la lucha por el derecho al voto de las mujeres, pero su papel se ha eliminado en gran medida de la historia.
Incluso después de la ratificación de la 19ª Enmienda, no se otorgó el derecho a votar a los nativos americanos, a quienes se les otorgó la ciudadanía en 1924 pero no el derecho al voto; ni a muchos asiáticoamericanos que no recibieron el pleno derecho a votar sino hasta 1952. Los afroamericanos todavía enfrentaban impuestos electorales y pruebas de alfabetización en las urnas, sin mencionar la amenaza de violencia, lo que requirió la aprobación de la Ley de Derechos Electorales de 1965, que prohibió las prácticas discriminatorias que impedían que las personas de color votaran.
Más de cinco décadas después, continúa la lucha para otorgar el derecho al voto a las personas de color e implementar consistentemente la Ley de Derechos Electorales. En 2013, la Corte Suprema, en condado de Shelby vs. Holder, falló en contra de dos disposiciones claves de la ley: la Sección 5, que requiere que los estados con un historial de privación del derecho al voto reciban autorización previa del Gobierno Federal para cambiar las prácticas y leyes de votación, y la Sección 4(b), que contiene la fórmula que determina qué jurisdicciones con antecedentes de prácticas discriminatorias están sujetos al artículo 5.
¿Por qué debería preocuparnos el acceso al voto?
El Miércoles de Ceniza de este año, el Reverendo William J. Barber de la Campaña de los pobres, en su testimonio ante el Congreso de los Estados Unidos aseveró: «Declaramos que la supresión del voto es un pecado … Suprimir el voto sugiere que ustedes entraron en el espacio de Dios y pueden determinar la realidad de otras personas, y suprimir el voto es sugerir que otras personas no tienen la misma imago Dei, la imagen de Dios en ti. Suprimir el voto es una forma de idolatría y pecado político y teológico, y no tiene lugar en esta democracia» (26 de febrero de 2020, testimonio ante el Comité de Supervisión de la Cámara).
El documento de 2007, Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles: Llamado de los obispos católicos de los Estados Unidos a la responsabilidad política, reconoce que «el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral». Además, los obispos afirmaron lo siguiente en su Llamado a la familia, la comunidad y la participación, enraizada en los valores del Evangelio: «Creemos que todas las personas tienen el derecho y el deber de participar en la sociedad, buscando juntas el bien común y el bienestar para todos, especialmente para los pobres e indefensos».
Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos 2020 se realizan en medio de la pandemia mundial del COVID-19, que afecta de manera desproporcionada a las comunidades de color y a los económicamente pobres. Con la eliminación o reducción de los lugares de votación, debido a los temores de propagación de la enfermedad, se hace que muchos votantes dependan este año de boletas para enviar por correo.
Sin embargo, hemos atestiguado los intentos implacables del Presidente generando dudas sobre el proceso electoral, específicamente sobre la validez de las papeletas del voto por correo. Además, el funcionamiento y la credibilidad del Servicio Postal de los EE. UU. se han visto socavados creando más dudas sobre la legitimidad de la elección, y de privar de sus derechos a los votantes que dependen del correo para emitir su voto.
Para muchos nativos americanos y nativos de Alaska que viven en áreas rurales, votar por correo no es una opción viable, ya sea por la distancia de la oficina de correos, o por el transporte poco confiable o inexistente, por las malas carreteras, la falta de una dirección fija, las barreras del idioma o la desconfianza histórica del sistema de correo. A menudo se prefiere la votación en persona, pero la pandemia hace esto más difícil y también potencialmente peligroso.
¿Qué puedes hacer para ayudar?
Infórmate sobre las leyes electorales estatales y locales. A menudo son difíciles de encontrar, en un texto denso, las fechas límite del registro para votar o para solicitar una boleta de voto por ausencia. Encuentra la información y compártela con vecinos, familiares y amigos. Visita www.vote.org para averiguar si estás registrada/o para votar y cómo lo puedes hacer en tu estado de manera segura.
Regístrate para ser voluntaria/o de protección electoral no partidista. Conéctate con uno de estos grupos no partidistas y sin fines de lucro para ver quién está organizando a voluntarias y voluntarios en tu área.
- Protege el voto – Participa desde tu casa o en persona para ayudar a proteger el voto antes y después del día las elecciones.
- VoteRiders – Haz llamadas, envía mensajes de texto o cartas para ayudar a votantes a obtener los documentos necesarios para votar, o para responder a las preguntas de los votantes.
- La Sociedad Americana de la Constitución – Se necesitan abogados/as y estudiantes de derecho para dar asistencia voluntaria y ampliar los derechos para el voto.
¡Ora! Pide a Dios fuerza y valor por quienes ejercen su derecho al voto y por quienes trabajan para brindar asistencia a los votantes que encuentran obstáculos el día de las elecciones.
Como cristianas y cristianos, se nos invita a practicar activamente los valores del Evangelio. Sigue siendo actual el sentimiento del Dr. Martin Luther King Jr. de que nuestras vidas empiezan a morir el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan. Trabajemos juntas/os en edificar el Reino de Dios mientras alentamos y permitimos que nuestros hermanos y nuestras hermanas participen en la democracia de nuestro país, ejerciendo de manera segura y sin temor su derecho al voto.