Por la Hermana Victoria Incrivaglia
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos sus ángeles con él, se sentará en su trono glorioso y todas las naciones se reunirán ante él.
Les digo hoy mis amigos: No nos revolquemos en el valle de la desesperación.
Y así, aunque afrontemos las dificultades de hoy y mañana, aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano.
Y Él separará unos de otros,
como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Yo tengo un sueño de que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: «Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todas las personas somos creadas iguales».
«Vengan, benditos de mi Padre». Y tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo.
Yo tengo el sueño de que un día en las rojas colinas de Georgia, los hijos de antiguos esclavos y los hijos de antiguos propietarios de esclavos puedan sentarse juntos a la mesa de la hermandad.
Tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado sofocado por el calor de la injusticia, sofocado por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia.
Tuve hambre y ustedes me dieron de comer,
I was tuve sed y ustedes me dieron de beber,
fui forastero y ustedes me recibieron en su casa,
anduve sin ropas y me vistieron,
estuve enfermo y me cuidaron,
estuve en la cárcel y me fueron a ver.
Yo tengo un sueño de que mis cuatro hijitos vivirán un día en una nación
donde no se les juzgará por el color de su piel
sino por el contenido de su carácter.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer,
o sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero y te dimos la bienvenida,
o sin ropa y te vestimos?
Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus viciosos racistas, con su gobernador cuyos labios llenos de palabras de «interposición» y «anulación», un día allí mismo en Alabama, las niñas y niños negros serán capaces de unir sus manos con niñas y niños blancos como hermanas y hermanos.
¡Hoy tengo un sueño!
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
El Rey les responderá:
En verdad les digo que, cuando lo hicieron
con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.
No me olvido de que algunos de ustedes han venido aquí tras grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes han salido de las estrechas celdas de la cárcel. Y algunos de ustedes han venido de áreas donde su búsqueda de libertad los dejó golpeados por tormentas de persecución y tambaleándose por los vientos de brutalidad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la fe de que el sufrimiento inmerecido es emancipador.
Y el Rey les responderá:
En verdad les digo que, cuando lo hicieron
con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.
Yo tengo un sueño que algún día todo valle será ensalzado, y todo collado y monte será allanado, los lugares escarpados se aplanarán, y los lugares tortuosos se enderezarán; «Y la gloria del Señor será revelada y cada ser humano la verá».
Entonces él dirá a los de su izquierda:
Aléjense de mí, malditos
y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.
Ésta es nuestra esperanza, y ésta es la fe con la que yo regreso al Sur. Con esta fe seremos capaces de sacar una piedra de esperanza de la montaña de la desesperanza. Con esta fe podremos transformar las ruidosas disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe, podremos trabajar juntos, orar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender juntos la libertad, sabiendo que algún día seremos libres.
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o forastero o sin ropa, o enfermo o en la cárcel y no te ayudamos?
El Rey les responderá: En verdad les digo, que lo que no hicieron por uno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí.
Texto tomado de Mateo 25, 31–45 y del discurso «Tengo un sueño» de Martin Luther King, Jr. pronunciado en la Marcha en Washington por Empleos y Libertad, el 28 de agosto de 1963.