Por Salima Ellyse Barrow, estudiante del último año de secundaria de la Academia Santa Catalina (Ciudad de Belice, Belice) St. Catherine Academy (Belize City, Belize)
Era una cálida mañana de febrero aquí en la Ciudad de Belice, durante el cierre de COVID en 2021. Ese día no tenía clases virtuales y me encontraba en mi habitación, pensando que podría hacer algo más provechoso con mi tiempo. Mi imaginación empezó a acelerarse y pronto me llevó a una idea maravillosa, ¡una que podría ayudar a las jóvenes como yo en la localidad!
COVID-19 ha tenido efectos devastadores en mi país. Muchísimas familias están padeciendo dificultades financieras debido a la cuarentena y se han visto obligadas a priorizar ciertas cosas esenciales, como los alimentos y la vivienda, sobre otras. Dichas opciones ponen los productos sanitarios femeninos en el último lugar de la lista. Pensé sobre cómo la pandemia podría haberme afectado, como adolescente, si fuera menos afortunada y deseaba hacer algo que pudiera beneficiar a las adolescentes de mi edad, algo que aumentara su autoestima y les recordara su valor. Compartí mi idea con mi madre, y a ella le pareció espléndida. Me ayudó a tener una imagen más amplia de la «pobreza de la regla» y la vergüenza y el bochorno que padecen muchas niñas por no poder tener acceso a los productos de higiene básicos. A menudo, esto ocasiona que las niñas falten a la escuela y las prive del contacto social.
Lo conversamos con algunas amigas para ver cómo podíamos poner el plan en marcha, y así es como nació la Campaña Soñar a lo Grande (Dream Up Campaign). ¡Porque cada mujer merece la oportunidad de soñar!
El primer paso consistió en la recaudación de fondos. Familiares y amistades donaron generosamente a la causa, y yo me ocupé de comprar los productos: barras de jabón, desodorante, cepillos y pasta de dientes, y por supuesto, toallas sanitarias. Un sábado por la mañana, me desperté temprano y por varias horas estuve empacando los suministros para entregarlos a las adolescentes en lindas bolsas reutilizables que fueron ¡400 en total! Después, programamos viajes de entrega que nos llevaron por todo el país, desde Libertad en el norte hasta Seine Bight en el extremo sur.
Este proyecto es muy especial para mí ya que me permitió hacer una diferencia para otras adolescentes. Al reflexionar sobre el proyecto, pienso que fue inspirado en lo que se nos enseñó en la Academia de Santa Catalina: que ser una verdadera «adolescente de la Misericordia» es seguir la voluntad de Dios todo el tiempo y mostrar compasión y servicio siempre.
Todo esto hace que me sienta agradecida de asistir a una escuela donde la educación de la Misericordia se enseña y se valora, donde puede guiarme en la dirección correcta y reafirmar lo que mis padres ya me han enseñado. Tengo 16 años, y desconozco lo que el futuro me tiene reservado, pero sé que quiero seguir realizando un trabajo que ayude a los demás. Para eso, tengo que agradecer a mi educación de la Misericordia: mis padres y Santa Catalina son dos grandes influencias que forjaron la persona que soy.
En cada parada que hicimos mientras entregábamos las bolsas, le dije a las jóvenes: «Siempre pueden hacer una diferencia, no importa cuán grande o pequeña sea. Confíen en mí, muchachas, una simple sonrisa puede llegar muy lejos, así que por favor sigan sonriendo».
Espero que mi historia les haya ayudado a ser más conscientes de las palabras de Dios y de su presencia a su alrededor, ya que se le puede encontrar en todas las cosas pequeñas y hermosas, como la sonrisa que regalas a una niña con un simple y aparentemente insignificante donativo.
«Muéstrense generosos y sepan compartir con los demás, pues ésos son los sacrificios que agradan a Dios»
(Hebreos 13:16). Continuaré viviendo de acuerdo a este breve y significativo versículo bíblico y trataré de inspirar a otras a seguir las palabras del Señor y ayudar a sus compañeras en todo lo que puedan.
Si desean apoyar a la Campaña Soñar a lo Grande, sírvanse visitar mi sitio web: https://www.dreamupbelize.org/