Por la Hermana Eloise Rosenblatt
San Francisco de Asís (1182––1225), un joven de una familia italiana próspera, en un momento intermedio de su vida tuvo una visión de Jesús en San Damián, una capilla que se encuentra en el norte de Italia. Allí, Jesús lo instó, «Francisco, Francisco, ve y repara mi casa, que como puedes ver, ¡está cayendo en ruinas!».
Al principio, Francisco tomó estas palabras de manera literal. Comenzó un proceso de reconstrucción para volver a edificar físicamente los pequeños santuarios y las capillas del campo que estaban en mal estado. Vendió productos del negocio de importación de seda de su padre para financiar los proyectos de construcción, empleando a trabajadores para limpiar los escombros, tallar piedras, echar el cemento y reconstruir las paredes. Cuando su padre descubrió lo que él estaba haciendo, se enfadó tanto que acabó repudiándolo; Francisco le respondió renunciando a su herencia, sus riquezas, sus vínculos con su familia y a su estatus social de clase alta. Como resultado, ¡Francisco no se convirtió en el santo patrón de aquellos que tienen familias disfuncionales, de miembros rechazados y rencorosos por mucho tiempo!
En vez de remediar la situación con su padre, Francisco se dedicó al llamado de Jesús «repara mi casa», que para entonces entendió que era una misión espiritual de predicar el Evangelio y servir a la Iglesia. Se convirtió en la orientación de su vida, no una mera tarea física discreta para sacar la basura, reconstruir paredes y puertas, y restaurar santuarios en los caminos de peregrinaje a las capillas.
«Reparar» como cambio de ideología personal
Reparar la casa de Cristo implicaba, primeramente, un cambio radical en su propio estilo de vida, pasando de la holgura y estabilidad a la de minimización de sus necesidades personales. La pobreza implicaba alejarse de una residencia cómoda a un estilo de vida que presumía de movilidad física, a imitación de los discípulos que seguían a Jesús. «Repara mi casa», implicó la predicación del Evangelio a la gente común —a incrédulos al igual que a herejes, en pueblos y villas pequeñas— que se sentía ajena a la iglesia institucional. «Repara mi casa» llevó a un cambio de rituales litúrgicos dramáticos presentados en latín en iglesias ornamentadas a simples representaciones de narraciones evangélicas, como la Natividad puestas a disposición de la gente en sus propios dialectos. «Repara mi casa» se convirtió en un esfuerzo por convertir la explotación política y económica de los clérigos ambiciosos sobre los pobres.
«Repara mi casa» inspiró a Francisco a abrazar todo el cosmos, que incluye los cielos y la Tierra, como el lugar donde habita Dios. La presencia de Dios no es invisible ni remota. Como un poeta y amante de la belleza de la Tierra, de su Sol y Luna, de sus plantas y animales, Francisco ha servido por siglos como el patrón eterno del movimiento ecológico.
Nuestro actual Papa Francisco, el ex obispo argentino Jorge Borgoglio, se inspiró para escribir su encíclica Laudato Si’ basada en las primeras palabras del Cántico del Sol —«Alabado seas tú, mi Señor, a través de la Hermana Luna y las estrellas, en los cielos las has hecho brillantes, preciosas y favorables,…». La festividad de San Francisco es tradicionalmente el día de la bendición de las mascotas de las familias en las parroquias locales. Me pregunto si la representación encantadora de San Francisco predicando a los pájaros que se reunían para escucharle era realmente su obra de misericordia para alimentar a los pobres —bolsillos llenos de migajas de pan, dispensadas generosas y gradualmente, junto con sus atractivas homilías.
«Repara mi casa» implicó acercarse a los no cristianos como mediador y pacificador, como Francisco lo hizo durante su viaje al sultán musulmán en Egipto en su esfuerzo por prevenir la violencia generada por la Quinta Cruzada. ¿Quién no ha orado o cantado una versión de la composición de Francisco, «Hazme un instrumento de tu paz», como un llamamiento a la toleración ecuménica y a la armonía interreligiosa? El hecho de que haya órdenes religiosas anglicanas y luteranas que se llaman a sí mismas «franciscanas» es un testimonio del misterioso atractivo transdenominacional del carisma franciscano.
La renovada dedicación y reorientación apasionada de Francisco a una vida de pobreza fue atractiva para muchas clases de personas que buscaban seguir a Jesús en los Evangelios de modo más cercano, sencillo y personal. Gradualmente, la expresión «franciscanos» pasó a referirse a varios grupos —los hombres de la Orden de Frailes Menores, las mujeres de Santa Clara y los laicos de la Tercera Orden.
Una visita personal a Asís
Cuando estudiaba yo en la Universidad de Santa Clara, al norte de California, pasé mi primer año en el extranjero, en Roma. Visitamos la ciudad mágica de Asís una tarde de fin de semana en otoño. Hasta las colinas emitían luz y esplendor. Hoy creo que sentí lo que debía sentir. Si Asís tiene fama de transcendente, me sentí elevada y llevada a un plano superior sólo por haber llegado allí. Recuerdo los bellos frescos de Giotto en los muros de la iglesia que ilustran la vida de San Francisco.
Nuestro grupo de estudiantes caminó por una capilla dedicada a Santa Clara, que estableció una comunidad contemplativa de mujeres que reflejaba la visión de Francisco. Fue la misma patrona de mi universidad, Santa Clara, ¡en California! Me asombró una exposición: una caja rectangular con paneles de vidrio de alrededor de 30 cm por 30 cm, con un marco de plata deslustrada que sostenía los paneles de vidrio. En su interior había layers of tresses and curls [capas de mechones y rizos] de cabello rubio muy claro—supuestamente cortados de la cabeza de Clara cuando pasó de ser una mujer laica a una dedicada a Cristo. ¡Debió haber sido una mujer impresionante!
Identificar una vocación personal para «reparar mi casa»
Si hoyescuchamos las mismas palabras de Jesús presentadas a nosotras/os por su nombre —«Ve y repara mi casa, que como puedes ver, ¡se está arruinando!»— ¿qué trataríamos de reparar? ¿Qué entendemos como «mi casa»? De todas las afinidades que cada persona siente, ¿qué dedicamos o agregamos para «reparar mi casa» centralizando nuestros propios esfuerzos? ¿Cuál es nuestro sentido personal de la misión en representación de la Iglesia? ¿Se entiende en un sentido más amplio que «mi casa» incluye al mundo, a su gente que sufre, al entorno físico de la tierra, al agua y al aire, al propio cosmos en el que este pequeño punto planetario se sostiene y se mueve a través del espacio? ¿Cuál es la opción o la dirección general que, si se tomase, cumplirá el propósito de mi vida? Si no digo «Sí» a esta urgencia en particular, ¿qué es algo importante que no se hará por el bien del Evangelio, por el bien de la Iglesia, por el bien de las mujeres que sufren, por el bien de la Tierra en sí?
Los esfuerzos del Papa Francisco para «reparar mi casa»
«Repara mi casa». ¿Es solamente un llamado para los franciscanos? O, como vemos en el ejemplo del Cardenal Jorge Bergoglio —¿un Jesuita que abrazó el nombre y misión de Francisco una invitación a cada persona?
Reconocemos en las acciones del Papa Francisco, algunas de ellas consideradas controvertidas, que él está trabajando en la reconstrucción y reparación de la Iglesia por medio de iniciativas como:
- la promoción de la subsidiariedad eclesial en vez de la centralización monárquica del gobierno.
- los nombramientos curiales y episcopales en el Vaticano que reflejan la amplia presencia geográfica de la Iglesia.
- su reflexión fiel y regular de las Escrituras publicada en sus homilías diarias.
- la reforma de procesos canónicos de anulación en los tribunales diocesanos.
- el enfrentamiento a la oposición en sus decisiones para reconciliar prácticas litúrgicas actuales con la dirección del Vaticano II.
- la aplicación enérgica de las reformas de los abusos sexuales del clero a nivel episcopal.
- dejar sin orden las soluciones definitivas para el ministerio sacramental de hombres y mujeres en la Amazonía.
- la invocación de sínodos sobre la familia, sobre la subsidiariedad, sobre la Eucaristía.
- su encíclica magisterial sobre el ambiente, Laudato Si’.
- su continua llamada a la unidad de los pueblos en Fratelli Tutti.
¿Qué significa «repara mi casa»? San Francisco lo entendió, en particular, como una misión para restaurar la Iglesia a un principio más sencillo y menos ostentoso, donde el pobre sería acogido y servido; donde el énfasis teológico se centraría en el amor a Dios, en lugar de que sea el deber del bautizado de manifestar obediencia al clero; donde el enfermo y la gente que sufre, incluidos los leprosos y los rechazados, sin importar su fe o lealtad a Dios, verían en la Iglesia, no un edificio donde ellos profesan su fe sino, en las palabras del Papa Francisco, un hospital de campaña donde sus heridas serían atendidas.
La energía generada por San Francisco continúa siendo un regalo para la Iglesia y el mundo, uno que es fácilmente armonizado con el carisma y la misión de las Hermanas de la Misericordia.
Hermana Eloise Rosenblatt, posee un doctorado, es teóloga y abogada con práctica privada en derecho familiar. Vive en San José, California y es editora de The MAST Journal.