Mi Dios, yo soy tuya por el tiempo y la eternidad.
Enséñame a entregarme enteramente en los brazos
de tu amorosa providencia con la más viva e ilimitada confianza
en tu tierna compasión.
Concédeme Redentor lleno de Misericordia,
que lo que tú ordenes o permitas, me sea aceptable.
Quita de mi corazón toda dolorosa ansiedad.
Que nada me entristezca sino el pecado.
Que nada me deleite sino la esperanza de convertirme en posesión tuya, mi Dios y mi todo.
En tu reino de eternidad.
Amén.