Por Alexis Stephens, Asociada de la Misericordia
El 24 de septiembre tiene un significado muy importante para la Misericordia. Es la ocasión para reflexionar profundamente sobre la vida y obra de Catalina McAuley y para conmemorar la apertura de la primera Casa de Misericordia en 1827 en Dublín, Irlanda. Este año, las Hermanas de la Misericordia de las Américas, asociadas y asociados, compañeras y colaboradores aprovecharán la oportunidad del Día de la Misericordia para reflexionar sobre los Asuntos Críticos de la no violencia, la Tierra, la mujer, el racismo y la inmigración.
Me han pedido que me centre en el Asunto Crítico del racismo, y quiero situar mi reflexión dentro del contexto del trabajo de Catalina de servir a aquellos que sobrevivían en las márgenes de la sociedad. De niña, y más tarde de adulta, ella presenció la pobreza y las penurias que sufrían muchos en su comunidad. La propia Catalina se salvó de una vida de sufrimiento gracias a la generosidad del Señor Callaghan y su esposa, pareja adinerada y sin hijos que la invitó a vivir con ellos en su gran finca de Coolock. Catalina pasó cerca de veinte años cuidando de la casa de los Callaghan, quiénes al morir, le heredaron sus bienes.
Es un hecho bien documentado que Catalina adquirió de los Callaghan una valiosa experiencia en el cuidado y la atención a pobres y marginados. También atribuye a su padre, James McAuley, un hombre de profunda fe, el haber dado ejemplo de amor y compasión a todos los que acudían a él. No es de extrañar que Catalina utilizara la cuantiosa herencia de los Callaghan para construir la Casa de Misericordia en la calle Baggot de Dublín. Pretendía que fuera un lugar donde pudiera atender las necesidades educativas, religiosas y sociales de mujeres y niñas de escasos recursos.
En una reciente visita a la casa de Catalina en Coolock, no pude evitar el maravillarme al adentrarme en su historia. Intenté imaginar a Catalina en el gran salón con esos enormes ventanales que permiten que la luz del sol lo bañe todo con un cálido resplandor. Cuando entré en su dormitorio, traté de imaginarla rezando al final del día. ¿Por qué rezaba? ¿Qué pensamientos la atormentaban? Según todos los indicios, Catalina llevaba una buena vida y estaba bien provista. Debió de sentir una gran responsabilidad a la hora de utilizar el privilegio de su buena fortuna para ayudar a los demás porque, en muchos sentidos, ése podría haber sido su destino.
La Casa de Misericordia de calle Baggot fue un sueño hecho realidad y una visión manifiesta. Impulsada por su fe católica y un profundo deseo de ayudar a todas las personas que lo necesitaban, Catalina se sintió llamada por Dios a vivir su vida al servicio de los pobres. A pesar de la misoginia a la que se enfrentó, de los retos que supuso la construcción de la casa y de las exigencias de atender a sus familiares enfermos y moribundos, Catalina se mantuvo firme en su creencia de que tenía la obligación de cuidar a los discriminados y oprimidos por el injusto sistema social de su época. Fue el carisma de misericordia de Catalina; su profunda compasión, comprensión y voluntad de ayudar a los necesitados, en particular a los pobres y marginados; y su creencia en la dignidad inherente a todo ser humano lo que sigue animando hoy al Mundo de la Misericordia.
Los Asuntos Críticos, aunque relativamente recientes, están profundamente arraigados en el carisma de la Misericordia. Y, aunque el lenguaje y la experiencia de Catalina diferían de los nuestros, está claro cómo su profunda creencia en la dignidad inherente de todas las personas proporciona una base poderosa para abordar el racismo en nuestro mundo del siglo XXI. El carisma de la Misericordia es intrínsecamente antirracista, ya que reconoce la interconexión de todos los seres humanos y rechaza cualquier forma de discriminación o prejuicio. Esta idea se recoge cuidadosamente en el Asunto Crítico del racismo, que propugna la creencia de que todos estamos afectados y, por lo tanto, «Trabajamos para organizar a hermanas, asociadas y asociados en el reconocimiento y desmantelamiento del racismo institucional con el propósito de convertirnos en una comunidad multicultural antirracista».
El imperativo de reconocer y desmantelar el racismo institucional es primordial para crear una comunidad justa y equitativa y, por extensión, una sociedad justa. El racismo institucional está profundamente arraigado en las estructuras y sistemas de nuestras respectivas sociedades, y perpetúa la desigualdad y la discriminación. Al reconocer su existencia, podemos empezar a abordar sus causas profundas y aplicar cambios sistémicos para desmantelarlo. Esto requiere valentía y voluntad para cuestionar los prejuicios, promover la diversidad y la inclusión, y garantizar que todas las personas tengan las mismas oportunidades independientemente de su raza.
Sin embargo, a pesar de los avances sociales y las protecciones legales, la intersección de hostilidades raciales con diversas formas de discriminación sigue creando un efecto agravante de opresión y marginación para ciertos grupos de personas en todo el mundo. Para estas personas, las desigualdades e injusticias sistémicas siguen afectando a diversos aspectos de sus vidas, como el acceso justo a la vivienda, el empleo, la educación, la atención sanitaria y la justicia penal.
Más que nunca, la vida y la obra de Catalina nos interpelan en esta época en la que luchamos contra «el persistente pecado del racismo que rechaza la plena humanidad de algunos de los hijos e hijas de Dios» (Conferencia Episcopal de Estados Unidos). Recuerdo las palabras de Catalina: «Deberíamos ser lámparas que brillan, dando luz a todos los que nos rodean». En el contexto de esta reflexión, esto habla de nuestra responsabilidad colectiva para desafiar y desmantelar el racismo sistémico.
El Asunto Crítico del racismo es una manifestación importante de cómo se está llevando a cabo este trabajo. El Instituto comenzó con una introspección de su propia complicidad en la perpetuación del racismo y nombró valientemente lo que era y cómo quería reimaginar su futuro como una «comunidad multicultural antirracista». Las acciones que se derivaron de ello incluyeron muchas iniciativas antirracistas y de justicia social, como el anterior Equipo del Instituto de Transformación Antirracista (EITAR), que impartió formación antirracista en todo el Instituto durante casi diez años. Posteriormente se creó una comisión antirracista que trabajaba exclusivamente en CCASA, y se creó la Oficina de Antirracimo y Equidad Racial. La formación sobre multiculturalidad también está en marcha, así como la defensa del cambio sistémico para abordar las causas profundas de la pobreza y la injusticia. Estas iniciativas conectan el Asunto Crítico del racismo con el carisma de la Misericordia y con el poderoso legado e inspiración de Catalina McAuley. Su trabajo nos recuerda la dignidad inherente de todas las personas y el imperativo de luchar por un mundo en el que prevalezcan la justicia y la compasión. ¡Feliz Día de la Misericordia!
Alexis Stephen es Asociada de la Misericordia y vive en Georgetown, Guyana.