Las Hermanas de la Misericordia de las Américas condenan el asesino de Sonya Massey
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Las Hermanas de la Misericordia de las Américas condenan otro acto de violencia sin sentido, perpetrado contra una víctima desarmada.
A las 12.50 a. m. del 6 de julio, Sonya Massey, mujer negra de 36 años y madre de dos hijos, llamó a las autoridades preocupada por la presencia de un merodeador en su domicilio.
En lugar de ayudar, un agente del comisario disparó tres veces contra Sonya y la mató, un homicidio no provocado que aparece claramente en las grabaciones de la cámara corporal difundidas por el departamento del comisario del condado de Sangamon (Springfield, Illinois).
Un ayudante del comisario, Sean Grayson, ha sido acusado de asesinato en primer grado por la muerte de Sonya Massey.
Lamentamos la muerte de Sonya, y nuestros corazones están desgarrados por sus hijos, su familia, sus amistades y su comunidad. Denunciamos el asesinato de personas y la aceptación generalizada de la violencia en nuestra sociedad.
Se trata sólo del último de una lista demasiado larga de personas inocentes — la mayoría de las veces son gente de color, gente en situación de pobreza — asesinada por la policía. Ni siquiera sus propios hogares les ofrecen seguridad.
Los problemas sistémicos de racismo, violencia y los numerosos incidentes en los que agentes del orden no rinden cuentas de sus actos son algunas de las causas profundas de la muerte de Sonya Massey. Nuestra legislación federal actual no protege a la sociedad y los esfuerzos de abogacía para cambiar esta situación siguen cayendo en saco roto.
Necesitamos políticas alternativas a la actuación de la policía que incluyan la participación de la comunidad, la rendición de cuentas y, lo que es más importante, el reconocimiento de la dignidad de todas las vidas humanas, incluyendo y especialmente las vidas de las personas de color y de las que son pobres.
Esperamos y actuamos por un tiempo en el que todas las personas sean tratadas como hijas e hijos de Dios y se sientan a salvo en sus propios hogares.
«Felices los que tienen hambre y sed de justicia…» (Mateo 5,6)