Edad 96
Mientras enseñaba, cuidaba a pacientes en cama o trabajaba en relaciones con pacientes, el gran amor de Hermana Mary Rita por las personas que ella cuidaba era evidente. Su sonrisa tierna, su comportamiento calmado y su toque sanador tranquilizó a muchos niños asustados y padres angustiados.
Después de entrar a las Hermanas de la Misericordia en Merion, Pensilvania a los dieciocho años, Hermana Mary Rita enseñó a niños de primaria en la Arquidiócesis de Filadelfia por cuatro años antes de entrar a la escuela de enfermería en el Hospital de la Misericordia Fitzgerald en Darby, Pensilvania y llegó a ser enfermera titulada. Ella tuvo licenciatura en enfermería de la Universidad Villanova en Villanova, Pensilvania y maestrías en salud de madre y bebé de la Universidad Católica en Washington, D.C., y en desarrollo humano y consejería holística de la Universidad Salve Regina en Newport, Rhode Island.
En su larga carrera de enfermería, ella sirvió como enfermera pediátrica por veinte años en el Hospital de la Misericordia Fitzgerald y como instructora en educación de enfermería en la Universidad Gwynedd-Misericordia en el Valle Gwynedd, Pensilvania. Sus estudiantes aprendieron no solo la ciencia detrás de su carrera sino también las muchas maneras de compartir y demostrar la misericordia de Dios a sus pacientes.
En 1994 ella tomó un nuevo rol en relaciones con pacientes en el Hospital de la Misericordia en Filadelfia, trabajando en servicios de misión por veinte años. En el tercer capítulo de la Regla Original de las Hermanas de la Misericordia, Catalina McAuley aconseja a sus hermanas que «hay que emplear gran ternura» al cuidar a personas enfermas. El lema de Hermana Mary Rita, «Todo por Ti, Corazón de Jesús», centró su corazón en Dios. Desde ese corazón brotó su gran ternura.
Cuando Hermana Mary Rita se mudó al Convento McAuley en Merion, Pensilvania en 2014, no sabía que ella, quien había demostrado gran ternura durante su vida, ahora iba a recibir tal ternura. La virtud del sufrimiento fue su compañera constante. Ella siguió enseñando a las personas que la visitaron o la cuidaron sin decir una palabra.