Escuchando la invitación de Jesús de ir a la montaña
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Por la Hermana M. Sarita Vasquez
Y se escuchó una voz que decía desde la nube: —Este es mi Hijo elegido. Escúchenlo
(Lucas 9,35)
No era inusual que Jesús subiera montañas. Las montañas eran su lugar favorito. Fue a la montaña para estar solo, porque fue allí donde se comunicaba mejor con su amado Abba y allí encontró claridad y fortaleza.
Hoy, él está subiendo el monte Tabor e invitó a Pedro, Santiago y Juan para que lo acompañaran. Inesperadamente, él mira en mi dirección y me invita a que también vaya. Pedro, Santiago y Juan se miran con asombro pero no cuestionan al Maestro. No me desanimo, la emoción de que me pidan ir con Jesús es suficiente para que arda mi corazón.
![Arte de la transfiguración de Jesús en la montaña](https://sistersofmercy.org/wp-content/uploads/2020/08/Duccio_di_Buoninsegna_-_Transfiguration_-_WGA06780.jpg)
Vamos caminando en silencio, descubriendo a Jesús. Ya en la cima, Jesús empieza de inmediato a orar y nos unimos a él en el silencio. Miro a Jesús, solemne, y que pronto se deja llevar por la comunicación con su Dios. Es una gracia contemplarlo mientras se entrega en una profunda comunión con el Dios a quien ama y cuya voluntad es su todo.
El tiempo se detiene para Pedro, Santiago, Juan y para mí. Sentimos la profunda santidad del momento y observamos con asombro. Me inclino con reverencia. A mi lado, un gran suspiro de asombro se escapa de los tres. Jesús se transfigura ante mis ojos. Es radiante como el sol de la mañana y todo en él resplandece, blanco como la luz del sol sobre la nieve. Su rostro es hermoso y me siento abrumada con la sensación de estar mirando a la Bondad. Una alegría inexpresable se eleva en mí y me siento abrumada. Contemplo la gloria de Dios brillando en, a través y alrededor del Maestro. Mientras miro, me siento atraída hacia la gloria, hacia lo sagrado, y en ese instante, sé que soy gloriosa y santa.
De repente, dos hombres están con Jesús, uno a cada lado. Se adentran en una seria conversación y llegan palabras a mi oído: sufrimiento, muerte, glorificación. No entiendo la plenitud de su significado. Entonces habla Pedro: «Maestro», dice, «qué bueno que estamos aquí. Hagamos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Mientras hablaba Pedro, una nube nos cubre y tenemos miedo, porque estamos en tierra santa. Una voz sale de la nube diciendo: «Este es mi hijo, el Elegido. Escúchenlo».
Hoy, mientras me siento a la sombra de este olivo, escucho nuevamente la invitación y llamada: «Escúchenlo». He oído durante mucho tiempo su voz con palabras del amor asombroso de Dios. Escuché la experiencia en la montaña y me di cuenta de que comparto la maravillosa gloria de mi Jesús, como toda la Creación. Escucho para ver esta gloria a mi alrededor, no como la vi en la montaña, sino como la conozco aquí y ahora en cada criatura, toda la materia «impregnada de su radiante presencia». Escucho y estoy escuchando. Estoy agradecida por siempre de que Jesús me haya invitado a la montaña.