Por la Hermana Cynthia Serjak
Siempre he entendido que las Bienaventuranzas se refieren a cómo debemos ser hoy en el mundo, reconociendo que el actuar de cierto modo traerá ciertas «recompensas» en la vida futura. Por lo que, si ahora soy misericordiosa, cuando necesite misericordia (al final de mi vida terrenal), estará ahí esperándome, como almacenada, por si acaso.
Sin embargo, recientemente comencé a preguntarme si habría otra forma de interpretar la conjugación del tiempo de estas promesas. ¿Y si el ser misericordiosa en el mundo me trae misericordia ahora? ¿Y si mi «recompensa» no se retrasa para cuando pueda o no necesitarla al final de mi vida, sino que se hace presente tan pronto como la extienda a alguien más? En este caso, la expresión en tiempo futuro no es tanto de futuro sino de certeza –si hacen esto, entonces esto ocurrirá.
En número 6 de Constituciones de las Hermanas de la Misericordia, hemos escrito: «Al colaborar con otros en las obras de misericordia, aprendemos continuamente de ellos cómo ser más misericordiosas». ¿Y si mi recompensa fuera aprender misericordia ahora? ¿Y si cada vez que extiendo la misericordia la vuelvo a recibir, expresada en mi crecimiento personal aprendiendo más a ser misericordiosa?
A menudo decimos que al servir recibimos más de lo que damos, que sirviendo a quienes están en las márgenes aprendemos acerca de nuestra propia marginación. Sentimos una enorme gratitud por la oportunidad de servir, porque el intercambio con los demás es mucha riqueza, gratificante y generadora de vida. Tal vez eso es lo que significan las Bienaventuranzas: si eres misericordiosa en el mundo, la recibes de regreso; sin esperar, sin acumulación, solo misericordia libre y fluida y más que suficiente.
¿Y las demás Bienaventuranzas? Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Dios. Esto es claro y convincente. Los pobres de espíritu lo entienden. Conocen el reino de Dios ahora. Y esa certeza puede ser lo que los mantiene en medio de un mundo que los rechaza.
Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios. Verán a Dios ahora mismo, porque miran con ojos y corazones limpios. Y esos pacificadores obstinados, son hijos de Dios aquí y ahora, ya, sin esperar, teniendo en cuenta que si hago las paces me muestro como hija de Dios.
Las Bienaventuranzas pueden ser sobre el futuro, pero también pueden ser sobre el momento presente. ¿Por qué esperar para ver a Dios o saberte hija de Dios? ¡Encarna la misericordia ahora!