Por Hermana Edia López
“Hay suficiente en el mundo para satisfacer las necesidades de todos, pero no para satisfacer su avaricia.”
—Mahatma Gandhi
La Madre Tierra es una diosa venerada por los pueblos indígenas. La Madre Tierra es mucho más que el suelo sobre el que caminamos. Es el viento, es el fuego, el agua, el elemento que se respira y que sostiene la vida y que permite la prosperidad.
Desafortunadamente, no estamos haciendo mucho por ella para protegerla. La Pachamama, la Diosa Inca de la Fertilidad que preside la siembra, la cosecha y encarna las montañas y provoca los terremotos, está sufriendo.
Por eso es que me estoy uniendo a otros por todo el mundo en acción hoy, 20 de septiembre de 2019. El cuidado y la protección de la Casa Común, de la Madre Tierra es un deber sagrado de todos y todas.
Las comunidades de las poblaciones indígenas y especialmente, el pueblo Ngabe-Bukle, en mi país Panamá, buscan vivir en armonía y bienestar. La tierra, los ríos, los mares, los árboles, las criaturas de toda la creación están interrelacionadas. Todos queremos vivir, juntos y gozar como comunidades hermosas y bellas. Sin embargo, ahora enfrentamos una amenaza: el cambio climático. Como todos sabemos y conocemos el cambio climático trae destrucción a la Pachamama, aumento de temperaturas, incendios forestales más frecuentes, y de modo prolongado, las sequias en diferentes partes del mundo.
Muchos ríos están siendo concesionados por los gobiernos para mega proyectos hidroeléctricos o para la producción de electricidad, o para la actividad de la minería contaminando el agua, y a la Madre Tierra. La presencia de grandes corporaciones y permanencia de estas industrias mineras en nuestras tierras, fortalecen al sistema capitalista con su nuevo rostro: El extractivismo.
Es conocido y sabido por nosotras que el resultado de esta actividad no es el desarrollo. Sabemos que un desarrollo que se planifique y que se vaya obteniendo debe ser integral y que toma en cuenta a la persona de manera integral a todo el ser humano y a todos los seres y debe ser armonioso y participativo, equitativo y que las riquezas y recursos sean redistribuidos en modo que se eviten privilegios y la concentración de los bienes en unas pocas manos y a expensas de la dignidad y bienestar de la mayoría. A nuestros ojos es evidente que el llamado desarrollo trae destrucción, contaminación y degradación de la Tierra, de los bienes naturales y en el peor de los casos: pobreza, marginación, exclusión. desplazamiento humano, fuentes de agua contaminadas, deforestación, basura toxica, y en otros casos: la muerte de gente pobre, de activistas comprometidos/as con el Derecho a la Vida digna y a la salud y al bienestar.
Me pregunto ¿No hay respeto por la Vida de la gente, de la Madre Tierra? ¿Por la buena salud y el bienestar de todos? Ante esta pregunta solo me queda una respuesta: Proteger y cuidar a la Madre Tierra, como a mi propio ser, porque somos uno/a.