Por la Hermana Julie N. Brown
«Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno». (Salmo 139,13)
Hace poco compartí mi historia para formar parte del libro Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious (Amar con ternura: historias sagradas de religiosas lesbianas y queer), una colección de textos de 23 hermanas que se identifican como lesbianas o queer. Desde que el libro se publicó a comienzos de este año, ha habido una avalancha de apoyo y gratitud de personas y lugares que nunca hubiera esperado.
Estoy totalmente convencida de que Dios me ha llamado a mí, una persona no binaria y con dificultades auditivas, a seguir el camino de ser religiosa de la Misericordia. ¿Cómo puede una persona negarse a escuchar esa llamada, y poner toda su confianza y fe en seguir ese camino? ¿Y cómo no ser auténtica consigo misma al hacerlo?
Crecí con problemas de audición debido a una infección infantil y, tratándose de un pueblo muy pequeño, siempre me sentí diferente. Luché por integrarme y encajar con mis amigos y la sociedad. Cuando conté a mi familia y a mis amigos que iba a entrar en la vida religiosa, hubo mucha incredulidad, ya que pensaban que estaba llamada a ser madre y a formar una familia, como ellos. Me consideraban «demasiado radical» y «no lo suficientemente santa».
Como dije antes, ¿cómo me iba negar a ese llamado pequeño y silencioso, tal como yo lo sentía?
¿Cómo se puede conciliar el hecho de ser queer y seguir siendo fiel a la Iglesia Católica y a sus actuales enseñanzas en relación con las cuestiones y la comunidad LGBTQ+? Considero que mi «iglesia» es mi comunidad, donde compartimos nuestra fe y nos apoyamos mutuamente. La Iglesia es mucho más grande que la Iglesia Católica patriarcal institucional en la que crecí. Eso no significa que no luche contra las normas actuales, pero sigo en la vida religiosa porque creo que es ahí donde debo estar.
Decidí escribir mi historia porque después de 40 años como Hermana de la Misericordia, estoy «orgullosa» de ser quien soy, y quiero que las personas que se sienten solas con sus propias identidades sepan que no lo están. Me siento cansada de estar sola con mis secretos y de saber que Dios me creó y me llamó a este tiempo y lugar. Ahora soy capaz de compartir y andar con otros en este camino que llamamos vida.