Para Cuaresma este año hemos pedido a ocho hermanas y asociadas/asociados que reflexionen en las Bienaventuranzas y el modo en que podemos incorporar cada una en nuestro caminar personal de Cuaresma. Habrá más reflexiones publicadas el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, Jueves Santo y Pascua.
Por la Hermana Cora Marie Billings
Cuando se me pidió que reflexionara sobre las bienaventuranzas, pensé que sería fácil. Ahora que no me queda otra que llevar a cabo esta reflexión, se ha convertido en un verdadero desafío. El Sermón de la Montaña, las Bienaventuranzas o el Sermón de la Llanura —todos son correctos— es un pasaje de la Escritura familiar y que contiene sugerencias para nuestro caminar hacia el reino celestial.
Habiendo sido maestra en el aula por más de 19 años, comencé mi preparación con un diccionario y varias ediciones y versiones de la Biblia. Al reflexionar sobre «Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos», he experimentado una reacción que tiene dos lados. ¿Cuál es el significado de la justicia y su impacto en mí, así como su impacto para mí?
Una forma de entender la justicia es como una «conformidad con la voluntad de Dios». He tratado de reconciliar este significado con el racismo sistémico en la educación, la Iglesia y el Instituto de las Hermanas de la Misericordia que he experimentado a lo largo de los años. Con tristeza, digo que algunos de estos casos han ocurrido «en nombre de Dios». Sin embargo, no puedes hacerme creer que Jesús alguna vez deshumanizó a la gente, quitó su libertad y los azotó. Sus miradas, acciones y palabras siempre eran amorosas, infundían poder y estaban enfocadas en la belleza interior. Si se hacía alguna referencia a la etnia, la religión o la ocupación, era para dar una idea de cómo mejorar su presencia y utilizarla para realzar.
Al reflexionar sobre los episodios de racismo dirigidos a mí, ¿cómo preveo el reino de los cielos? Mi fe me ayuda a confiar en Jesús y a saber que «no me ha traído hasta aquí para dejarme aquí». Después de todo, Jesús dio su sermón en un monte y murió en una colina. También escogió los tiempos en que él estaba solo y aquellos momentos en que tenía otros con él.
Como mencioné, hay otro lado de la justicia: su impacto para mí. En otras palabras, ¿qué hago cuando veo que se están haciendo actos racistas a otros? Tengo que hacer mi tarea y estar continuamente consciente de lo que está sucediendo en mi entorno. Muchos ejemplos manifiestos de racismo todavía abundan; los años sesenta no erradicaron este pecado. Me desafío a mí misma y a ustedes a reconocer no solo los actos abiertos, sino los actos sutiles y diarios que ocurren alrededor de nosotras e incluso pueden ser cometidos por nosotras. Tengo que darme cuenta continuamente de que soy parte del cuerpo de Cristo; por lo tanto, lo que le sucede a uno le sucede a todos. Cuando el racismo afecta a sistemas como la vivienda, las iglesias y nuestro Instituto, y cuando causa daño y muerte, debo levantarme y hablar.
Jesús fue perseguido y colgado en una cruz en un monte. Debo mirarlo en es monte y pedir que me permita ver la vida más en su camino. Entonces, con fe, reflexión y oración, podré vivir esa visión.