Por Hermana Claudia Cano
Que comience el Encuentro… Al contemplar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, ¿qué necesitas que oiga? ¿Qué necesitas que conozca? Cuando te acercas a ella, ¿te muestras vulnerable ante el quebrantamiento de tu corazón y de tu mente? Mientras te sientas con ella, podrías preguntarte: «¿Merezco recibir tu compasión y tu amor cuando padezco de tanta angustia y estoy con sobrecarga de fatiga emocional?».
Mírala a los ojos y déjate abrazar por su mirada bondadosa. Fíjate en la posición de su cabeza, inclinada de tal forma que te atrae hacia su dulzura y compasión. Mira cómo todo su cuerpo parece invitarte para aliviarte de lo que te preocupa.
Háblale de una ocasión en la que quisiste estar en otro lugar y no con una persona o un grupo de personas que sabes que nunca entenderán quién eres. Háblale de un momento en el que sentiste un dolor intenso… la pérdida de un trabajo, la muerte de un ser querido… Háblale porque necesitas sanar un alma rota y quieres ser mejor persona que el día anterior.
Escucha su voz dulce que intenta calmar tu corazón. Escucha las palabras que ella utiliza para asegurarte que eres un ser creado para el amor, para que te amen y para amar. Escucha, porque eres tú quien debe saber que ella siempre estará ahí para rezar contigo y por ti.
Nuestra Señora de Guadalupe ha sido una importante intercesora nuestra durante tanto tiempo. Somos sus hijas e hijos a quienes más quiere ella. Acudimos a ella con el deseo de sentir que importamos, ¡porque importamos! Después de recibir su consuelo, sigamos adelante, con fortaleza, para continuar nuestro camino de vida. Amén