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Continuando las obras de misericordia, a la graduación y más allá

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Por Danielle Alessandra Ybañez, una graduación de 2021 de la Escuela Secundaria Santa Cruz, Kolambugan, Lanao Del Norte, Filipinas

La misericordia es fundamental para la narrativa cristiana, y cuando la Misericordia define el atributo o identidad específica de una escuela, se refiere a una visión misericordiosa de Dios. Las escuelas de la Misericordia, a pesar de sus diferencias geográficas y culturales, comparten una historia, tradición y misión. La educación secundaria y elemental de la Misericordia, comprometida con abordar las necesidades de la juventud, sigue siendo un componente esencial de las Hermanas de la Misericordia y de sus colaboradores en la misión.

Una educación de la Misericordia se caracteriza por el campo académico riguroso, que permite a estudiantes desarrollar hábitos de por vida de cuestionamiento, pensamiento crítico y acción valiente en una sociedad global. La Escuela Secundaria Santa Cruz en Kolambugan, Lanao Del Norte, de la que pronto me graduaré, pone la religión en el núcleo del plan de estudios, estudiando la vida y viviendo el carisma de la Madre Catalina McAuley. Cada docente y la administración aspiran a que nos desarrollemos espiritual, moral, social, intelectual, emocional y físicamente para que podamos vivir el cristianismo verdaderamente.

Como miembro de la clase 2021, llevaré la misericordia al mundo cuando alimente al hambriento, dé de beber al sediento, dé refugio a las personas sin hogar, visite a enfermos y encarcelados, entierre a los muertos, dé limosna por los pobres, aconseje a quienes dudan, instruya al ignorante, amoneste al pecador, consuele al afligido, perdone las heridas, soporte los errores con paciencia y ore por vivos y muertos.


Dar de comer al hambriento: Puedo ayudar a quienes no tienen comida al no desperdiciarla, compartir lo que tengo y donar o ser voluntaria en una organización benéfica.

Dar de beber al sediento: No debería ser egoísta y aprender a compartir.

Acoger a los sintecho: Puedo darles esperanza, ayudarles de una manera simple y mantenerles calientes y seguros hasta que puedan tener un techo de nuevo.

Visitar a enfermos: Puedo ayudarles a encontrar fuerza en mi compasión y hacerles saber que las personas se preocupan y que no están solos.

Visitar a presos: Puedo ayudar a un/a prisionero/a a saber que está perdonado/a y no es olvidado/a.

Enterrar a los difuntos: Simplemente puedo estar allí para alguien que está pasando por una pérdida y ofrecer compañía, consuelo y cuidado cuando más se necesita.

Dar limosna al pobre: Puedo buscar organizaciones que se centren en servir y apoyar a las personas con necesidades básicas de la vida.

Aconsejar a quien duda: Puedo hablar de mi fe y ayudarles a encontrar su camino. ¡El Espíritu Santo será nuestro guía!

Enseñar a quien no sabe: La experiencia es a menudo la mejor manera de aprender juntos; los viajes misioneros y programas religiosos son oportunidades para obtener conocimiento y descubrir cosas nuevas para compartir.

Corregir a quien se equivoca: Puedo ser humilde y no juzgar a quienes hacen el mal, sino ayudarles a ver sus errores con compasión y comprensión.

Consolar al triste: Para alguien que está pasando por un momento difícil, puedo hacerle saber que me importa prestándole un oído, o cualquier pequeña cosa que diga que estoy aquí para ayudar a poner el ceño fruncido al revés.

Perdonar las lesiones: A veces es difícil perdonar el mal hacer, pero guardar rencor no le hace ningún bien a nadie.

Sufrir con paciencia los defectos del prójimo: Si alguien ha hecho algo malo, en lugar de amargarse por ello, ¡ofrece la paciencia!

Orar por vivos y muertos: ¡El poder de la oración es asombroso! Abrázalo.


Hagamos lo que hagamos, dondequiera y cómo lo hagamos, siempre y cuando nos apoyemos mutuamente, es suficiente. Cada vez que realicemos uno de estos actos de amor y cuidado, nos ganaremos la alegría de saber que hemos contribuido a hacer del mundo un lugar mejor.

Es un honor ser graduada de la Escuela Secundaria Santa Cruz. El aprendizaje y la enseñanza de la fe y las creencias me han equipado para enfrentar los desafíos de la vida, incluida la pandemia de COVID-19. Ha pasado más de un año desde que comenzó, pero nunca he perdido la esperanza y sigo creyendo. Como dice Marcos 9, 23: «¿Que si puedo? Todo es posible para quien cree». Nada es demasiado difícil para Dios. Y frente a la imposibilidad extrema, Él realiza milagros. Él nos salvará de las dificultades que estamos experimentando en este momento, pero Él no puede hacerlo sin nuestra fe. Él quiere que creamos que Él puede.