Por Hermana Diane Guerin
A medida que se acercaban mis últimos días en la frontera, me encontré con que quería quedarme, pero sabía que ya era hora de volver a casa. El ritmo, así como el impacto emocional, fueron grandes.
No hubo dos días iguales. Yo siempre empezaba la jornada preparando sándwiches y bolsas de bocadillos, y después de esto muchas cosas diferentes: ordenar zapatos y ropa, preparar paquetes con artículos de higiene, dar la bienvenida a huéspedes, comprar suministros, a menudo varias veces al día.
En medio de todo este «pequeño andar» había poco tiempo para reflexionar sobre la experiencia. Así que intentaré compartir algunos momentos conmovedores con ustedes con la esperanza de que, de alguna manera, puedan tener una experiencia indirecta de estar en la frontera con nuestras familias de refugiados.
La experiencia muchísimo más conmovedora, fue saludar a cada nueva familia a su llegada después de haber sido liberada por Servicios de Inmigración y Aduana. Atravesando las puertas, con nuestros saludos de «Buenos días» o «Bienvenidos», cada una de ellas era acogida. Muchos nos abrazaban y respondían con una palabra de gratitud. ¡Qué extraordinaria la profundidad de la gratitud expresada por aquellos que han soportado tanto y todavía tienen un largo camino por delante!
Muchas/os de ustedes han enviado cordones de zapatos, haciendo su propia conexión y siendo parte de este ministerio. Cómo me gustaría poder compartir con ustedes las encantadoras sonrisas en las caras de los pequeños mientras ven los colores vivos y se maravillan de que realmente puedan tener un par de cordones. ¡Cuántas veces damos por sentado hasta las cosas más pequeñas como un par de cordones de zapatos! Sin embargo, este pequeño gesto significa mucho para los niños que han tenido dificultades para caminar con los zapatos en mal estado en sus pequeños pies. Una experiencia así me hace recordar que debo estar más atenta a los que me ofrecen las más pequeñas atenciones.
¡Los zapatos parecen ser un punto de conversión para mí! Tengo dos pequeñas historias más sobre mi «cuarto de zapatos». Es un lugar lleno de cajas de zapatos, algunos nuevos y otros ligeramente usados. Ustedes pueden imaginarse cómo se ven los zapatos después de haber caminado cientos de millas, así que la gente a menudo necesita zapatos nuevos o mejores que los que tienen.
Una joven madre, agarrando la mano de su hija de cinco años, apareció en la puerta pidiendo zapatos. La madre comenzó a mirar a través del contenedor que tenía el tamaño que ella pensaba que podría caber en los piececitos de su hija. Ella encontró un nuevo par de zapatos de lona gris y rosa. Perfecto, como se podía ver por la encantadora sonrisa en la cara de su hija. ¡Encajan perfectamente! Me fui a buscar unas tijeras para cortar las etiquetas y los sujetadores de plástico que mantienen el par unido.
Cuando regresé, me saludó la niña sosteniendo otro par de zapatos exactamente iguales a los que acababa de ponerse. A través de gestos, me di cuenta de que ella también quería ese par. Le respondí: «No, solo uno». Fue entonces cuando la madre se dirigió a la puerta y otra niña, la melliza de la niña en la habitación, entró tímidamente en el cuarto de los zapatos. Esta niña quería zapatos para su hermana melliza y estaba tan contenta de que no sólo podían tener zapatos, ¡sino zapatos que hacían juego! Hubiera sido tan fácil para ella deleitarse en su propia buena suerte. Sin embargo, quería asegurarse de que su hermana tuviera la misma buena suerte. ¡Qué lección de compartir, de pensar en los demás y de gran bondad! Gracias, pequeña, por tu testimonio de bondad y cuidado, en medio de tu propio dolor y pobreza.
Otra historia sobre el «cuarto de zapatos». Un joven, un adolescente, caminaba con un zapato puesto y el otro abierto porque tenía un corte en el pie que estaba vendado, y su zapato no le quedaba bien. Cuando finalmente tuvimos éxito en nuestra búsqueda de un par de zapatos que le quedara bien, me dio las gracias repetidamente y luego me abrazó. ¡Qué gratitud por un par de zapatos usados! El agradecimiento de este hombre me maravilló y me hizo sentir humilde. Con suerte, fuimos una bendición el uno para el otro. ¡Mucho que aprender!
Cuando cada familia llega, recibe una bolsa de compras reutilizable como las que se encuentran en los supermercados. Están llenas de paquetes con artículos de higiene y otros de primera necesidad, y cordones de zapatos. La gente a menudo agrega sus propias pertenencias a la bolsa. Se les añade sus bocadillos mientras se preparan para salir hacia la terminal de autobuses. Como se pueden imaginar, hay un montón de cajas de cartón llenas de estas bolsas. Cada una tiene las asas aseguradas con una etiqueta y un cordón de plástico. Esto dificulta la distribución de suministros, con las asas aseguradas de esta manera. Anne me preguntó si Jean, otra de las voluntarias y yo podíamos cortar las etiquetas. ¡Había 17 cajas de bolsas!
Decidimos tomarnos un descanso de estar adentro y nos instalamos afuera en una mesa grande, redonda y de madera. Mientras nos preparábamos para esta tarea, aparecieron inmediatamente varios adolescentes y hombres para ayudarnos. Ellos formaron una línea de montaje y nosotros rápidamente cumplimos la tarea. Jean, que habla español con fluidez, entró en contacto con el grupo mientras trabajábamos. Cuando terminamos las bolsas y las cajas de cartón fueron devueltas a su lugar de almacenamiento, nos sentamos todos juntos a reír y a comunicarnos lo mejor que pudimos. En un momento dado, estábamos aprendiendo palabras en español y enseñando luego palabras en inglés. Fue un momento de verdadera mutualidad, ya que pudimos compartir y reír juntos. Qué regalo en medio de tanta angustia y pérdida. La risa y la camaradería tuvieron la capacidad de sanar y refrescar. La Eucaristía, de una manera no tradicional, ocurría en este momento. Regalo, gratitud, agradecimiento.
Mi esperanza es que estas pequeñas «imágenes» les den un vistazo a la vida aquí en la frontera. Cada una/o de ustedes fue parte de esta misericordia con sus oraciones, preocupaciones, donaciones. A medida que avancen los días, estoy segura de que surgirán más historias mientras yo reflexione sobre esta experiencia. He estado involucrada en el trabajo de la reforma migratoria durante muchos años a través de cabildeo y de manifestaciones, pero la oportunidad de ver los rostros y de interactuar con los afectados por esta terrible situación es poderosa y conmovedora. Estaré por siempre agradecida por este tiempo y rezaré para que algún día esta situación cambie a través de políticas de inmigración compasivas e integrales.