Por la Hermana Mary C. Sullivan
Hago esta petición el 4 de octubre, día festivo de San Francisco de Asís y el último día del Tiempo de la Creación anual, porque siento que es mi deber hacerlo. No puedo seguir callada. Me pido a mí misma, a ti, a toda la familia de la Misericordia, a las Hermanas de la Misericordia de las Américas, y a todo aquel que quiera escuchar, que ESTUDIEN lo que está sucediendo, que CAMBIEN lo que estamos haciendo y que DETENGAN algo de ello.
Ya estamos experimentando muchos efectos desastrosos de la continua crisis climática que hemos causado. Si no dejamos de valorar y de hacer ciertas cosas, si no cambiamos nuestra conducta actual y nuestros llamados «estilos de vida», todos experimentaremos inevitablemente aún peores condiciones catastróficas, de las que no ser humano, ni ley, ni nación, ni persona poderosa o de jerarquía podrán para ese entonces revertirlas. La devastación que viene no es remota. La mayoría de estas cosas sucederán en menos de 10 años. Nosotras/os en las Américas no escaparemos de ello. Lo mejor que podemos hacer es retrasarla y evitar algunas de las cosas si actuamos ahora mismo con la ayuda y guía inmensa de Dios, para nuestra nueva y comprensiva misión de la Misericordia, aquella que Jesucristo con la mayor persistencia nos ha pedido que abracemos hoy, en el siglo XXI:
«Repara mi Iglesia, repara la Tierra».
La vocación de Francisco de Asís (1181/1182–1226) se desplegó, así como la nuestra se ha desplegado. Al principio —cuando él escuchó a Cristo decirle, «Francisco, ve y restaura mi casa porque está en ruinas», él pensó que Cristo dijo esas palabras para que se tomen literalmente: «Consigue unas piedras y madera y arregla las estructuras físicas dilapidadas de las iglesias de la Porciúncula y de San Damián».
Después, Francisco se dio cuenta que Cristo le estaba pidiendo que «repare» lo más extenso, lo más profundo, la «ruina» espiritual de la familia de la Iglesia en sí, a todo el pueblo de Dios —para que sane sus búsquedas erróneas por el poder y el privilegio, por sus sentires exclusivos de supremacía y por no aceptar a las personas marginadas y prestar atención y seguir el Evangelio de Jesús.
Aún más tarde, en 1225, cuando el compuso los primeros versículos del «Cántico del Hermano Sol», Francisco comprendió que Cristo le estaba pidiendo que apreciara y reparara toda nuestra realidad creada, nuestro hogar común, nuestra Hermana Madre Tierra.
Y es lo que Jesucristo nos está diciendo hoy —en nombre de nuestra muy degradada y dilapidada Hermana Tierra. Este llamado requiere dos nuevas acciones:
- Una reeducación ecológica de nuestras consciencias con una conversión a fondo de nuestro conocimiento y estilo de vida, y
- Una acción pública audaz, ahora, no el próximo año.
Por lo general, esto quiere decir al menos lo siguiente: Debemos comenzar a vernos como hermanas y hermanos de toda la vida creada y de toda la humanidad, no como jefes supremos privilegiados.
Debemos de cambiar nuestras formas de vivir y detener el consumo excesivo de los recursos de la Tierra a un ritmo egoísta e insostenible; dejemos de agarrar y luego desperdiciar los recursos que les pertenecen a otros. Dejemos de «arrojar» o destruir a la gente vulnerable y a las especies, los alimentos y el agua limitados que la Tierra nos provee, los grandes bosques productores de oxígeno, los polinizadores necesarios y los glaciares beneficiosos en los polos Norte y Sur.
Y debemos vencer nuestra timidez para hablar con audacia y en público. Debemos, con un «empujón» y ayuda infalible de la providencia de Dios, decirles a nuestros líderes religiosos y cívicos lo siguiente:
- Dejen de producir y usar combustibles fósiles —carbón, petróleo y gas natural— y comiencen la transición a la energía solar, eólica e hidroeléctrica ahora.
- Inviertan dinero en esta transición, incluso si ello nos hiciera sufrir un pellizco financiero temporal en áreas menos críticas.
- Dejen de producir y usar productos destructivos para la Tierra, tales como el plástico, algunos pesticidas, automóviles a gasolina y la carne del ganado vacuno.
- Dejen de calentar o enfriar sus casas y oficinas con más de lo que realmente necesitan.
Se nos pide que «reparemos» nuestra comprensión de la comunidad de toda la humanidad y de toda la vida creada y «repararemos» tangiblemente nuestro planeta Tierra —ahora, no algún día en el futuro cuando sea más conveniente.
Y se nos ha pedido que proclamemos estos mensajes urgentes no sólo silenciosamente a nosotras/os mismas/os, en la privacidad de nuestra contemplación diaria, sino también públicamente a nuestros líderes industriales, cívicos y religiosos —incluso a nuestro Equipo de Liderazgo del Instituto de las Hermanas de la Misericordia de las Américas que trabajan arduamente, a nuestros obispos y a nuestros congresistas. A todos, debemos decirles cortésmente, pero con vigor: «Actúen ahora, el tiempo es muy corto, las catástrofes climáticas ya se están desarrollando, pero juntos podemos mitigar y evitar algunos de sus aspectos».
Lo que se necesita ahora es un cambio organizacional de gran escala. Nuestro reciclaje personal de hojas de papel, algunas botellas y algunas latas es necesario, pero no es suficiente.
¿Les parece todo esto como el San Francisco de Asís que ustedes siempre han conocido? Espero que sí, porque creo sinceramente que esto es lo que él diría y lo que nos dice hoy mientras se para a un lado y nos habla en nombre de nuestro misericordioso Creador:
«Repara mi Iglesia, repara todas las relaciones humanas,
repara el Hogar Tierra que te he dado como tu Hermana, Hermano y Madre».