Por la Hermana Eileen Dooling
Al considerar la invitación a escribir este blog, caí en la cuenta de lo poco que sabía de San Francisco: juventud desordenada, renegado por su padre y desheredado, que conversa con un lobo y está rodeado de pájaros. Tendría que haber algo más que historias sentimentales como para tener una popularidad y un legado franciscano entre la gente. ¡Y así empezó mi tarea!
San Buenaventura describió a Francisco como «buscando a Dios y encontrándole en todos los lugares destrozados de la humanidad». Para Francisco, la santidad requería un compromiso activo con los más pobres y la atención hacia toda la creación. Deseaba vivir muy cerca de las personas excluidas de la sociedad, y nadie —rico o pobre, santo o pecador— estaba excluido de su atención.
Francisco es el santo de la «fraternidad universal», el hermano de todas las personas. No creía en jerarquías ni en ningún tipo de superioridad. Sus hermanos prometieron obediencia, no a Francisco, sino al estilo de vida del Evangelio. Francisco vio a Cristo en todo y en cada persona. Todas las personas, todas las criaturas y toda la creación merecían respeto porque todo reflejaba a Dios creador. A Francisco no le agradaría nuestra tendencia moderna de ver a los seres humanos como centro de la creación. Su Cántico de las Criaturas deja en claro la importancia de toda la creación, los humanos también, pero no exclusivamente: «Soy quien soy a los ojos de Dios, nada más y nada menos».
Una historia sobre Francisco: Los tres ladrones
¡Esta historia no la sabía! Mientras Francisco estaba mendigando comida para la comunidad, debido a la escasez de provisiones, tres ladrones/asesinos llegaron a la puerta del monasterio y pidieron comida. Angelo, el guardián de la comunidad, sabía quiénes eran y envió a los tres a reflexionar sobre sus pecados. Cuando se enteró Francisco de que Angelo los había despedido, lo confrontó de inmediato: «¡Tú eres quien pecó!». Y envió a Angelo a buscar a los ladrones y llevarles la comida que mendigó Francisco. Angelo encontró a los ladrones y comió con ellos; todos rezaron pidiendo perdón. Y, adivinaste, los tres ladrones se unieron a Francisco y a la comunidad franciscana y se quedaron allí por el resto de sus vidas.
Francisco era exigente e inflexible cuando se excluía o ignoraba a alguien. Simplemente no era aceptable elegir quién era digno de su servicio y sus recursos.
Un poema: «Los Sacramentos»
Hablé una vez con mi amiga, una vieja ardilla, sobre los Sacramentos –
se emocionó tanto
y corrió hacia el hueco de su árbol y
regresó sosteniendo algunas bellotas, una pluma de búho,
y una cinta que había encontrado.
Y yo solo sonreí y dije: «Sí, querida,
tú entiendes:
todo transmite
Su gracia».
— Daniel Ladinsky, Poemas de amor de Dios: Doce voces sagradas de Oriente y Occidente. Inspirado en San Francisco
El espíritu de Francisco no es diferente al espíritu de la Misericordia. ¿Acaso no sabemos que todas las personas y todo transmiten la gracia de Dios? ¿Acaso no comprendemos también que toda vida es sagrada: los ladrones y las ardillas, la flora y la fauna, e incluso todas nosotras? ¿Acaso no hemos vivido también la llamada a servir a las personas sin hogar y hambrientas, excluidas y las diferentes? ¿Y acaso no reconocemos también que en la sencillez están la libertad y la alegría? Incluso nuestras estructuras de liderazgo/gobierno reconocen a una hermana como líder, y el respeto por la persona como algo esencial para el bien común; no muy lejos del concepto de liderazgo y comunidad de Francisco. La Misericordia y el espíritu franciscano: estrechamente alineados, encontrando a Dios muy cerca, en los lugares destrozados de la humanidad…
Celebremos este 4 de octubre con nuestras hermanas y nuestros hermanos franciscanos, y con toda la creación porque la Misericordia se regocija en el espíritu de Francisco y en el legado que transmitió a un mundo que necesita urgentemente su testimonio y sabiduría.
(Publicado por primera vez en el 2020)