Hermana Carolyn McWatters
Cada 15 de agosto celebramos la fiesta de la Asunción, fecha en la que Iglesia renueva su creencia en que, debido a la santidad de la vida de María y al privilegio que se le concedió de ser la Madre del Hijo de Dios, su naturaleza humana fue perfeccionada; no experimentó la muerte corporal ya que fue llevada al cielo en cuerpo y alma. La Asunción es uno de los muchos y profundos misterios de nuestra fe, que nos asegura que, como María, cada miembro de la Iglesia será finalmente purificado mediante la unión con Cristo. La Asunción de María señala que «el viaje humano alcanzará su bendecida meta» (Elizabeth Johnson, Truly Our Sister, p. 99).
En nuestro calendario litúrgico se conmemoran muchísimas fiestas dedicadas a diferentes aspectos de la vida de María. La singularidad de esta mujer judía y el lugar que ocupa en la historia de la Salvación, han llevado a fieles católicos a concederle muchos títulos a lo largo de los siglos. Estas advocaciones revelan el aprecio y la reverencia que tradicionalmente le tienen. Ciertamente, ningún atributo basta para describirla por completo; más bien, estos múltiples reconocimientos nos proporcionan diversas lentes a través de las cuales verla y apreciar sus dones y su significado para nuestra vida.
Se han escrito cientos de páginas de las que podemos aprender mucho sobre esta sencilla mujer. Sin embargo, su significado para nuestra vida sólo podrá revelarse cuando lleguemos a conocerla personalmente, cuando seamos amigas de la mujer que es. Sólo podremos apreciar verdaderamente a María entablando una relación con ella y reflexionando sobre alguno de los aspectos de su vida: desde el de una joven que luchó con un embarazo imprevisto; una joven madre que crio a su hijo con asombro y fe en medio de una gran incertidumbre; una mujer de mediana edad que tuvo que dejar marchar a su hijo para comenzar un ministerio itinerante que probablemente no comprendía; hasta el de una mujer desconsolada que vivió y lloró la agonía de su cruel tortura y muerte. María fue una mujer de carne y hueso que conoció personalmente las dificultades y la lucha de la vida en la Palestina del siglo I. Las Escrituras atestiguan que meditó cuidadosamente en su corazón todos los acontecimientos de su vida con Jesús, confiando totalmente en la providencia y la gracia de Dios para guiarla y sostenerla. Su fe le proporcionó fuerza, sabiduría y una profunda vida interior.
María tiene mucho que enseñarnos sobre cómo vivir nuestra propia vida con valentía y fidelidad. Se ofrece a caminar con nosotras/os como hermana. Preguntas para reflexionar: ¿Cuáles son los puntos de tu vida que se cruzan con la suya? ¿De qué manera el Fiat de María influye en el tuyo? ¿Qué estás tratando concebir y realizar que podría beneficiarse de su amistad y consejo? ¿Cuáles son las áreas de tu corazón que están llenas de interrogantes e incertidumbre? ¿Cómo se relaciona con tu vida el hecho de que María esté escondida, observando desde la barrera? ¿De qué manera su firme espíritu habla al tuyo?
Muchas hermanas expresaron su aprecio por la oración que el Comité de la Misericordia para Ritual y Oración preparó en agosto de 2021, y que presentaba imágenes y advocaciones de María que tienen un significado sagrado para fieles de varios países de nuestro Instituto. Por lo tanto, la ofrecemos de nuevo para tu reflexión. Hazla personal añadiendo una foto o imagen de la Virgen que toque tu corazón. Permítele caminar contigo como hermana.