Poniendo en práctica el espíritu de la no-violencia, en un mundo atribulado por la violencia
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Por la Hermana Edia López
El mundo entero enfrenta una realidad violenta: guerra, muerte, inequidades, injustica, drogas y corrupción. Sin embargo, en América Latina, todas estas formas de violencia se experimentan de una manera mucho más intensa, quizás por la severa crisis económica que atraviesan nuestros países. Las causas de la violencia son atribuidas a múltiples factores, lo cual aumenta la complejidad de su análisis y, en consecuencia, es más difícil combatirla.
Como Hermanas de la Misericordia, hemos luchado por presentar a la no-violencia como una alternativa, como una oportunidad para todos, hombres y mujeres de buena voluntad, para actuar en favor de una sociedad cuya meta sea la superación de todos los tipos de exclusión, dominación y violencia.
El Programa Alternativas a la Violencia (PAV), puesto en marcha en los países del Caribe, Centroamérica y Sudamérica (CCASA) desde el año 2017, refuerza nuestro compromiso con el asunto crítico de la no-violencia. Los participantes de este programa aprenden las habilidades del dialogo y la escucha para poder descubrir la verdad del otro, el bien que hay en el otro, y tener la sinceridad para decírselo. Es un programa preventivo y aporta elementos tales como: autoestima; cooperación, afirmación, comunicación y herramientas para la resolución de conflictos.
Como Hermanas de la Misericordia, somos llamadas a ser las primeras en dar un testimonio de justicia y amor, pero con tristeza comprobamos que la realidad y los hechos cotidianos trabajan en sentido opuesto a esto. Existe violencia en lo político, porque muchas personas carecen de un derecho tan básico como el de la libertad de expresión, del ejercicio de sus derechos civiles de la participación real y efectiva. Incluso en su día a día sufren de otras atrocidades como los secuestros, la trata de personas, las desapariciones, y asesinatos.
Quienes viven y reaccionan así ante la violencia existente creen imposible la alternativa de realizar alguna acción, menos aún impulsar la no violencia.
Trabajamos constantemente para llevar el PAV a la mayor cantidad de gente posible en nuestros pueblos, como un semillero de nuevos lideres que promuevan la no violencia. La no violencia parte de la convicción de que desde el interior de una situación de conflicto, experimentan el desafío de superarlo en el dialogo y el amor.
Recientemente, junto con la asociada Briseida Martínez y la colaboración de laicos/as de la parroquia San Vicente de Paul, realizamos un taller en la localidad de Soloy (zona indígena en la comarca Ngabe-Bukle), un lugar de misión compartida con Los Padres Vicentinos en Panamá. También se realizaron talleres en escuelas en la localidad de Volcán con un total de alrededor de 150 jóvenes de noveno grado participantes y pequeños grupos de padres.
Un caso muy especial es el trabajo que realizamos en la cárcel de mujeres en David; donde participa un grupo pequeño de mujeres que ya van cumpliendo condena y están cumpliendo su tiempo en el Centro Femenino de Rehabilitación (CEFERE).
La junta disciplinaria del sistema penitenciario de la provincia evaluó el programa y permitió que continuemos desarrollando talleres dentro del sistema. Esta es una oportunidad para las mujeres de aprender las habilidades del dialogo y la escucha, permitiéndoles descubrir la verdad del otro, lo que implica reflexionar sobre cómo nosotros, en nuestra propia vida, podemos haber traicionado esa verdad.
Seguir el camino de la no violencia, es comprometerse con el espíritu de la verdad, es aceptar el desafío de seguir a Jesús, el no violento por excelencia.