Guiadas en el espíritu de la Misericordia
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Por Kathleen Kelly
Soy ex voluntaria del Cuerpo de Voluntarios de la Misericordia, una Asociada de la Misericordia y apoyo a Voluntarios de la Misericordia de Filadelfia. Serví como voluntaria de la Misericordia en Filadelfia, Pensilvania, en el Proyecto HOGAR de 2014 a 2015.
Asistí a la Universidad de la Misericordia Carlow en Pittsburgh, Pensilvania. Como lo dispuso el destino, presenté mi solicitud al Cuerpo de Voluntarios de la Misericordia el 12 de diciembre de 2013, Día de Fundación de la Misericordia. Quizás sirva de señal sobre cómo la Misericordia cambiaría para siempre la trayectoria de mi vida. Había planeado hacer un año de servicio y luego regresar a Pittsburgh para obtener una maestría en trabajo social. Me decidí cuando leí la descripción de una voluntaria en el proyecto HOGAR. Siempre había deseado trabajar con los que estaban sin hogar; solidificó mi decisión el saber que los agentes que prestan ayuda entraban en contacto con las personas en el nivel más básico en las calles. Llegué, a través de mi educación y mi año de servicio, para darme cuenta de cómo resonaba en mí el profundo deseo de Catalina McAuley de servir a los pobres. Se arraigó en mí la conexión que deseaba entre la oración y el servicio.
Fui introducida a brindar ayuda en las calles en Kensington, un vecindario asociado con la crisis de opiáceos en Filadelfia. Mi labor consistía en trabajar como asistente de casos con una administradora de casos muy experimentada y respetada. Ella es, hasta el día de hoy, mi mentora. Su enfoque era acercarse a las personas y preguntarles sobre su bienestar como si fueran amigos cercanos. No había un sentido del otro, era simplemente una interacción persona a persona. Esta fue mi iniciación.
El alcance significaba construir relaciones, no simplemente saltar a un problema sin saber realmente cuál era ese problema o quién era la persona detrás de él. Esto me enseñó la verdadera humanidad y que no somos diferentes de aquellos a quienes servimos. Durante este año de servicio, vi personas transformarse. Algunos se mudaron a una vivienda, otros iban y venían entre la recuperación y la recaída, no solo por las sustancias, sino también por otras aflicciones.
Después de mi año de servicio, permanecí en Filadelfia en el campo de los servicios de salud mental y de personas sin hogar, como una administradora de primer caso respecto a vivienda. Mis habilidades de divulgación fueron útiles, pero lleva tiempo dominar la gestión de casos. Uno debe aprender a ser firme y proporcionar un ambiente terapéutico al mismo tiempo. Tres años de esto me llevaron al privilegio de ver transformar más vidas y aprender que yo también había cambiado.
En 2018, tomé la decisión de seguir adelante en la Misericordia en la Asociación de la Misericordia. Parecía el siguiente paso natural. Me hice asociada en mayo de 2019 con el apoyo inquebrantable de mi mentora, Marian Uba, nuestra líder educativa y mi cohorte. Nuestras experiencias de vida y conexiones únicas con la Misericordia fueron creadas para la instrucción intencional y estimular el pensamiento. Este mismo año vi muchas transiciones, ya que también me encontré nuevamente en el proyecto HOGAR. En cierto sentido, había llegado a casa.
Por ahora, he vuelto a las actividades de ofrecer ayuda. Hace un año, me convertí en la asistente de la directora del programa del Centro de Coordinación de Alcance. Ayudar a administrar el departamento que originalmente serví como voluntaria de la Misericordia no es más que providencia. Saber que yo, a mi manera, así como colectivamente con becarias egresadas, estoy ayudando a llevar a cabo el trabajo de Catalina McAuley es un privilegio especial.
El servicio a los demás puede ser tan sencillo como proporcionar a alguien duchas o ropa abrigadora y seca. Lo vemos como algo natural, pero es posible que no conozcamos el verdadero impacto. No hacemos esto por reconocimiento o para que el destinatario agradezca. Nos preocupamos por los demás simplemente porque es lo correcto y, junto con el amor de Dios, es lo que nos guía en el espíritu de la Misericordia.
Me gustaría agradecer especialmente a las siguientes damas que encendieron mi pasión por la Misericordia: Hermanas de la Misericordia Mary Joy Haywood, Sheila Stevenson y Jenny Wilson; la difunta Hermana Phyllis Zaworski; Angie Giuffre, asociada de la Misericordia; y Siobhan De Witt, agente pastoral en el campo universitario de Carlow.