El Adviento es la temporada de la espera. Y sí, en el nivel más profundo de mi ser, espero una nueva celebración del nacimiento de Jesús en Nazaret hace muchos años y una conciencia cada vez más profunda de la presencia del Cristo cósmico en nuestros corazones y en nuestro universo (Juan 1, 1-8). Pero a nivel inmediato, ¡lo que estoy esperando es el fin de COVID-19 y del distanciamiento social! Es en ese contexto que hoy me atrae, con renovada intensidad, la historia del encuentro de María con Isabel y su Magnificat.
En circunstancias extraordinarias, una joven galilea se encuentra embarazada y se apresura hacia la región montañosa de Judea para visitar a su prima, a quien el ángel también le ha dicho que está embarazada. Solo podemos adivinar la motivación de María. ¿Quiere ayudar a su prima mayor? ¿Estará buscando algún espacio físico y psíquico para absorber el mensaje del ángel y decidir qué hacer con José? ¿Está escapando de los rumores de su pequeña aldea? Cualesquiera que sean nuestras especulaciones, sabemos que encuentra afecto, alegría y visión contemplativa en el saludo de Isabel: «Bendita tú entre las mujeres…». Los artistas, a lo largo de los siglos, han captado la exuberancia y la ternura del abrazo entre María e Isabel.
Incluyo algunas de esas imágenes aquí para que las contemplen.
COVID-19 ha renovado nuestro reconocimiento sobre la importancia del contacto humano íntimo. Anhelamos abrazar a un amigo, estrechar la mano de un conocido, besar a un nieto. Pero también nos ha llevado a una nueva comprensión de la interconexión global en la que se desarrollan grandes injusticias. Por un lado, tenemos un encuentro profundo entre dos mujeres embarazadas que contemplan la vida nueva y misteriosa (¡en el pleno sentido de la palabra!) que crece en cada una de ellas. Por otro lado, María moviliza nuestros corazones y mentes para abrazar el Misterio de un Dios que «eleva a los humildes y colma de bienes a los hambrientos» (Lc 1, 52-53).
Esperamos que termine el COVID para poder abrazarnos una vez más, tocarnos. Esperamos, oramos y trabajamos por sociedades más justas donde los que abusan del poder sean derribados (Lucas 1, 51-52). Esperamos, en este tiempo de Adviento, celebrar una vez más el fruto del vientre de María, el Verbo hecho Carne en medio nuestro. Y nos unimos al exuberante cántico de alabanza de María: «Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador» (Lucas 1, 46).
Mi y espíritu proclama por la Hermana Suzanne Toolan