Por Hermana Ana María Siufi
Ocho años después de Laudato Si’, el Papa Francisco dio a conocer la exhortación Laudate Deum, dirigida también a todas las personas de buena voluntad, ya que describe los problemas, analiza sus causas y exige una acción inmediata para abordar la crisis climática. Francisco quiere actualizar la encíclica, creando un sentido de urgencia sobre este dramático problema social global, causado por el pecado estructural.
Su alerta se fundamenta en la triste experiencia de las comunidades en todo el mundo, y en las ciencias que ha estado documentando los efectos del cambio climático provocado por el mal desarrollo de los países poderosos. Nuevamente, critica la tecnocracia omnipresente, reprocha la falta de ética de las economías que privilegian a unos pocos, y reclama el no cumplimiento de los acuerdos firmados en las conferencias de la ONU. De cara a la 28ª Conferencia de las Partes (COP28, por sus siglas en inglés) del próximo noviembre, el Papa Francisco le pide que avance en acciones para una urgente transición energética, y para reparar los daños y pérdidas en las zonas vulnerables.
Denuncia claramente el hecho de que «no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre» (párrafo 2). Además, subraya que no podemos quedarnos en respuestas engañosas como son las meras soluciones técnicas y parches. Por eso interpela a los poderes que nos llevaron a esta situación, se beneficiaron con ella y hacen poco por resolverla: «¿Para qué preservar un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?» (párrafo 60).
Frente a políticas internacionales débiles, plantea que necesitamos un multilateralismo más fuerte y organizaciones con autoridad global real, para controlar a los países responsables del deterioro del planeta, dedicar los recursos necesarios y poner en práctica los acuerdos firmados.
Esta nueva forma de multilateralismo debe aprovechar el poder de la sociedad civil, dice, porque la lucha por defender los derechos humanos, sociales y ambientales debe provenir de la gente, trabajando con grupos activistas, democratizando los espacios de diálogo.
Finalmente, nos recuerda las motivaciones espirituales que deben animar a los creyentes a reconciliarnos humilde y amorosamente con la naturaleza, moviéndonos hacia una conversión personal y una revolución cultural, que nos comprometan para transformar este sistema de mercado tecnocrático. Debemos tomar conciencia de que, en una familia universal, todo está interconectado y no somos dioses.
Este documento es una necesaria advertencia para los que no tienen información, los indiferentes o los que niegan el cambio climático. Es especialmente para los Estados Unidos de América que el Papa Francisco nombra como uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Algunos de nosotros esperábamos que también denunciara explícitamente toda la gama de actividades extractivas como causa raíz del cambio climático, y nombrara las mujeres, las niñas y los niños como sus principales víctimas.
Roguemos para que el llanto de las personas que ya sufren el calentamiento del planeta, el grito de las especies en extinción, la alerta de los científicos y la voz de Francisco, sean escuchados para que podamos frenar un desastre que comenzó hace décadas.