Por Gail Presbey, profesora de la Universidad de Detroit Mercy
La experiencia de Inmersión Fronteriza de la Misericordia en El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, México tuvo lugar del 8 al 13 de mayo de 2022. La siguiente es una de una serie de cuatro reflexiones de una participante en esta experiencia.
Me sentí agradecida por la oportunidad de viajar a la frontera entre los Estados Unidos y México y ver por mí misma las luchas que tienen los inmigrantes, y conocer a las personas que están atendiendo sus necesidades y organizándose para el cambio. Me alegró hacerlo en compañía de las Hermanas de la Misericordia, de asociadas/os de la Misericordia y educadores de las instituciones de la Misericordia. Me gustaría enfocarme en las mujeres que conocí allí y en el trabajo importante que realizan.
Hermana Bea trabaja en la Casa Vides en El Paso, la cual forma parte de la red de albergues para inmigrantes de la Casa Anunciación. Hermana Bea explicó que llegó a la frontera en el año 2015 luego de haber vivido en México durante 28 años. Nos habló delante de un gran mural que representaba a la familia Vides, una familia luchadora de inmigrantes que ha sufrido demasiada tragedia y violencia. Hermana Bea, religiosa de la Congregación del Espíritu Santo, nos contó las luchas de los inmigrantes detenidos por ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos), incluidas las madres embarazadas que dan a luz allí. Cuando llegamos, Hermana Bea y Hermana Deirdre, una hermana de San José, estaban llevando a una recién llegada al aeropuerto donde podría volar para reunirse con su familia. Esos eran los momentos de alegría por los que todos en el refugio vivían; la mujer inmigrante se emocionaba hasta las lágrimas al aceptar la ayuda y esperaba reunirse con su familia y estar con sus seres queridos.
Escuchamos a varias oradoras de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos. Organizan los barrios de El Paso en comités para reconocer los problemas de los barrios y luego trabajar juntos en las soluciones. También describieron el proyecto «Abrazos, no muros», que, con la colaboración de la Patrulla Fronteriza, permite que las familias separadas por la frontera se reúnan una o dos veces al año para abrazarse, allí mismo, en la frontera entre El Paso y Juárez. Vimos Un abrazo de 3 minutos (disponible en Netflix), un cortometraje realizado en el evento «Abrazos, no muros» de 2018. No pude evitar llorar, al igual que la gente del cortometraje. Están muy contentos de verse, y tristes de que el tiempo sea tan corto y de que sigan separados. Una de las mujeres del centro de derechos humanos dijo que necesitamos una nueva Isla Ellis y una Estatua de la Libertad allí en la frontera sur. Eso fue especialmente significativo para mí, porque mis propios antepasados, inmigrantes polacos, llegaron a los Estados Unidos hace unos 120 años por la Isla Ellis.
En el centro La Mujer Obrera, escuchamos a Lorena Andrade. El centro está en lo que había sido la zona de las costureras, a pocas manzanas de la frontera. Tras la aprobación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) en 1992, 35.000 mujeres de El Paso perdieron sus empleos. La mayoría eran costureras de origen mexicano y tenían una educación de sexto grado aproximadamente. La misión del centro es ayudar a estas mujeres a crear empresas sociales, encontrando maneras de apoyarse mutuamente y de defender sus derechos. Lorena también está involucrada en la defensa del barrio contra la contaminación y en la lucha para que sus escuelas sigan abiertas. Quiere intentar salvar su barrio convenciendo a la gente para que se quede en lugar de irse.
En Juárez visitamos el Santo Niño, la escuela y centro de terapia para niños con necesidades especiales, que dirigen las Hermanas de la Caridad. Conocimos a Lucy, que lleva allí a su hija para que la ayuden con sus crisis epilépticas, por ejemplo. Otros niños tienen distrofia muscular o síndrome de Down. Las escuelas públicas no están preparadas con el nivel de apoyo que necesitan estos estudiantes, pero Hermana Carol, una hermana de la Caridad del Santo Niño, y las demás personas que trabajan allí les dan a estos niños la atención que necesitan. El lugar es alegre y está lleno de amor y cuidado.
Conocimos a Christina Cascade Andrade, que dirige un refugio llamado House of Welcome (Casa de Acogida). Habiendo visto a diario a los cientos de migrantes haitianos en Juárez buscando alguna manera de cruzar la frontera y un lugar donde quedarse, abrió este refugio para atender a las personas migrantes.
Y, por último, está Hermana Betty Campbell, una Hermana de la Misericordia, que vive en una casa humilde llamada Casa Tabor en Juárez. Es una Casa del Trabajador Católico, dedicada a la no violencia y a la hospitalidad de los necesitados. Su preocupación por el sufrimiento y la muerte de personas en manos de otros, ya sean migrantes, mujeres, periodistas, etc., la llevó a crear un monumento en su patio con los nombres de las personas que han muerto a causa de la violencia en la región. Ella nos invitó a participar escribiendo en las paredes de este santuario los nombres de los asesinados. Su obra de arte, y el ritual que diseñó para nosotras/os, siguen teniendo una fuerte repercusión.