Por la Hermana Jeanne O’Rourke
«Que nosotras las que comemos seamos pan para los demás.
Que nosotras las que bebemos vertamos nuestro amor».
Estas palabras del himno de Bernadette Farrell, «Pan para el mundo», nos invocan a reflexionar sobre el significado e importancia del Jueves Santo. Jesús desea comer su última cena con sus seres queridos: «Cuánto he deseado comer con ustedes esta Pascua antes de padecer…» Jesús vino a esta cena dispuesto a derramar su amor por estos amigos.
Increíblemente, ellos lo observaron mientras realizó el trabajo servil de lavarles los pies, un trabajo hecho sólo por el criado de la casa. No creo que ellos pudieran comprender el significado de esta acción, ni que les resultara fácil aceptar la demostración de amor y el ejemplo que Jesús manifestó. Jesús les preguntó directamente, «¿Entienden lo que he hecho por ustedes? Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes». (Juan 13:13-15) En este texto, Jesús nos encomendó a servir.
Como Hermanas de la Misericordia, prometemos «imitar lo que Jesús ha hecho». Personalmente, de niña aprendí a servir, a imitar lo que mis padres hacían. Ahora, en la Escuela Secundaria de la Misericordia en Omaha, Nebraska, sirvo y acojo a estudiantes en nuestro salón de té. Hoy en día, las Hermanas de la Misericordia, asociadas/os, compañeras, como también voluntarias/os y colaboradores en el ministerio, sirven en más de 30 países. Todas en esta Comunidad de la Misericordia seguimos el ejemplo de Catalina McAuley y de Jesús: «Haz todo lo que puedas por Dios y por el pueblo de Dios porque el tiempo es corto».
El Jueves Santo no sólo nos llama a servirnos mutuamente, sino principalmente, a llevar nuestro don de servicio a la mesa del Señor donde escuchamos las palabras que pronunció Jesús. Es aquí donde recibimos el DON. A través de su vida, Jesús usó palabras y hechos para enseñar, para expresar su amor y manifestar su compasión.
En esta cena eucarística, el teólogo Padre Ron Rolheiser dice que Jesús va más allá de las palabras; Él nos da la Eucaristía. Nos congregamos como una comunidad de creyentes para celebrar y recordar, para hacer lo que Jesús pide de nosotras: «Hagan esto en memoria mía». Hoy, la eucaristía nos ayuda a continuar la Encarnación a través de ti y de mí. Nuestra presencia misericordiosa lo expresa sin palabras y Dios vuelve a vivir. No existen palabras adecuadas para describir el amor de Dios. Jesús nos toca; nosotras, a su vez, tocamos a los demás.
«Que nosotras las que comemos seamos pan para los demás. Que nosotras las que bebemos vertamos nuestro amor».
La encarnación continúa…