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Por la Hermana Jeanne Christensen

Las lecturas de la liturgia del Domingo de Ramos nos son familiares a todas. Lo más familiar es la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Debido a mi activismo contra la trata de personas, la analogía entre desatar a la burra y su cría y desatar o liberar a las personas que son objeto de la trata es real.

Un método particular que mantiene atadas a las víctimas de la trata es el psicológico. Muchos preguntan por qué las víctimas no solo se escapan nomás. La mayoría de las víctimas sufre un poderoso trauma de vínculo con su traficante. Este vínculo resulta porque el depredador utiliza la fuerza, el fraude o la coacción para controlar o atar a sus víctimas, para quitarles la libertad. Si una víctima se libera de su traficante, requerirá una terapia intensa para recuperarse. A veces no pueden curarse y pueden volver a la esclavitud. Cuando los supervivientes de la trata logran mantenerse libres, celebran su resistencia, su valor y su libertad para comenzar una nueva vida. Su celebración puede no ser tan triunfal como la celebrada entrada de Jesús en Jerusalén; pero como Jesús que comenzaba un nuevo aspecto de su misión terrenal, los sobrevivientes de la trata están comenzando una nueva vida de libertad y curación.

Me pregunto, ¿estamos atadas tú y yo? ¿Quién podría aflojar nuestras ataduras y cómo lo celebraríamos? Jesús sabía lo que el futuro le deparaba, pero nosotras no. Así que, si no estamos unidas, ¿cómo celebramos, aunque no sepamos lo que vendrá en nuestro futuro?

Antes de tratar de responder a esta pregunta, recurrí a la lectura de Isaías. Empecé a reflexionar sobre estos versículos: «Mi Señor me ha dado una lengua de discípulo, para saber decir al abatido una palabra de aliento… El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás… El Señor me ayuda… ¿Quién tiene algo contra mí?… ¿quién me condenará?». Aunque no entremos en nuestra ciudad en triunfo, hablar es una manera fuerte de atraer a otros al diálogo y/o a la acción.

Ahora mismo, con la campaña para las elecciones presidenciales de 2020 en plena ebullición, un Congreso extremadamente partidista, la violencia con armas de fuego en nuestras ciudades, nuestras fronteras cerradas para mantener fuera de nuestro país a «extranjeros ilegales» y a «sospechosos de terrorismo islámico», y las amenazas de guerra y proliferación nuclear que se ciernen sobre los medios de comunicación, ¡estoy profundamente cansada! Exigimos diplomacia y la aprobación de una legislación significativa.

Me pregunté: «¿Qué estoy llamada a hacer como Hermana de la Misericordia, como persona de fe?». Usar mi voz es mi respuesta inmediata. Decir la verdad con amor y respeto e integridad requiere coraje, confianza, humildad y compasión. Tengo la responsabilidad moral de hablar y abogar por la aprobación de leyes que podrían poner fin a la violencia con armas de fuego, reducir la amenaza de guerra, reformar las leyes de inmigración, y liberar a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes de la detención y admitirlos en los Estados Unidos. Tengo la responsabilidad moral de votar cuando llegue el momento. La Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. publica un documento cada cuatro años, antes del ciclo de elecciones presidenciales. Su título es Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles: Llamado de los obispos católicos de los Estados Unidos a la responsabilidad política. En 2004, una primera versión del documento decía:

«El marco moral católico no encaja fácilmente con las ideologías de “derecha” o “izquierda”. Ni las plataformas de ningún partido. Nuestros valores a menudo no son “políticamente correctos”.

Como creyentes, debemos ser una comunidad de conciencia dentro de la sociedad en general y poner a prueba la vida pública con los valores de las Sagradas Escrituras y los principios de la Doctrina Social Católica. Nuestra responsabilidad es medir a todos los candidatos, políticas, partidos y plataformas por la forma en que protegen o socavan la vida, la dignidad y los derechos de la persona humana; si protegen a los pobres y vulnerables y promueven el bien común».

Nuestros Asuntos Críticos de la Misericordia nos llaman a lo mismo. ¿Podemos hablar y actuar con integridad, respeto, compasión? ¿Lo haré? ¿Lo harás? ¿Lo haremos?