Por Liz Dossa
La imagen meditabunda de Nuestra Señora de los Dolores pintada por la Hermana Mary Hope Sanchez es admirable, en especial por sus ojos. Su mirada baja, abatida y de párpados pesados, contiene las sombras de la pena de María y la claridad de su aceptación. La imagen tradicional de Nuestra Señora de los Dolores muestra a menudo las penas de su vida como espadas clavadas en su cuerpo, pero esta representación es distinta, lleva el dolor en su rostro y se expresa en sutiles gestos.
Hermana Hope se sintió atraída a pintar la imagen simplemente porque, como ella dijo, «es tan hermosa». Sus delgadas manos hacen un gesto, una indica «he aquí» el Cristo. La otra, se dobla descansando bajo su barbilla, mostrando su aceptación del dolor. Su sufrimiento es claro y su mirada se extiende a quienes la observan como una invitación a compartir en momentos en los que tantas personas en nuestro mundo están viviendo tristeza y dolor.
Fue en 2009, en Bakersfield, California donde Hermana Hope descubrió la pintura de iconos. Previamente y durante dieciocho años, había sido directora de Silver Penny Farm, un centro de retiros en Petaluma, California. Parte de su ministerio ha sido el de servir como compañía espiritual, un ministerio que ella describe como el de escuchar e infundir ánimo, pero ha sido una artista desde que ingresó al noviciado. Así que esta forma de arte meditativo encajó naturalmente en ella.
La tradición de la pintura de iconos es exacta. El/la artista, responde a la santa figura a medida que la elabora. La oración, las reglas y la disciplina son esenciales. Las expresiones del rostro pocas veces se muestran, los perfiles no están permitidos. Se espera el uso de ciertos colores: el azul mariano, el rojo de María Magdalena, el púrpura real. El objetivo no es la originalidad sino la recreación reverente de una figura sagrada.
En la primera clase del programa Art for Healing (Arte Curativo) en el Hospital de la Misericordia, Hermana Hope recuerda que cada participante comenzó pintando el «Velo de Verónica», siguiendo el icono original pintando el fondo negro y luego superponiendo las figuras en colores claros. Las/os estudiantes aprendieron que la esencia de este arte es la de copiar amorosamente un icono lo más cerca posible al original para crear una «variante» del mismo.
La iconógrafa instructora Joyce Tanner, llegó a la pintura de iconos después de una época desgarradora en su vida. Su hijo había muerto de SIDA y su marido de una hemorragia cerebral. «Era un alma perdida. Tenía un amigo que iba a Egipto para participar en una excavación arqueológica y me invitó a ir con él», contó.
Allí, en el desierto, ella aprendió sobre el arte copto y quedó prendada. Descubrir las antiguas imágenes sagradas en el desierto y luego verlas en los museos fue terapéutico para ella. A su regreso a Bakersfield a retomar su vida, dijo simplemente: «Me sentía bien».
Luego de estudiar con el maestro pintor de iconos Peter Pearson, Joyce comenzó a transmitir su reverente comprensión de este arte a sus estudiantes. Hermana Hope, quien coordinaba los ministerios eucarísticos en los Hospitales de Bakersfield, fue una alumna destacada y se sintió muy complacida con los resultados.
«Poco a poco la figura va apareciendo. Es muy emocionante, ¡me encantó!», dice Hermana Hope, quien hoy siente más profundamente la importancia de esta festividad.
«Esta festividad se encuentra en el calendario litúrgico después de la Exaltación de la Santa Cruz», dice. «Es una festividad maravillosa. Hoy tenemos más razón para unirnos a lo que vivió María. Estamos pasando por algo muy duro. Ella entenderá nuestra pena y nuestra necesidad de fuerza».
Liz Dossa es gerente de comunicaciones de las Hermanas de la Misericordia del Oeste y Medio Oeste en Burlingame, California