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El 3 de noviembre vota por la dignidad humana

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Por Becca Holland, Ex-voluntaria de la Misericordia quien sirvió en la Reserva Navajo San Miguel en Arizona (Pueblo Navajo)

Mi madre siempre nos dijo a mi hermano, mi hermana y a mí que votáramos en todas las elecciones cuando tuviéramos la edad suficiente porque esa era nuestra responsabilidad. Definitivamente tuvo razón: es esencial que tu voz se escuche a través de la votación. Sin embargo, las tasas de votación entre los jóvenes son excepcionalmente bajas. Como mujer de 24 años, comprendo completamente la frustración que tiene mi generación con todo el proceso. Cada vez más, parece que nuestras voces no tienen sentido incluso cuando votamos. Entre el Colegio Electoral, la falta de educación cívica y los medios de comunicación sesgados, los jóvenes a menudo sienten que el país no tiene interés en lo que dicen nuestras voces.

Soy inherentemente una persona idealista y también inherentemente un poco radical. Pero incluso si muchos de mis amigos jóvenes y familiares mayores no son tan idealistas o radicales, en general estamos de acuerdo en que este país no actúa como si fuera nuestro. En las elecciones de este año, mis mayores preocupaciones son el sexismo, el racismo, la desigualdad de ingresos, la justicia ambiental y la decencia humana básica. Estos son temas que siempre me han apasionado mucho, y todos se reducen al mismo punto: la dignidad humana. Independientemente de la edad, raza, sexo, identidad de género, orientación sexual, clase o cualquier otra identidad, todas las personas deben gozar de dignidad humana básica. Creo que el modo de lograrlo es mediante cambios estructurales que se necesitan desesperadamente. Este país fue construido en los años 1700 por hombres blancos dueños de propiedades, y no creo que los prejuicios contra todos los demás grupos demográficos se hayan rectificado aún. Por ejemplo, se deben implementar políticas antirracistas en materia de vivienda, vigilancia y educación para crear la sociedad racialmente igualitaria que merecen las personas de color. Esto claramente no está sucediendo en Estados Unidos, por lo que mi preferencia en la votación es para el candidato que apoya cambios estructurales como estos o está dispuesto a avanzar hacia los cambios que son necesarios para lograr esa igualdad.

No creo que mis preocupaciones y pasiones sean inusuales en comparación con las de muchos otros jóvenes. Lo único y especial de nuestra generación es la tendencia a encontrar puntos en común entre nuestras diferentes luchas. Hay muchas cosas que dividen a nuestra generación políticamente, pero yo (quizás ingenuamente) creo que muchas personas sentimos una lucha común con quienes tenemos diferencias. Si bien los jóvenes en general no son un monolito en absoluto, nunca olvidaré a mi abuela de 88 años (que tiende a estar en desacuerdo conmigo en casi todo políticamente) diciéndome que algo era diferente en esta generación, que somos más compasivos y queremos retribuir más que en cualquier otra generación. Ambas creemos que esta es la razón por la que mi generación tiene diferentes prioridades en comparación con las generaciones pasadas. Muchos nos conformamos en nuestro privilegio socioeconómico, de género o racial y todavía somos capaces de ver las injusticias contra las personas en nuestro propio país. Y aunque seguimos teniendo luchas similares a las de las generaciones anteriores, tenemos más disponibilidad para encontrar la lucha común y luchar por el cambio con otras personas con las que diferimos.

Los jóvenes en general tienen hambre del cambio. En mi búsqueda de una maestría en desarrollo internacional, he tenido el privilegio de hablar sobre política y de asuntos críticos que mis compañeras/os de clase consideran importantes. Y con la gran variedad de antecedentes y lugares de origen de mis compañeras/os, ha sido esclarecedor ver que queremos cosas similares: que todas las personas sean tratadas con dignidad humana.

Sabemos también que votar no es la única vía para los cambios que queremos ver. Las protestas, manifestaciones, campañas para enviar cartas, llamadas telefónicas a representantes, a ayuntamientos, campañas en las redes sociales y otros eventos ofrecen oportunidades para que los jóvenes se involucren en el proceso político. Sin embargo, si hay algo que podemos hacer es votar. Incluso mis amigas/os menos apasionados saben que votar es esencial. Conscientes de la lucha que enfrentan muchas personas en este país para ejercer su derecho a votar, muchos jóvenes que conozco están dispuestos a luchar por ello. Muchas personas estamos listas para que se escuche nuestra voz, y ese primer paso es emitiendo un voto, ya sea en persona, por correo o en una urna electoral en las próximas elecciones del 3 de noviembre.